La revolución que supuso el primer iPhone, que salió al mercado el 2007, estaba apoyada en muchos atributos. Y dentro de ellos, la cámara no era uno de los más importantes. Las reseñas de la joya de Steve Jobs poco se detenían en ese ítem. Valoraban que se pudiera tomar fotos desde el celular, pero los comentarios carecían de entusiasmo, eran descriptivos: cámara de dos megapíxeles, no graba video, fotografías aceptables con buenas condiciones de luz. Una realidad muy distinta a la de hoy, donde la cámara ha pasado a ser un punto fundamental para los usuarios de cualquier teléfono inteligente.
Según datos difundidos por Samsung, tomar fotos encabeza —empatando con la mensajería— la lista de las actividades que la gente dice realizar con su celular. Y la cámara fotográfica es para las personas la tercera característica más importante al momento de adquirir un móvil, por sobre la duración de la batería, la velocidad del procesador, la calidad de la pantalla, y sólo detrás de la durabilidad y la compatibilidad con la red 4g.
Esta atracción por la fotografía no nació de la nada. Ha sido estimulada por la propia tecnología y las empresas han conseguido incrustar cada vez mejores cámaras dentro de los estrechos límites de un celular.
Revisar las fotos que tomaba la primera generación de teléfonos inteligentes es un buen ejercicio: la calidad era muy discreta. Hoy en cambio las imágenes de los teléfonos asombran y hace tiempo que es válida la siguiente pregunta: ¿Quién, salvo un profesional, necesita andar cargando una cámara fotográfica distinta a la que ya tiene en su teléfono?
El último episodio de la guerra que desde hace años libran Apple y Samsung es muy elocuente respecto al estatus de las cámaras. En marzo pasado, en un evento en Barcelona que presentaba al mundo su flamante nuevo modelo Galaxy S6, Samsung comparó imágenes tomadas en iguales condiciones por su celular y las del iPhone 6. Obviamente, las de la compañía coreana lucían mejor.
Apple respondió el ataque en su estilo. Su CEO, Tim Cook, compartió vía Twitter un link a una impecable galería de imágenes tomadas por usuarios del último iPhone en todo el mundo: una captura del desierto en Arizona, un árbol solitario en algún lugar de Corea del Sur, un geométrico pasillo en un edificio de Dubai, un atardecer en una playa de surfistas en Nueva Zelanda. Era sólo un aperitivo: días después la galería llegó a la vía pública de muchos países, Chile incluido, con unas gigantografías en paraderos y vallas publicitarias. "Tomada con iPhone 6", es todo lo que dice bajo ellas.
La campaña ha sido ampliamente aplaudida, pero también hubo excepciones. En San Francisco, dos publicistas la parodiaron y se rieron del tipo de fotografías minimalistas y estilizadas que aparecen. Para eso pegaron pósters con selfies ridículas bajo varios anuncios de Apple. "Tomada con iPhone 6", se leía también.
Las cámaras frente a frente
Apple logró acaparar atención en un mes en que la pauta noticiosa supuestamente iba a estar monopolizada por el último lanzamiento de su competidor. Samsung acostumbra a sacar su modelo de alta gama —la línea Galaxy S— algunos meses después que Apple, ganando con ello ventaja para igualar o superar atributos del iPhone, pero perpetuando la sensación de que va siempre a la siga de la firma de la manzana.
Mucho se ha tecleado estos días respecto al Galaxy S6 (y su versión con pantalla curva, el S6 Edge). Se dice que es un serio competidor del iPhone 6 —en algunos aspectos, como en la resolución de pantalla, es evidente que lo supera— y desde luego que la cámara ha estado en el centro de las evaluaciones. Para salir de dudas, hice la prueba y comparé durante una semana ambos teléfonos.
En los números, en esos datos que les encanta recitar a los vendedores de retail, Samsung gana: tiene un lente teóricamente algunos puntos más luminoso y sus 16 megapíxeles doblan a los del último iPhone, pero eso último poco importa (la razón, al final). En la práctica los dos entregan imágenes igualmente nítidas y atractivas frente a casi cualquier escenario, las que se obtienen con rapidez y sin demandar mucho esfuerzo.
Hay diferencias, pero son menores. Con poca luz, el S6 da fotos más luminosas, aunque no por eso mejores. También procesa la imagen de un modo más intenso que el iPhone, con fotos más cálidas, con algo más de contraste. A la primera, llaman más la atención, pero se ven ligeramente menos naturales que las de su rival. Samsung tiene un punto a su favor para quienes se aventuran a modificar manualmente los parámetros de la cámara, algo que en el iPhone se puede hacer sólo bajando aplicaciones externas. Al final, me inclino levemente por el teléfono de Apple, aunque la única gran certeza que me queda es que ambos tienen cámaras espectaculares.
Por cierto, también hay vida fuera de estos dos gigantes tecnológicos. Prácticamente todos los teléfonos de alta gama tienen hoy cámaras muy competentes. Hay incluso quienes se quedan con la cámara del Sony Z3, del Nexus 6 de Google o del Lumia 1020 de Nokia, que se jacta de tener la mayor resolución del mercado: 41 megapixeles.
