Son los reproches de Lita Amunátegui viuda de Achondo: "¿A qué hora me van a atender? ¡Este es un servicio de urgencia, pero parece que no conocen el significado de esa palabra!". Tiene el C 97, pero nunca ha esperado con número. Tampoco en un servicio público. "¡Dios mío! Así me querías ver -continúa- en medio del lumpenaje. Así como multiplicaste los panes, ¿por qué no multiplicas los doctores?".
Con Manuel Gallardo (Alvaro Rudolphy) -el nuevo vecino- y su hija Tichi (Paola Volpato) a sus espaldas, el personaje de Gabriela Hernández en Pituca sin lucas (Mega, 2014) ve lejano el trato preferencial de una clínica privada, pero muy de cerca aquello que la primera producción de la era de María Eugenia Rencoret en Mega coló en su fábula: el Auge, las esperas, las marchas estudiantiles y un discurso político.
En tiempos en que la televisión de pago y Netflix suman adherentes, la identificación con las audiencias chilenas es la garantía de la televisión abierta. Y tal como la noción de la familia tradicional, que se reúne toda junta frente al televisor, está en metamorfosis, la familia convencional -papá, mamá, hijos, todos juntos- también lo está. Tanto en la ficción como en la no ficción. Sin ir más lejos, el personaje de Volpato es una mujer abandonada por el padre de sus hijos, que debe levantar emocional y económicamente a su familia.
"La familia está buscando encontrarse de nuevo", dice Rodrigo Díaz, productor ejecutivo del área de ficción de CHV, "ya no dentro de la estructura clásica. Está tratando de formar un núcleo donde no necesariamente el que tengo al lado es sanguíneamente mi familia". Continúa: "Yo acepto que mis padres se separan, acepto que voy a dejar a mi marido, pero de todos modos necesito estar, pertenecer, protección, con quién hablar. Nos cuesta mucho ser el lobo solitario".
La postal de la familia tradicional que se reúne toda junta frente al televisor, como reflejó acertadamente Los 80 (Canal 13), con la elección de Cecilia Bolocco o el penal de Caszely, está mutando, o directamente ya mutó. En un escenario así, las historias que son puestas en pantalla se convierten en su espejo.
"Efectivamente, estamos siendo protagonistas de un cambio", dice al respecto Rodrigo Cuevas, guionista hoy de Sres. Papis (Mega) y quien dio vida a la familia Herrera en Los 80. "Hace unos 10 años, existía la creencia de que para que a los programas les fuera bien, y a la ficción en particular, tenían que mostrar un mundo de ensueño, bien idílico, un modelo aspiracional, porque se supone que el público quería ver eso en pantalla. No quería verse a sí mismo".
Hoy, las imágenes de distintos tipos de familia y sus integrantes se encuentran en todos lados, desde Master Chef (Canal 13), a Sres. Papis (Mega), Pituca sin lucas (Mega) y los mismos Los 80, además de varios docurrealities nacionales.
Chileno promedio
Imposible es pasar por alto un clásico televisivo cuando se habla de familia: Los Venegas (TVN, 1989-2011). Allí, la familia es un lugar idealizado: un papá trabajador, una abuela y una dueña de casa. Más dos hijos: la primera, enfermera; el segundo, ingeniero forestal. Su contrapunto: Casado con hijos (Mega, 2006-2008). "Casado con hijos se burla de eso. La ironía rompe ese modelo: no sólo por ser papá de clase media y trabajar en algo que no te gusta te hace ser buena persona; o te hace ser inteligente; o un buen ejemplo para tus hijos. Aunque trabajes duro para que tus hijos estudien, si tu hija es tonta, es tonta nomás", explica Constanza Mujica, profesora de la Facultad de Comunicaciones UC.
