"Todos los días debo enfrentar un verdadero colapso en las calles. El recorrido que antes hacía en 20 minutos, ahora lo hago en casi una hora. A todos se les ocurrió hacer obras al mismo tiempo, Iquique es un caos". Ese es el diagnóstico de Augusto Marín, quien además de trabajar en el centro de la capital de la Región de Tarapacá debe trasladar a sus dos hijos a un jardín infantil.

Parece un reclamo propio de otra urbe, de alguna más populosa, o de algún balneario en tiempos de veraneo. Pero no, es allí, en Iquique, a mitad de año. Y tampoco es un caso aislado. Desde hace meses que  los habitantes de esta zona, a través de programas radiales y redes sociales, critican los tacos generados por un alto flujo vehicular.

"Los iquiqueños hemos tenido que cambiar nuestros hábitos, aprender a movilizarnos más temprano y optar por locomoción colectiva", dice un conductor que pide no identificarse, pero que detalla algunos puntos conflictivos: los trabajos del par vial en O'Higgins-Bulnes y la implementación de un nuevo colector en avenida Tadeo Haenke.

Para Norberto Muñoz, presidente de Taxis Cavancha, Iquique está convertido en un desorden de  tránsito: "Cada día nos asombramos más con los cortes, en el centro hay trabajos que están botados hace meses y las calles con tránsito suspendido. Nadie entiende nada. Lo único que nos queda es armarnos de paciencia, en esta ciudad ya no se puede ni estacionar".

Según el urbanista Jorge Orellana, la ejecución de trabajos en distintas vías de la ciudad responde a una mala planificación. "En las ciudades modernas no ocurren este tipo de situaciones. No sólo hay una buena calidad en las vías, sino que también los trabajos se ejecutan ordenadamente. Es impensable que siendo ésta una región turística, la capital  tenga tantas calles cortadas al mismo tiempo y que no se piense en los flujos vehiculares. Además, aquí, en promedio, cada familia tiene más de dos autos, debido a que es muy barato adquirirlos en la Zona Franca", explica el experto.

Comunidad

La directora del Serviu de Tarapacá, Mariana Toledo, se hace cargo de las críticas y asegura que, si bien hay un impacto a la comunidad, dichas intervenciones son transitorias: "En el caso del par vial, se trata de una obra que significará un mejoramiento importante en la calidad de vida de las personas, en sus tiempos de traslado e, incluso, a propósito del gran tamaño del parque vehicular de la ciudad, aportará nuevos espacios de estacionamiento".

Sin embargo, agrega que "ninguna obra es útil si no hay un compromiso por parte de la comunidad de respetar las señales y los lugares establecidos para cada área. Muchos conductores se estacionan en puntos prohibidos y eso no es resorte de Serviu".

La profesional explica que se han adoptado medidas de mitigación, pero también han tenido que enfrentar otros inconvenientes en las faenas, como por ejemplo, diferencias en las ubicaciones de las redes de agua potable, lo que ha generado cambios de planificación. "Se han aplicado medidas de alto estándar, que involucran la instalación de señaléticas, coordinaciones con la ciudadanía y otras entidades que otorgan los permisos para el cierre de calles. La idea es no interrumpir el ritmo de la ciudad", indica Toledo.

Según estadísticas del Ministerio de Transportes, por las calles de Iquique y Alto Hospicio circulan, en promedio, cerca 100 mil vehículos, lo que arroja una tasa de un automóvil cada tres habitantes. "Estos trabajos generan congestión artificial y que se subsanará una vez que concluyan las faenas. Iquique tiene la particularidad de contar con un gran parque automotriz y, además, una baja ocupación de los vehículos, la cual bordea a los 1,2 pasajeros. Frente a ese escenario, estamos planificando implementar vías exclusivas", dice Carlos Vergara, experto en infraestructura de la Seremi de Transportes.