Sebastián Piñera anunció que en su eventual gobierno no impulsará el matrimonio igualitario ni la adopción homoparental. Declaró que tenía profundas convicciones para rechazar ambas ideas. En el primer caso, las fundamentó con la etimología de la palabra "matrimonio". Viene de "matriz", dijo, sugiriendo que la raíz latina impide que dos varones se unieran bajo esa figura legal. No pensó que tal vez podría tratarse de dos mujeres, es decir, el doble de las matrices necesarias en este tipo de contratos, si seguimos esa lógica. Tampoco se dio cuenta de que su convicción se desvanecería más allá de las lenguas romances, aquellas que, como el alemán o el chino, no surgieron del latín.
El rechazo a la adopción homoparental, en tanto, la resumió en una frase: "La naturaleza es sabia". Así fue como se los explicó durante un programa de televisión a dos mujeres que ya son madres de un niño, pero sobre el cual sólo una de ellas tiene derechos de filiación. El candidato dio un largo rodeo hasta llegar a otra firme convicción levantada sobre el resbaloso argumento de "la naturaleza". No hay espacio para tantas dudas que dejó: ¿La fertilización asistida también va a contramano de su argumento? ¿La adopción es algo que se da comúnmente en la naturaleza? ¿No eran acaso parte de la naturaleza las pestes, aquellas que mataban masivamente a niños hasta que artificialmente se desarrollaron las vacunas? ¿No es la quimioterapia una manera de frenar una enfermedad que surgió naturalmente? ¿No son las normativas antisísmicas una manera de enfrentarse a las catástrofes provocadas por los terremotos, es decir, por la naturaleza? ¿Qué motivo podríamos tener para aprender algo tan contrario a la biología natural del cerebro como leer y escribir, si hacerlo significa, en promedio, dos mil días de entrenamiento? ¿Cuándo hay que abandonarse a la "naturaleza" y cuándo no?
Añadió el señor Piñera que lo natural es que los niños tengan un padre y una madre, deslizando que cualquier otra cosa era inapropiada. ¿Qué valor tiene, entonces, la biografía de los cientos de miles de chilenos que durante generaciones se han criado en hogares sin padre, como O'Higgins y Gabriela Mistral? El candidato mencionó, por último, la importancia de los roles dentro de la familia. ¿Eso incluye el color de la ropa de guagua? ¿Un soldadito para los niños, una Barbie para las niñas como preocupación legislativa?
Sebastián Piñera habla de "naturaleza" donde debería decir "religión". El candidato recurre a ideas medievales sobre la moral sexual que condenaba cualquier actividad que escapara a la reproducción como fin exclusivo y reglamentaba incluso las posiciones permitidas para tener sexo. ¿La razón? La naturaleza. El mismo argumento utilizó Santo Tomás para escribir que la mujer era "imperfecta " y que estaba obligada a obedecer al hombre, que "por naturaleza poseía abundancia de sensatez y razón". Este pensamiento no se hacía cargo que comportamientos usuales en algunas especies, como matar a las crías débiles o aparearse entre hermanos, serían considerados abominables en una comunidad humana.
El argumento se extendió tanto que alcanzó incluso la economía: el cobro de cualquier interés estaba prohibido, porque el dinero no podía engendrar dinero, era tan antinatural como el amor entre personas del mismo sexo. Incluso, Dante Alighieri describió en su obra La divina comedia los pecados de Sodoma y Cahors –ciudad francesa que durante el medioevo fue centro financiero– como equiparables. Sin embargo, en 1917 la Iglesia Católica eliminó esta categoría –la del cobro de interés- de su lista de pecados mortales.
Sebastián Piñera propone un futuro de prosperidad en su nueva candidatura, lo hace mientras desempolva ideas medievales para justificar prejuicios que repite como lo hace un predicador afiebrado frente a un rebaño aturdido y obediente.