"Es ingenuo que las cosas siempre funcionen", continúa Mujica. "Estamos en una sociedad mucho más dispuesta a ver las torsiones. Lo que no funciona. Y esto es nomás. No es bueno ni malo. Vivimos en una sociedad mucho más escéptica y crítica. Y ahí está Once Comida (TVN), una mezcla entre Los Venegas y Casado con hijos. Ese olorcito a pan con mantequilla, pero mucho menos ingenuo".
En materia de ficción, Cuevas piensa que algún día será necesario incluir a familias homoparentales y que, llegado ese momento, la televisión deberá enfrentar ese desafío. "Nuestros protagonistas son familias mucho más representativas del Chile real. Familias que tienen que ganarse la vida. Que les cuesta llegar a fin de mes. O que están sin trabajo. Cosas que antes no existían. Y en ese sentido, se está haciendo un retrato más fidedigno de lo que es el chileno", explica el autor de la actual nocturna de Mega, que aborda tres caras de la paternalidad masculina.
En ese sentido, Los 80 abrió camino a representar a una familia chilena con nostalgia, pero al mismo tiempo, con todos sus problemas y sin ahorrarse las dificultades para la clase media en la década ochentera chilena. Contando los pesos para el presupuesto mensual. Los amigos de la familia eran una madre soltera, otro sin papá. "Fue bien rupturista en su minuto, por más natural que parezca hoy, aunque suene de perogrullo, no era para nada frecuente todo eso. Nos planteamos hacer un mundo bien representativo del Chile promedio", recuerda Cuevas en cuanto a los Herrera. "No digo que es el único mundo que hay, pero sí es el más común".
En el mundo de las series, en los últimos cinco años, lentamente se han visto nuevas realidades familiares representadas. La profundidad del formato permite que sus personajes estén cruzados por sus familias. No hay relato chileno en que el protagonista se desarrolle sin que su historia familiar esté determinándolo: Zamudio (TVN), Sudamerican Rockers (CHV), Príncipes de barrio (Canal 13).
"Nuestras series -explica por su parte Rodrigo Díaz, productor ejecutivo del área de ficción de CHV-tienen un concepto que atañe a muchos miembros de la familia. De pronto, el conflicto es de nuestras mujeres en Lo que callamos las mujeres, pero es con sus hijos, con el ambiente social. Uno busca un punto más alto en el relato, y es mucho más abierto".
De carne y hueso
Como primicia no hay una sola familia. Hay muchos tipos de familia. Y también muchos tipos de integrantes en cada una. De los que Sergio Nakasone -productor ejecutivo de Canal 13- apunta a dos olvidados: los niños y la tercera edad. Cerebro de los realities nacionales y generador de la franquicia MasterChef en Chile, destaca que el programa de cocina tiene el valor -en la no ficción, en carne y hueso- de haber convocado a la familia y poder abarcar, en un mismo tiempo, a un participante de 17 años y a otro de 85: La Naná.
"Si bien a la hora de representar el concepto de familia no hay nada que se compare con la ficción, creo que MasterChef es la excepción. Por la amplitud del casting y porque se trata de la cocina, que es algo muy de familia", explica Nakasone, en tanto, agrega que "humildemente" quisieron armar un mapa de las familias de Chile, incluyendo a las extranjeras.
"La riqueza que tiene la telerealidad es que te dice 'sí, esto realmente pasa'. Creo que es más patente", dice, por su parte, Mariana Hidalgo desde TVN. Canal que, desde el género, ha puesto en pantalla familias como Los Méndez; comunión entre personas comunes y corrientes y famosos: Adopta un famoso; relaciones muy jóvenes: Mamá a los 15; y un golpe a la cátedra: Happy Together. "Nos pareció interesante tratar el tema de la adopción de una pareja gay desde la vivencia de una familia constituida y que fuese totalmente candidata para ser papás. Lo que, en el fondo, te permite conversar el tema también en familia".
Nuevos modelos de hacer familia que, en su minuto, la televisión deberá decidir, o no, hacerse cargo.