¿Para qué vino Clark Gable a Chile? En 1935, la estrella pisó el aeropuerto de Cerrillos y, de inmediato, desató el caos en Santiago. Unas 300 fanáticas lo esperaban en la acera y, a partir de entonces, no dejaron de acosarlo. "Clark Gable pierde la camisa en Chile" tituló en un artículo The New York Times. Al cabo de una semana, el actor escapó del país disfrazado durante la noche. Nadie supo bien a qué vino, ni qué hizo, aparte de saludar con un "me siento feliz de estar en Chile".

En el Teatro Municipal guardan uno de los pocos registros de su visita a nuestro país. Un retrato grupal del actor en el fundo Santa Nicolasa, con el autógrafo de Gable, que se conservó en el extinto Museo Archivo del Teatro Municipal. Era un espacio que existió alguna vez en el teatro y que los asistentes a las funciones podían visitar entre los actos de conciertos y óperas. Pero por problemas de espacio fue cerrado y el archivo se trasladó a unas salas al interior de la Escuela de Ballet, en el sector trasero que da hacia calle Moneda. Allí quedaron guardadas 150 mil fotos y documentos de finales del siglo XIX hasta la actualidad, que recopilan la memoria del Teatro Municipal de Santiago. Otros registros, como los del ballet, quedaron en peores condiciones: cerca de las calderas del edificio.

Hoy, el material que actualmente se guarda en carpetas y cajas del Archivo, están en pleno proceso de rescate. Para las celebraciones del Bicentenario, en septiembre de 2010, está planificada la apertura del Centro de Documentación de las Artes Escénicas (DAE), un proyecto que contempla no sólo instalar nueva infraestructura para el archivo, sino también abrir el material al público, digitalizar y restaurar sus alrededor de 40 mil fotografías y habilitar una página web para principios del próximo año.

"El museo, inicialmente, nació para el centenario del teatro, en 1957. Se inauguró finalmente en 1964, pero desde mucho antes que se guardaba material. Gran parte de los registros más antiguos son donaciones: fotografías, programas antiguos", dice Benjamín Cabieses, encargado del archivo actual, que trabaja en el proyecto con el historiador José Manuel Izquierdo König, coordinador del Centro DAE. "Acá hay material donado por la familia del compositor Enrique Soro e, incluso, la actriz María Cánepa nos entregó todo su archivo de teatro", agrega.

Actualmente, esta colección (cuyas imágenes están siendo digitalizadas y restauradas por el Centro de Fotografía Patrimonial) es el más completo registro de la historia de las artes escénicas en Chile. No sólo ópera y ballet; también teatro y espectáculos en general. Constituye el mayor registro de los hechos culturales que marcaron nuestra historia. Esos de los que, en muchos casos, ya casi no quedan rastros.

LAS VISITAS DE LAS DIVAS
Hubo un tiempo en que el Teatro Municipal era visita obligada para las estrellas que venían a Chile. A fines del siglo XIX, la actriz francesa Sarah Bernhardt llegó a Chile para una gira que prácticamente paralizó Santiago. Era 1886 y la "divina Sarah" venía precedida de escandalosos rumores de amantes y una fama de belleza inalcanzable y talento desbordante. "Sarah venía allí, pero no se atrevía a bajar por el atochamiento. Era imposible descender del carro", describió la prensa su recibimiento. Ella venía a actuar en las obras La dama de las camelias, Ernani y Theodora, y el Teatro Municipal era punto central de su gira. Dejó varios retratos que la muestran transformada en sus personajes, en una interpretación que se describió como "perfecta" e "insuperable".

Otra diva, esta vez española, visitó el teatro 22 años después. María Guerrero se convirtió en Juana La Loca en 1908 y en el archivo quedó un dramático retrato de ella engalanada, de rodillas, llevando una gran corona. Según relata la prensa, tras su presentación los aplausos fueron tan fuertes y largos que fue "llamada una y otra vez a la escena entre una lluvia de flores". La ovación fue tal que, tras varios minutos, la actriz "rompió a llorar, sin poderse vencer, sin lograr dominarse".

Eran años en que el teatro dramático era tan importante para la cartelera del Municipal como la música y el ballet. Tanto así, que allí nació la primera escuela de teatro de Chile, en 1939. Luego se convirtió en  clave para el teatro universitario y siguió siendo uno de los escenarios más importantes, hasta los 60.

Por esos años llegó Vivien Leigh a Chile. La protagonista de Lo que el viento se llevó llegó 26 años después de la visita de su coprotagonista, Clark Gable. De sus días en el país, en 1962, quedan algunas instantáneas de sus visitas sociales. Pero se sabe a qué vino: pese a que sufría de tuberculosis crónica y un desorden bipolar, presentó con éxito La dama de las camelias, Noche de reyes y el espectáculo Grandes escenas de Shakespeare, con el grupo británico Old Vic. Fue una de sus últimas presentaciones internacionales: murió cinco años después.

LOS GRANDES MAESTROS
En 1917 arribó el pianista polaco-americano Arthur Rubinstein. El archivo aún conserva una foto que lo muestra en medio del Teatro Municipal, casi escondido entre el público. Rubinstein tendría, nueve años después, un rol esencial en una de las mayores estrellas locales del Municipal: el pianista Claudio Arrau. "Este joven tiene el don de adivinación que todos quisiéramos tener", dijo en 1927, tras ver la actuación del chileno y decidir otorgarle el Premio Internacional de Ginebra.

A partir de entonces, Arrau se convirtió en pianista de renombre internacional. En Chile se presentó muchas veces, y el archivo conserva celosamente estos registros, con sus debidos autógrafos. No es lo único: también guardan un molde de una mano de Arrau, blanca y aislada. Es uno de los cuantos objetos extraños de la colección, entre los que también están una máscara del rostro de Beethoven y una fotografía del cadáver de Puccini.

Otro orgullo son las fotos del tenor chileno Ramón Vinay, reconocido internacionalmente como "el mejor Otello". Hasta Pavarotti reconocía su talento, pero en Chile se presentó tardíamente. Desde los 18 años vivió en el exterior y sólo volvió a Chile a los 33 años, en 1944. "Cuando yo hacía Otello, la gente salía llorando", decía Vinay, que murió en 1996. Su última presentación sobre los escenarios fue en 1969, en el Municipal. "Cuando se ha viajado toda una vida, los huesos reclaman el sosiego del hogar", declaró en ese entonces. Las fotos de esas míticas personificaciones también se guardan en el archivo del teatro, en cientos de cajas y sobres que ahora se harán públicas. Leyendas de antaño que vuelven a la vida.