La frase generó una ovación instantánea, pero también miradas atónitas y cuchicheo en el backstage. "Quizás no es el lugar más indicado para decirlo, pero yo no me identifico mucho con el rock", partió diciendo Alex Anwandter minutos después de iniciada su presentación en la Cumbre del Rock Chileno de este año. "El rock ha sido tradicionalmente un club de hombres y este 2017, si necesitamos algo, no es un club de hombres, sino que más igualdad y más respeto para las mujeres y para la comunidad gay," disparó el solista, en una de las intervenciones más comentadas que tuvo el festival realizado en enero pasado en el Estadio Nacional.
Los descargos de Anwandter durante la última edición del evento son los que quizás mejor sintetizan el estado actual de las cosas en la escena musical chilena. Porque aunque lo de ese día fue una quijotada individual, sus palabras representan el sentir de una parte importante de los actuales creadores nacionales. Una nueva generación de grupos y solistas sub 35 -o al menos una parte importante de ella- que dice no identificarse con la lógica que ha moldeado el rock y el pop chileno en las últimas décadas, y que, en cambio, ha ocupado micrófonos y escenarios para reflexionar en torno a problemáticas que hasta hace poco no estaban presentes en el cancionero local, como el machismo, la misoginia y la defensa de las minorías sexuales.
Coincidencia o no, en ese grupo entran algunos de los artistas más originales y celebrados que han surgido en la escena durante los últimos años. Javiera Mena, Planeta No (me llamo) Sebastián, Entrópica y Rucitama, entre otros, son las caras visibles de este nuevo canto comprometido, en el que cada uno, en su estilo, ha hecho de su arte una trinchera para pelear -o al menos manifestar una posición- frente a temas como la inclusión, las causas feministas y LGBTI, y por sobre todo, las diversas formas de relaciones amorosas y sexuales. Si en otras épocas fue la acción partidista o la resistencia al régimen militar el paraguas que unificó a ciertos movimientos artísticos, hoy los cantautores criollos acompañan con su música otro tipo de procesos sociales.
No se trata, en todo caso, de un bloque cohesionado, como sí ocurrió en su momento con la Nueva Canción Chilena o el punk de toque de queda. "Lo veo como algo más individual hasta ahora", subraya Anwandter, quien desde su disco Rebeldes (2011), y en especial a partir de Amiga (2016) -el gran ganador de los últimos premios Pulsar-, ha ido configurando un discurso que lo sitúa como referente de esta camada de autores comprometidos con su entorno; en su caso, denunciando homofobia y machismo en la sociedad, pero también al interior del ambiente musical. "Desde un contenido de letras que objetiviza a las mujeres, fantasea libremente con matarlas o acosarlas, las considera inherentemente menos talentosas, secundarias o accesorias en lo laboral, o las deja como una minoría naturalizada en los carteles de festivales", ejemplifica.
"Todavía hay gente que piensa que alguien me hace la música. Cuando digo que soy productora, no me creen, tengo que estar convenciendo constantemente a la gente de que hago mis discos casi en su totalidad", asegura Francisca Bascuñán Vial, productora, compositora y cantante, que bajo el nombre artístico de Entrópica y una estética andrógina lleva cuatro discos editados de buena aceptación. "Me tocó ver cómo organizadores de conciertos en casinos escucharon mi música, la disfrutaron y la tildaron de 'súper buena', pero al ver mis videos dijeron 'no, muy rara, mejor que no', cuando se trataba de agendar fechas", cuenta.
Sin imponer
Un referente ineludible para todos estos nombres es Jorge González, quien tanto con Los Prisioneros como en su trabajo solista se desmarcó y criticó abiertamente el discurso de sus predecesores y contemporáneos en la música (a "los hippies y los punks", cuyas intenciones murieron en "las garras de la comercialización"), además de haber creado el primer gran himno feminista de rock local: Corazones rojos.
"Las canciones asociables al feminismo o defensa de derechos de la mujer eran, hasta esta década, muy escasas. Ahí ha habido una novedad en torno a defender no solo a minorías sexuales, sino también a nuevas formas de relación amorosa y sexual, sin apego a convencionalismos", comenta la periodista e investigadora Marisol García, autora del libro Canción valiente, donde analiza los puntos en común del canto social chileno. Una tradición de la que, asegura, esta camada es parte, aunque con ciertas particularidades: "Ahora no es imaginable que alguno de sus exponentes responda a una militancia; menos a una causa electoral", dice.
En ese sentido, estos artistas, que han hecho de su música un instrumento para cuestionar y denunciar el estado de las cosas, lo han hecho desde la vereda de la tolerancia más que desde el dogma. "No hay que imponer. Pensar que todo es hombre o mujer, luz u oscuridad, dios o diablo, es la mentira más grande. La violencia de la división es lo que nos tiene hablando de esto", asegura Sebastián Sotomayor, alias (me llamo) Sebastián, otro de los nombres en alza del circuito pop chileno, como demostró con su último disco y su exitosa actuación en Lollapalooza Chile. Para él, este es un tema cíclico: "Esa parada de la diversidad o 'lo no heterosexual' pasa por épocas. El glam, por ejemplo, tenía una estética súper gay. Puede ser que estemos viviendo uno de esos períodos en Chile", teoriza.
Lo ocurrido a comienzos de este mes con Tea Time, vocalista de Los Tetas denunciado por su pareja por violencia intrafamiliar, volvió a instalar estos temas al interior de la escena musical, y a dejar en claro que cada vez son voces más diversas las que adhieren a estas causas. "Se habla mucho de deconstruir la masculinidad, de sanarse. Es un poco hippie, pero yo creo que por ahí va la cosa. Creo que el género hay que trabajarlo como parte íntima y personal", comenta Gonzalo García, de Planeta No, uno de los cantantes que salieron a denunciar prácticas machistas en la música tras lo sucedido.
Anwandter también disparó en Facebook contra el supuesto agresor, lo que le valió mayoritariamente adhesión, pero también fue visto por algunos como un mensaje oportunista, incluso por los otros miembros de Los Tetas. "Aquellos que vean oportunismo en apoyar a una mujer violentada versus a un grupo de hombres, creo que tienen sus discursos enredados. Ver la defensa de una mujer como una oportunidad de hacerme más famoso adopta la visión que el feminismo, la diversidad, la lucha contra la discriminación son discursos 'populares'. No lo son. Lo haga Cristián Aldana o Tea Time, me interesa seguir siendo parte del esfuerzo de desmantelar esa red de apoyo", concluye Anwandter.