Novato en la política, aparentaba ser poco llamativo y en sus movimientos, casi de izquierda. Cuando el Kremlin nombró para sorpresa de todos, el 9 de agosto de 1999, a Vladimir Putin, entonces de 46 años, como nuevo jefe de gobierno, Rusia se encontraba en un momento de crisis y disolución.

El pálido político prometió hace 10 años sacar al gigantesco país del caos económico así como luchar contra la corrupción y el terrorismo. Ante todo y gracias a los crecientes ingresos por la venta de materias primas, Putin logró el auge y renacimiento de la otrora superpotencia. Sin embargo, ahora la crisis económica amenaza con poner en riesgo su trabajo.

El ex espía de la KGB pasó de ser jefe del servicio secreto interno FSB a ser primer ministro, por deseo del entonces Presidente, Boris Yeltsin.
Putin, quien se graduó en derecho en la Universidad Estatal de Leningrado, prometió una "dictadura de la ley" y el regreso a un Estado fuerte. Justamente derecho y orden en su país era algo que ansiaban en esa época millones de personas a las que el capitalismo salvaje del inicio de la década de los 90 les había arruinado, básicamente, el deseo de las nuevas libertades.

Con una espectacular acción, Putin impuso de inmediato respeto. En la cabina de un jet de combate voló a Chechenia y comandó allí al Ejército, para recuperar el control sobre la república separatista en el norte del Cáucaso.

Hasta hoy, Putin personifica para la mayoría de los rusos valores como orden, patriotismo, honestidad y lealtad.