Raúl Ormeño ve bajarse de una camioneta blanca a Héctor Hoffens y de inmediato se toma la cara. "Ya llegó este Chico. Por la flauta que era pesado. Te hablaba todo el partido", comenta el ex capitán de Colo Colo, generando la primera risotada de la tarde. "Qué te pasa, Bocón, deja de hacerme mala fama. Reconoce que te volvía loco", le grita el ex puntero derecho de Universidad de Chile, antes de fundirse con él en un gran abrazo ante la mirada del resto de los invitados.
En la víspera del Superclásico del fútbol chileno, La Tercera reunió a 10 de los principales referentes de los últimos 57 años de Colo Colo y Universidad de Chile, para repasar historias y anécdotas. Un encuentro que, además, sirvió para que viejos enemigos en la cancha, dieran rienda suelta fuera de ella a un sinfín de recuerdos, dejando en claro que en la mayoría de las veces la rivalidad acababa con el pitazo final.
Por allí están Sergio Vargas, Diego Rivarola, Lizardo Garrido, Leonardo Véliz y los demás compartiendo como si hubiesen sido compañeros de toda la vida. Si alguna vez hubo alguna rencilla o pica futbolística, el tiempo se encargó de borrarla.
"Partimos 1-0 en contra. Carlos (Campos) ya miró hacia arriba y seguro conecta de cabeza", dispara Jorge Toro, leyenda alba de la década de los 50, refiriéndose cariñosamente a su amigo de la Selección de 1962 e integrante del famoso Ballet Azul. "Ya empezaste, Jorgito", le responde el Tanque, que apenas se calza la camiseta de la U, echa a andar la máquina del tiempo, para aquellos gloriosos años 60: "Tuve la suerte de hacer muchos goles de cabeza. Varios dieron un título. Por eso me molesta siempre con que tenía que ponerme el zapato en la cabeza".
Mientras, Ormeño y Hoffens siguen peleando y recordando duelos de los 70 y 80, Mariano Puyol confiesa que los clásicos nunca más fueron lo mismo después de 1991. "Hasta ese día se podía ir con la familia. Después, ya se distorsionó todo con el tema de las barras bravas".
Sergio Vargas asiente con la cabeza. Cuando llegó en 1992 estos duelos ya se vivían de otra manera. "Cuando la gente mayor te contaba de estos partidos, te decía que ganaran o perdieran, después se encontraban en alguna fuente de soda o bar, y se quedaban hablando toda la noche, jugadores de uno y otro equipo. Ahora eso es imposible", sostiene Superman.
El reloj marca las 13 horas y prácticamente están todos en el lugar para las fotos de rigor. El último en llegar a la cita es Luis Mena, pocos minutos después de lo pactado. Las numerosas actividades que debe cumplir en su nueva función lo retrasan más de la cuenta. "Ya pues Luchito, que tenemos hambre. Nosotros los viejitos almorzamos al mediodía", lo apura cariñosamente Leonardo Véliz, cuando lo ve llegar al lugar de la producción. "Mil disculpas a todos", esboza tímidamente el ex defensor, antes de recibir las bromas de rigor.
Carlos Campos y Jorge Toro, pese a la edad, lucen una memoria privilegiada. Recuerdan cada clásico disputado, partiendo por aquellos definitorios de 1959, que le terminarían dando el título a la U. "Ustedes sacaron ventaja porque para la final los llevaron a Las Vertientes. A nosotros nos encerraron en un hotel del centro y no podía bajar ni a comprar el diario", recuerda el ex volante albo.
Luego de las fotos, el esperado almuerzo. Ya sin camisetas. Pero los colores de cada uno están impregnados en la piel. Basta escucharlos y ver el brillo de sus ojos para saber que pagarían por volver a protagonizar un duelo con el archirrival.
Y las historias que se siguen multiplicando. Los recuerdos aparecen entre cada bocado. Cada uno elige su preferido. También el que más les dolió. Incluso, se acuerdan de algunos que no están presentes en la mesa y que también participaron de esta leyenda llamada Superclásico chileno.
"Me acuerdo una vez que Luis Santibáñez mandó a Manuel Pellegrini a marcar por toda la cancha a Carlos Caszely. Y resulta que Manuel le hizo caso. Lo seguía hasta los tiros de esquina a favor nuestro. Esa vez nos ganaron por tres o cuatro goles, y Carlos se hizo el pino", recuerda entre risas Hoffens, imaginándose a su ex compañero persiguiendo al goleador colocolino por toda la cancha del Nacional.
El tiempo pasa rápido. Dos, tres horas de recuerdos. Hoffens y Ormeño siguen en un rincón de la mesa peleando por quien hablaba más en la cancha. Rivarola avisa que se tiene que ir pronto, porque lo están esperando en el CDA. Las últimas historias cierran una tarde plagada de nostalgia. "Pucha Chico, como me embarraste las vacaciones del 81. Nunca pasé semanas más triste que esas después de la liguilla del 80. Se te ocurrió justo esa noche hacer el desborde de tu vida", le reprocha entre risas Véliz a Hoffens, recordando ese 2-1 de la U, con gol agónico de Arturo Salah.
A la hora de la despedida, todos dan su pronóstico para el próximo domingo. Nadie puede sacarse la camiseta al aventurar un resultado. Pero donde todos coinciden es en que ojalá todo se lleve a cabo en términos deportivos. Tal como era en la época de ellos, cuando todo quedaba en la cancha. Es el pedido de estas leyendas del Superclásico. Es el pedido de todo el fútbol.