Por las calles y vitrinas de Santiago se pueden observar varios modelos de zapatillas deportivas. Sin embargo, a un puñado de capitalinos no les interesa este "vitrineo", pues lo que ellos prefieren es trotar descalzos o con FiveFingers, unas zapatillas muy delgadas con suelas de goma, que tienen cinco dedos y que parecen guantes para pies. Sirven para evitar los cortes que puedan sufrir los adeptos por desechos metálicos o de vidrio que hayan en el piso.

No hay registros sobre cuántas personas adoptaron esta modalidad en la ciudad, conocida en el mundo como barefoot running, pero ellos calculan que pueden oscilar entre los 70 y 100.

La empresa Props, que desde 2010 importa las zapatillas FiveFingers, señala que este año sus ventas aumentaron en un 200%, mientras que la página de Facebook Barefoot team ya cuenta con 458 seguidores.

La gran mayoría de los adeptos son hombres. Se les puede ver en el cerro San Cristóbal, en los parques Pocuro y Araucano, en algunas ciclovías como la de Av. Pajaritos, e incluso en carreras y maratones que se organizan en Santiago.

Dicen que la modalidad va en alza, pues aseguran que pueden correr sobre cualquier superficie. Sin embargo, el médico traumatólogo de la Clínica Meds, Julio Botello, es más cauto. "Para que todos los beneficios de esta práctica actúen, hay que buscar superficies naturales, como la arena, el pasto o la tierra, y tratar de evitar el cemento", afirma.

Cristián Berti, quien entrena tres veces a la semana en el Parque Araucano, cuenta que el año pasado se topaba, "a lo más, con una o dos personas más corriendo a pie pelado. En cambio, sólo este mes ya he visto a 10", explica.

"Es que estamos diseñados para andar sin zapatos", afirma Cristián Sieveking, quien corre desde hace 37 años.

En 1978, este maratonista dio con la historia de los indígenas mexicanos Raramuris. "Ellos suelen correr distancias largas, más de 80 kilómetros, y sólo usan unas suelas delgadas tipo ojotas. Llevan más de 500 años haciéndolo, en perfectas condiciones y nada te hace distinto a ellos. Sólo es cosa de retomar este hábito ancestral", asegura. Fue el momento en que descubrió que trotar descalzo era lo suyo.

Hoy recorre con sus FiveFingers el cerro San Cristóbal, el parque Pocuro y el Camino a Farellones.

Pero él no sólo es cultor, sino que también ofrece clínicas en las que habla de las ventajas que tiene esta práctica. "La amortiguación natural del pie es mejor que la de cualquier zapatilla. Hay que perderle el miedo a correr descalzo. Hasta la gente con sobrepeso o pie plano puede", asegura Sieveking.

Botello coincide en ese punto. "Contamos con un sistema de amortiguación innato, compuesto por un talón con grasa hecho para recibir el impacto de cada paso, y músculos, tendones y cartílagos que también ayudan en esa función. Todo un sistema orientado a distribuir el impacto que volvemos a usar al estar sin zapatillas", explica.

El médico agrega que estudios internacionales, incluso, demostraron que poblaciones que realizan sus actividades descalzas gastan menos energía.

Nicolás Troncoso sabe de esos beneficios. En el colegio era obeso y tenía una lesión en las rodillas. Quiso hacer deporte para adelgazar, pero los doctores le dijeron que no podía trotar. Comenzó a investigar por su cuenta y hace dos años se compró un par de FiveFingers. No fue tanto su convencimiento, hasta que hace un año se despojó de toda cobertura para sus pies y entrena de esa forma en el San Cristóbal y la ciclovía de Av. Pajaritos.

"Cuando la gente me ve se sorprende. Cree que ando así porque no tengo para zapatillas, pero cuando se me acercan, les cuento que gracias a esta práctica ya no tengo problemas en las rodillas", cuenta este estudiante de Kinesiología.

Al natural

El doctor Botello añade otros beneficios de andar a "pie pelado". "Se produce una respuesta sensitiva que permite ajustar la amortiguación de acuerdo con cada superficie. Y ésa es una propiedad que el calzado inhibe", explica.

El instructor René O'Ryan entrena con estas delgadas zapatillas hace un par de años. "El contacto con el suelo mejora el que es considerado el sexto sentido, la propiocepción, esa capacidad cerebral de conocer en cada instante cómo está posicionado tu cuerpo respecto del espacio y de qué manera se está moviendo", detalla. Agrega, además, que se fortalecen los músculos de los pies y pantorrillas, se desarrolla la movilidad de tobillos y se alinea mejor la espalda.

Todos los practicantes del barefoot running concuerdan en que para correr descalzos se requiere un período de adaptación, que dura cerca de tres meses. En ese sentido, los especialistas recomiendan primero caminar por unas semanas y luego apurar la marcha. "Es como sacarse un yeso y rehabilitarse", resume Troncoso, quien, además, agradece que hoy existan zapatos más cómodos para que el cambio no sea tan brusco.