Es jueves. El reloj marca las 21.15 y no se siente mucho frío en la zona de vuelos internacionales del Aeropuerto Arturo Merino Benítez, pese a que afuera la noche ya comienza mostrar su lado más gélido.
Son cientos de personas las que entran y salen del recinto ubicado en la comuna de Pudahuel. En el segundo piso, frente a un amplio ventanal, hay un grupo de alrededor de 35 ciudadanos haitianos, que están a la espera del arribo del vuelo de la aerolínea Latin American Wings (LAW), programado para las 22.00 de ese día. La escena no es algo inusual. Se ha repetido cada semana durante los últimos tres meses.
Conforme avanza la hora, la expectación y la ansiedad se hacen más evidentes. Conversan entre ellos, miran sus celulares, se toman fotografías, pero sobre todo, tienen la mirada fijada en lo que está sucediendo abajo, en el pasillo por donde avanzan las personas que ya han pasado los controles migratorios.
Las historias de reencuentro son variadas, pero el fin es el mismo: buscar nuevas oportunidades laborales en un país que solo durante los primeros siete meses de este año ya abrió sus puertas a los 44.846 ciudadanos haitianos. Un fenómeno migratorio que no parece tener fecha de vencimiento, pues si en 2015 solo nueve mil haitianos solicitaron una Visa, en 2016 la cifra aumentó a 24.744.
"Estoy esperando a mi prima. Esta es la segunda vez que ella viaja a Chile, porque la primera, que fue hace un mes y medio, hubo problemas en el control de policía internacional y tuvo que devolverse", cuenta Rolando (22), con un español casi perfecto, producto del año y siete meses que lleva viviendo en Chile. Es esa misma experiencia lo que lo motivó a ir al encuentro de Estida, que poco y nada sabe del idioma local.
Lo anterior es pan de cada día. Según explicó Victoria Troncoso, vendedora de una tienda de confites en el aeropuerto, "por lo general, cuando vienen a comprar, siempre hay uno que habla más o menos español y los demás nada. A ese le toca ser el guía. Por miedo a que los estafen, siempre hay alguien que viene a buscarlos".
Mientras tanto, en el primer piso del recinto, un grupo de alrededor de 15 taxistas lucen orgullosos sus letreros y chaquetas que dicen 'taxista oficial'. Están a la espera de abordar pasajeros. Lo mismo pretenden hacer un par de choferes no autorizados, que de manera temerosa ofrecen su servicio, lo cual está prohibido. "Los taxistas ilegales muchas veces se aprovechan de ellos -los haitianos-; como la mayoría no habla el idioma, se ponen atentos, les prestan un teléfono para que se comuniquen y luego los estafan", señaló uno de los conductores del servicio oficial, quien prefiere no dar su nombre.
De pronto, a eso de las 21.40 horas, la espera culmina y de a poco comienzan a aparecen por el pasillo de los vuelos internacionales los primeros rostros de ciudadanos haitianos. Se oyen risas, aplausos y saludos en "creolé". Rolando recibe un llamado de su prima y rápidamente corre a su encuentro, por el temor de que se repita lo de la primera vez. Sin embargo, ahora la joven viene acompañada de una familia chilena, que la ayudó a sortear las dificultades.
"En la policía no la querían dejar pasar, entonces el encargado se acercó a hablar con nosotros y nos dijo que la única forma de dejarla entrar era que yo o mi madre nos hiciéramos responsables de ella, y mi madre accedió", señaló Javiera, quien sin pensarlo dos veces acompañó a Estida como si fueran amigas desde siempre.
Los abrazos se repiten en todo el lugar, y conforme avanza la hora algunos comienzan a salir sin hacer mucho caso a los taxistas, mientras que otros deciden pasar a comprar algo. Una situación similar a lo que ocurre todas las noches, y que de seguro seguirá pasando. De hecho, la demanda de pasajes ha sido tal, que durante agosto la aerolínea LAW suspendió la venta de vuelos desde Puerto Príncipe a Santiago, debido un periodo de reorganización, según informaron a sus clientes. Sin embargo, actualmente han vuelto a la venta normal y hay viajes disponibles en esa ruta, con un valor de $ 495.000 aproximadamente.