Los altos costos se han transformado en un dolor de cabeza para las salmoneras. La intensidad en el uso de tratamientos para sacar el piojo de mar que afecta a los peces (cáligus) y el síndrome infeccioso rickettasia (SRS), que atacó fuerte entre marzo y junio de este año, elevó los costos de la industria. Y los buenos precios internacionales no fueron capaces de compensar esa mayor carga. Un industrial lo ejemplifica así: antes de la aparición del virus Isa en 2007, que obligó al sector a asumir millonarias pérdidas, a cerrar plantas y a reducir sus volúmenes a la mitad, el costo de producir un kilo de salmón vivo en jaula era de US$ 2,1. Ahora es más del doble: US$ 4,5 por kilo, según afirma.
En la primera mitad de este año, además, el valor del filete de salmón en Estados Unidos -el principal mercado para los operadores locales- tuvo un incremento de 22,3% y llegó a un promedio de US$ 4,49 por libra (ver infografía).
Australis Seafood, en una reciente presentación, describió así el complejo escenario actual: "Algunos barrios donde la empresa tiene centros operativos se han visto afectados por más presencia de cáligus y SRS que el promedio de la industria. Eso se ha traducido en mayores costos por mortalidad, tratamientos y mayor factor de conversión de alimento, que en su conjunto se traducen en menor crecimiento y mayores costos".
El problema tiene una expresión clara en los balances a junio, en que todas las salmoneras abiertas en Bolsa muestran un Ebitda -indicador que refleja las ganancias antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones- en rojo.
En el caso de AquaChile, la mayor empresa del sector, ese indicador llegó a US$ -33,1 millones. A igual fecha de 2012, en esa línea mostraba una ganancia de US$ 25,2 millones. "Ello se produjo principalmente por una disminución en los márgenes de las especies cultivadas, especialmente de salmón Atlántico (la especie más exportada en el país) y trucha, como consecuencia del menor desempeño productivo de los centros cosechados en el período, y de menores precios de exportación de trucha y salmón coho en comparación a los del primer semestre de 2012".
Multiexport también informó de esta situación. En el período tuvo un Ebitda negativo por US$ 23,5 millones. En 2012 ganó US$ 4,7 millones en ese ítem. Invermar, por su parte, perdió US$ 562 mil en la primera mitad del año, y Australis, registró US$ -24,2 millones (ver infografía).
A nivel de industria, hay expectativas de que este tercer trimestre se normalice un poco la situación, y que las operadoras empiecen a reflejar ratios más positivos, dada la buena trayectoria de precios y el cierre de nuevos contratos (ver recuadro).
Hoy, explica el director de SalmónChile y vicepresidente de Blumar, Alberto Romero, hay dos situaciones que complican a las compañías del sector. Una de ellas está relacionada con los contratos. "En el primer trimestre de 2013 los precios estaban al alza, pero no los contratos, ya que eran de dos o tres meses anteriores al aumento. La industria no alcanzó a captar ese mayor valor", explica.
Esta situación afectó también a Invermar. En su estado de resultados del primer semestre, la compañía indicó que el precio de venta promedio fue 6% más bajo comparado con el año anterior, alcanzando los US$ 7,9 el kilo.
Problemas
Ejecutivos del sector ya hablan de una nueva crisis, esta vez focalizada en la baja competitividad que muestra la industria local. SalmonChile, gremio que agrupa a productoras, pone paños fríos al escenario. "Es parte del proceso normal de una industria que debe ir adaptándose a las nuevas realidades, las que son dinámicas", dicen.
El hecho es que en menos de cinco años el negocio ha atravesado por tres crisis. La primera, del virus Isa. Luego vino la caída del precio, originada, entre otras cosas, por la mayor oferta producto de la vuelta al mercado de las empresas chilenas y, finalmente, el alza de costos.
