Tan fuerte como una campaña presidencial o parlamentaria es el lobby de los estudios por ganar un Oscar. Hasta el cierre de las votaciones, ayer martes, directores, estrellas y productores de los nueve filmes nominados a Mejor Película se jugaban todo para convencer a los 5.700 miembros de la Academia y llevarse la estatuilla el próximo domingo 24.
Notas de prensa, portadas de revistas, charlas, apariciones en TV, publicidad en internet. Todo es válido. Incluso, regalar libros, discos o iPods con la banda sonora, como el caso de la campaña de Los Miserables. ¿Y el costo? Al parecer, no es un problema, sobre todo cuando una película puede hasta triplicar su recaudación tras ser coronada por un Oscar. Fue el caso del ¿Quién quiere ser millonario? La cinta de Danny Boyle había recaudado 44 millones de dólares antes de la ceremonia y, tras alzarse ganadora, recaudó 377 millones en 2009.
Según un artículo del diario inglés The Independent, la batalla este año se ha concentrado en Lincoln, de Steven Spielberg, y Argo, de Ben Affleck. Ambas estarían desembolsando alrededor de 10 millones de dólares en sus campañas. El doble de lo que invirtieron los productores de Vivir al límite, el filme de Katerine Bigelow que en el 2010 le quitó la estatuilla nada menos que a Avatar, de James Cameron.
En el caso de Lincoln, además del avisaje, la estrategia incluye regalar a los votantes libros biográficos del presidente, otros sobre la época de la Guerra Civil, incluso guías de cocina sobre comidas de la época, además de charlas con figuras de la talla de Bill Clinton.
Argo, a su vez, basó su lobby en continuas apariciones de Ben Affleck hablando del filme, acompañado siempre de George Clooney, uno de los productores de la película y uno de los nombres más influyentes hoy en Hollywood.
Hasta ahora, los resultados benefician a la cinta de Affleck: ganó como Mejor Película en los premios AFI (Instituto Americano de Cine), en los Bafta ingleses y en los Globos de Oro. En todas derrotó a Lincoln, filme que tiene a su favor a la crítica, el interés nacional que ha despertado y la excelente actuación de Daniel Day-Lewis, acaso el Oscar más seguro entre las 12 postulaciones que posee. Aún así, ambos tienen puntos fuertes en contra. En relación con Argo, desde 1990 con Conduciendo a Miss Daisy que una película cuyo director no está nominado al Oscar (el caso de Affleck) no gana como Mejor película. Mientras que la densidad de su propuesta y la tibia taquilla de Lincoln (US$ 173 millones) han instalado el pesimismo entre sus filas.
Pero en estas últimas semanas, corriendo silenciosamente por los palos, se ha colado el favoritismo de El lado bueno de las cosas, la comedia de David O. Russell. Más allá de sus méritos artísticos, su productor es nada menos que Harvey Weinstein, tal vez, el mejor lobbista en la historia de Hollywood y que ha llevado a lo más alto a cuestionados filmes como Chicago y El discurso del rey. En 1999 dio el primer gran golpe a la cátedra ganando el Oscar, con Shakespeare enamorado, cuando Rescatando al soldado Ryan, de Spielberg, era carta segura. Una movida publicitaria que le costó 15 millones de dólares.
Famosas son sus cenas para miembros de la academia, además de encuentros donde reúne a influyentes actores o directores para que hablen bien de sus cintas. Aunque no se saben cifras concretas, el agresivo plan publicitario de El lado bueno de las cosas (con DVD de regalo para los votantes y portadas pagadas en importantes revistas) está instalando ya el rumor de que puede ser la gran sorpresa de la noche. Con el prontuario de Weinstein, ya no sería nada de raro.