El 25 de noviembre de 1956, en Tuxpan, México, zarpó el yate Granma con 82 "expedicionarios" rumbo a la Sierra Maestra en Cuba. Bajo el mando de Fidel Castro y con Ernesto "Che" Guevara como uno de sus tripulantes, la idea era crear un foco guerrillero para derrocar al gobierno de Fulgencio Batista. Los "barbudos" no sólo saldrían victoriosos tras el triunfo de la Revolución Cubana dos años más tarde, sino que aquel hito, que parecía una aventura imposible, generó repercusiones en los más diversos rincones de América Latina. El día en que zarpó el Granma, de alguna manera dio comienzo a la lucha armada en Latinoamérica.
En época de Guerra Fría, de dictaduras militares y enormes desigualdades sociales, la irrupción de Fidel Castro en Cuba alentó a diversos movimientos sociales o ramas comunistas a optar por la "guerra de guerrillas" a comienzos de los 60. Precisamente, inspiradas en el marxismo-leninismo, en 1964 nacieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), que lograron transformarse en la guerrilla más antigua del continente. Hasta el jueves, cuando en La Habana sellaron junto al gobierno de Juan Manuel Santos el fin de 52 años de guerra que le costaron la vida a 260 mil personas.
De paso, este acuerdo -que a fines de julio deberá ratificarse con la firma definitiva de la paz- ha puesto término también a la Guerra Fría en América Latina y a la lucha armada en la región. "Esto es muy simbólico, porque es salir del siglo XX para pasar al XXI. Se pasa la página en toda la región de una época de guerrillas y dictaduras. Además se acaba el referente (las Farc)", plantea León Valencia, ex guerrillero del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que pronto podría seguir los pasos de las Farc en Colombia. "Desaparece ahora el asunto ideológico de la lucha armada. Ahora no hay por donde justificar los alzamientos armados, ya que acá en América Latina no hay grupos armados de inspiración religiosa", acota.
Las Farc podrían aspirar ahora al mismo destino de lo que ocurrió en su momento en Nicaragua con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (Fsln), que protagonizó una sangrienta lucha armada a fines de los 70 contra el régimen de Anastasio Somoza que dejó 95 mil muertos, pero luego se transformó en partido político. Daniel Ortega, el Comandante histórico del sandinismo que dirigió a la nación centroamericana entre 1979-1990, es Presidente desde 2007 y en noviembre aspira a su segunda reelección consecutiva.
Edén Pastora, más conocido como el "Comandante Cero" que en 1978 dirigió el asalto contra el Palacio Nacional, hito clave en la Revolución Sandinista, dice a La Tercera desde Managua que el acuerdo con las Farc "es el final de la lucha armada en América Latina". Tras un largo período en que criticó en duros términos a sus camaradas sandinistas, Pastora cree que hoy "el Comandante Ortega está llevando a cabo la revolución en libertad" y que como ahora las Farc dejarán las armas "se agotaron todos los espacios de justificación para una lucha armada". "Acá en Centroamérica las guerrillas pactamos acuerdos de paz", comenta este ex guerrillero, una figura mítica en la región.
Precisamente en 1979, meses después de que el "Comandante Cero" pusiera en jaque a Somoza, en El Salvador un joven Facundo Guardado caía preso en el marco de la lucha de los movimientos sociales contra un régimen cívico-militar, lo que derivó en 1980 en la conformación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln). La guerra civil salvadoreña, que se extendió hasta 1992, dejó 80 mil muertos. El propio Guardado cuenta que al final del conflicto su guerrilla manejaba nada menos que misiles tierra-aire. "En cuanto a los movimientos de liberación, lo de las Farc supone la conclusión de un ciclo que comenzó con la Revolución Cubana", comenta Guardado a La Tercera desde El Salvador.
"En Colombia las partes han negociado en guerra, pero ahora el conflicto se acabó y se podrá firmar la paz igual como lo hicimos nosotros en El Salvador en 1992. El cese es definitivo", dice este ex comandante salvadoreño. "En El Salvador no se disparó ni un solo tiro después de la firma de paz, que dio inicio al cese el fuego", continúa Guardado, que participó en las negociaciones por su alto cargo en el Fmln. "Hubo una amnistía, la guerrilla luego se transformó en partido y ahora es gobierno, con un ex guerrillero como Presidente (Salvador Sánchez Cerén), concluye Facundo Guardado, quien en 1999 intentó una aventura presidencial.
El ex comandante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional plantea también que ahora la gran interrogante es cómo será la desmovilización de los guerrilleros de las Farc. "Tiene riesgos y dificultades el tema del traspaso a la vida civil. Hay una desconfianza social hacia los guerrilleros", acota el colombiano León Valencia.
"Estoy seguro de que Colombia se convertirá en una potencia en paz", agrega el "Comandante Cero, de 80 años. "Decía Emiliano Chamorro (ex Presidente de Nicaragua) que era difícil juntar al hombre con el arma, pero en Nicaragua fue fácil la separación del hombre y el fusil, porque hubo reconciliación en el 90", afirma Pastora. "La guerra no se desmonta por decreto, sino que con equilibro y amor", concluye.
"Las Farc cometen un error"
Pero no todos opinan lo mismo. El ex guerrillero y líder indígena boliviano, Felipe Quispe, que en 1990 -mientras los nicaragüenses se reconciliaban y llevaban a cabo elecciones democráticas en las que el sandinismo perdió el poder- se alzó en armas con el Ejército Guerrillero Tupac Katari (Egtk) en Bolivia reconoce que "yo no estoy de acuerdo con la decisión de los camaradas de las Farc. Los del M-19 tomaron la misma decisión. Las Farc deberían continuar su lucha armada. Es un error".
Quispe indica a La Tercera que "en México, por ejemplo, siguen los zapatistas con el subcomandante Marcos. Pienso que por la vía democrática no se puede hacer nada, ni siquiera con el Evo Morales podemos cambiar el sistema capitalista". Este líder indígena, que rompió hace años con el Presidente boliviano, sí coincide en que las Farc eran el gran "referente" que les quedaba a los grupos rebeldes. "Siempre habrá lucha armada porque hay desigualdad. Nosotros nos seguimos inspirando en lo que hizo el Che Guevara", concluye.