Un empresario asegura que esta situación pone a Chile en desventaja con Noruega, su principal competidor. "Hace rato que ellos son más competitivos", coincide un ejecutivo consultado. En la industria se estima que el costo de producción chileno es superior en US$ 1,3 al que tiene Noruega. "Ellos ganan cerca de US$ 2 por kilo de salmón como materia prima. Nosotros, en cambio, estamos perdiendo plata", dice una alta fuente del sector. Su diagnóstico es que "en el intento de controlar las enfermedades, nos hemos llenado de regulaciones y eso eleva los costos. Por eso el país ha perdido competitividad".
El aumento en la cantidad de tratamientos para combatir el cáligus es el principal elemento detrás de este fenómeno, lo que se vio más marcadamente a fines del primer trimestre, explica Romero. Entre abril y mayo, que fue la época de mayor contagio, se llegaron a hacer hasta 20 tratamientos por zonas, enumera un ejecutivo consultado. El punto es que cada tratamiento tiene un valor de US$ 30 mil por centro de cultivo. Actualmente están en operaciones cerca de 450 centros, en su mayoría en la X y XI Región.
Hoy la situación, indica el jefe del Departamento de Acuicultura de la Subsecretaría de Pesca, José Miguel Burgos, es "acotada", pero aún no está controlada. Agrega que esta enfermedad no sólo tiene efectos importantes en el ámbito de los costos, por mayores tratamientos, "sino que también, desde el punto de vista productivo, éstos implican que los peces no se alimentan durante un período importante de tiempo y, por lo tanto, los ciclos se alargan". Si antes la crianza de un salmón tardaba unos 14 meses, ahora, como los peces crecen menos, ese plazo se extiende por tres o cuatro meses más para llegar a un peso objetivo. En promedio, se están cosechando salmones de tallas más chicas, que parten en 3,5 o 3,8 kilos. Antes lo usual eran 5 a 6 kilos.
Otro factor crítico es el alza que está registrando el precio de los alimentos, ítem que representa cerca de 60% de la estructura de costos de las compañías. Un ejemplo claro es la harina de pescado, que tiene alzas históricas dada la escasez de jurel. En mayo de 2013, el valor de este insumo promedió los US$ 1.942 por tonelada, mayor al registrado en el mismo mes de 2012, cuando llegó a US$ 1.200. Además, el volumen de aceite de pescado bajó y en mayo de este año llegó a 12 mil toneladas, lejos de las 53 mil toneladas que alcanzó en el mismo mes del año pasado. "No se ve que está situación vaya a cambiar en el largo plazo, por la escasez de los recursos que se usan para la fabricación del aceite y harina de pescado; la soya y el trigo", indica un ejecutivo.
Temor de nuevos brotes
En la industria existe inquietud por la llegada de la primavera y el aumento de la temperatura del agua, escenario que gatilla el brote del cáligus, porque no quieren repetir un escenario crítico como el vivido a inicios de este año. Por eso, las empresas y la autoridad están implementando una agenda de trabajo que permita introducir cambios a las regulaciones en el corto plazo y "adaptarlas a la realidad actual del sector", señalan en SalmonChile.
José Miguel Burgos, por su parte, indica que se está avanzando en una "profunda modificación" de las labores de control de este tipo de enfermedades. "Se viene el verano y hay que prepararse", advierte.
Una innovación será usar métodos alternativos para controlar el nivel de cáligus en los salmones. Para eso se quiere comenzar a investigar un tipo de pez que se mete en las jaulas con los salmones y se come los piojos de mar. "En Noruega ya se han identificado dos peces que hacen esta labor. La idea de Chile no es traerlos, pero sí investigar qué especies locales pueden servir para esto", explica Burgos.
Otro punto es ampliar la zona de coordinación de los tratamientos, que hoy se centran en trabajos por barrios. La idea, explica Burgos, es hacerlo con una mirada oceanográfica y ampliar esa tarea conjunta hacia las macrozonas.
Por último, se quiere mejorar el monitoreo de los tratamientos para ver si efectivamente están resolviendo los problemas o, bien, determinar cambios en los métodos utilizados para atacar el cáligus.
Pese a esto, la industria es crítica e indica que es necesario un cambio estructural en el sector, con miras al largo plazo. Esto, porque existe la percepción, a nivel de algunas empresas, que las normativas no están ayudando e, incluso, se ha indicado que existe una inadecuada aplicación de éstas.