También probé este último. Si bien saca fotos fantásticas, es más lento en este aspecto que los aparatos de Apple y Samsung, y a menos que uno tenga la extravagante costumbre de imprimir gigantografías de las fotos que toma cotidianamente, su gran cantidad de pixeles no hace mucha diferencia.
Para tener la opinión de un usuario más especializado sobre estos tres aparatos, y ver cómo se desempeñaban en un ámbito más exigente, los llevé a una sesión de la fotógrafa Rocío Aguirre. Además de usar su propia cámara profesional (Canon 5D Mark III), hizo la misma foto con los tres y comparó los resultados. Se quedó con el iPhone, luego el Samsung y en tercer lugar el Lumia, pero reconoce haberse sorprendido de la calidad de los tres. "Es muy buena y están muy cerca del resultado de mi cámara. Obviamente, elijo la cámara, porque es más fiel a la realidad en cuanto a cosas como los colores. Por eso me gustó más el resultado del iPhone, porque es el que más logró acercarse a eso".
Aquí las diferencias, aunque para apreciarlas mejor ir a este enlace.
Se inquietan los gigantes
Las cámaras de los teléfonos han provocado muchos cambios en la industria. Las acciones de las firmas japonesas Nikon y Canon —gigantes de la producción de cámaras fotográficas con casi un siglo de vida— valen la mitad que hace una década. Los smartphones les han quitado un gran pedazo de la torta, prácticamente desterraron la categoría de cámaras digitales compactas, obligándolas a enfocarse en las cámaras semiprofesionales y profesionales, conocidas como réflex o DSLR. Pero incluso esas han acusado el golpe: hoy se esfuerzan por inventar modelos con wifi o pantallas touch, características que tienen hace tiempo los teléfonos.
Eso sí, pese a que la distancia entre ellas y los celulares es cada vez más pequeña, todavía hay varias razones para que alguien, no necesariamente un profesional, opte por una DSLR. Siguen sacando mucho mejores fotos en condiciones de poca luz, se puede jugar mucho mejor con el desenfoque y permiten usar una multiplicidad de lentes.
"Me siguen pareciendo muy superior las cámaras reales", afirma el fotógrafo Álvaro Puentes (@alvaro_puentes en Instagram), antes de explicar la que para él es la diferencia más sustantiva: el rango dinámico. "Es la cantidad de puntos de luz entre la sombra más oscura y la luz más clara. Al ser más grande el sensor de las réflex te permite mucho mayor rango dinámico, lo que se traduce en mayor cantidad de colores, de tonos de blanco, de negro, imagen más rica y con mayor información, algo útil especialmente para la postproducción".
Otro punto débil de los celulares son los retratos (de hecho, casi no existen dentro de la famosa campaña de Apple). Al operar con un lente amplio, para poder tener un ángulo de visión ligeramente mayor que el de nuestra propia vista, tienden a deformar levemente la realidad, aspecto especialmente sensible en el rostro y el cuerpo humano. "Es una limitante", dice Puentes. "Y como los bordes deforman más, es mejor usar el centro de la cámara para un retrato".
La fotógrafa Paloma Palomino celebra el estado actual de la fotografía, inclusivo para la mayoría y desafiante para los fotógrafos.: "Es muy bueno que se esté democratizando y esté muy presente en las redes sociales. Y los avances de los celulares obligan a que los profesionales suban de nivel. Es una presión, pero buena. Te obliga a pensar qué hacer para diferenciarte. Y te das cuentas que más allá de las bonitas fotos un buen fotógrafo es alguien que trabaja temas específicos y desarrolla un punto de vista original".
El mito del megapixel
Los megapixeles representan el gran malentendido de la fotografía digital. Como escribe el fotógrafo Ken Rockwell, un norteamericano que dedica su vida a probar cuanta cámara existe, en su artículo "El mito de los megapixeles" dicha medida no es más que un truco utilizado por los vendedores y fabricantes para transmitirle a los consumidores la necesidad de tener que anualmente actualizar sus equipos. Dice que se ha engañado a los usuarios haciéndoles creer que dicho parámetro tiene algo que ver con la calidad. Y no tiene nada que ver, es sólo un asunto de tamaño de la fotografía. Al respecto, son útiles los experimentos que ha realizado David Pogue, uno de los columnistas de tecnología más prestigiosos del mundo, cuando escribía para el New York Times. En uno de ellos, imprimió en 60 x 40 cm la misma imagen capturada a 5 y 13 megapixeles y las exhibió en la calle para consultar la opinión de la gente. ¿El resultado? nadie pudo notar la diferencia.
¿Sirve para algo tener muchos MP? Sí, algo. Puede ser útil para utilizar una fracción de la imagen y volver encuadrar una foto sin perder mucha resolución. La mayor parte del tiempo —coinciden los expertos— nadie necesita más de 5 megapixeles, rasgo que hace más de cinco años ofrecen los celulares.