Un submarino ruso supuestamente merodeando en aguas suecas; aviones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) interceptando bombarderos rusos; espías rusos desplegándose en toda Europa, según la inteligencia checa; un funcionario estonio presuntamente raptado y enviado a Moscú para ser acusado de espionaje.
Son todas actividades en las sombras o bajo el radar, acompañadas de una andanada de mensajes antioccidentales en los medios prorrusos: lo que se ha dado en llamar "guerra híbrida", donde la propaganda y la provocación están en primer plano.
De hecho, el sondeo ruso de las fronteras de la OTAN y las defensas en la región del Báltico no es nada nuevo.
Pero las presuntas incursiones de aviones militares rusos se triplicaron durante el último año y los funcionarios de la OTAN afirman que las maniobras ocurren cada vez más profundamente en territorio de la alianza occidental y son más provocadoras.
"Lo que hemos visto es una creciente presencia militar de Rusia en el aire, en el mar y ahora bajo el mar", señala Tomas Ries, profesor titular en la Escuela de Defensa Nacional de Suecia.
"Se podría decir que esta nueva especie de guerra híbrida está definida por el hecho de que no hay una distinción real entre la guerra y la paz".
"Es una señal del Kremlin a Occidente de que básicamente el pasado quedó atrás. Rusia está regresando al escenario y afirmando: 'Somos fuertes y ya es hora de que se den cuenta que deben respetarnos'".
Pero la guerra híbrida es casi siempre negable.
"Propaganda occidental"
¿Recuerda aquellos "hombres de verde" que aparecieron por primera vez en Crimea para ayudar a facilitar la anexión a Rusia? ¿O los soldados rusos y armas pesadas que aparecieron en el este de Ucrania en apoyo de los rebeldes prorrusos?
Ahora, como entonces, el Kremlin se ha apurado por negar su participación.
En efecto, mientras Occidente reporta un patrón de aumento de la actividad militar y de inteligencia rusa en las fronteras orientales de la OTAN, Moscú sostiene lo contrario:
No hay pruebas de la presencia de un submarino ruso en aguas suecas.
El funcionario estonio acusado de espionaje estaba del lado ruso de la frontera.
La actividad militar fronteriza rusa en el Báltico es rutinaria y siempre en espacio aéreo o aguas internacionales.
Y lo que es más, indica el Kremlin, si hay una guerra híbrida, es una campaña de propaganda inspirada y orquestada por gobiernos occidentales y encabezada por Estados Unidos, para mostrar a Rusia como el enemigo.
"No digo que Rusia esté libre de culpa", comenta Dmitry Linnik, jefe de la oficina de la emisora radial La Voz de Rusia en Londres.
"Pero mostrar todo esto como lo han hecho los medios y políticos occidentales no sólo es irresponsable, sino que se encamina a aislar y castigar a Rusia para abrir una brecha entre ese país y Europa".
Ahora, funcionarios rusos culpan rutinariamente a EE.UU. de casi todo.
Nikolai Patrushev, exdirector del espionaje ruso y -según se cree- amigo íntimo del presidente Vladimir Putin, acusó recientemente a EE.UU. de enredar a la Unión Soviética en una atroz guerra en Afganistán y luego deliberadamente debilitarla económicamente para provocar su colapso en 1991.
Según Putin, EE.UU. sigue intentando socavar a Rusia.
En su discurso anual ante el llamado Club Valdai, Putin sostuvo que Rusia está tomando el lugar de la URSS como "centro del mal" en la propaganda estadounidense, para "dibujar líneas divisorias y formar coaliciones dirigidas contra un enemigo, como durante los años de la Guerra Fría".
Pero esta posición deja un enigma.
Desconfianza
Por una parte, Putin se queja de ser tratado con suspicacia. Por otro, parece desear proyectar a Rusia como una potencia renaciente, preparada para contraatacar si sus intereses son ignorados.
Entonces ¿cómo pretende recuperar sus amigos en Europa, si los gobiernos ven a Rusia como una amenaza?
Clifford Gaddy, del Brookings Institution en Washington y coautor de un reciente perfil de Putin, indica que el punto es que quiere que la gente le tenga miedo.
"Es un principio fundamental de la política exterior rusa y en particular de la de seguridad, que realmente no se puede confiar en nadie", señala.
"Debe tener alguna clase de intimidación o chantaje que asegure que se comporten como desea".
En el nuevo espacio gris de la guerra híbrida, indica la teoría, ya no hay buenos y malos.
"Se le llama una ideología líquida o posmodernista", dice Ilya Zaslavsky, investigador del Instituto Real de Asuntos Internacionales en Londres.
"La idea es ahora nadie tiene ideología, así que se puede argumentar que todos somos cínicos y corruptos como todo el mundo".
"Ellos quieren presentar a Rusia como un matón", indica. "Se acomoda convenientemente a su propia realidad virtual de nueva guerra fría, donde Rusia es un castillo sitiado por enemigos y debe contraatacar".
Es un conflicto confuso y complejo. La pregunta es ¿a dónde se dirige?
Ruptura total
Gaddy no cree que Putin quiera una ruptura total con Occidente, pero también duda de que las sanciones occidentales logren que Rusia modifique su conducta.
De hecho, le preocupa que si las sanciones continúan aislando a Rusia, la próxima escalada en esta guerra de sombras sea muy peligrosa.
"Estamos en un mundo tan altamente integrado, especialmente en lo electrónico, que si sacamos a Rusia de esa integración, haremos más probable que emplee armas cibernéticas de una manera muy peligrosa -como contra nuestros sistemas financieros- porque le estamos reduciendo el costo de hacerlo", afirma.
Es algo que Linnik descarta como más alarmismo: "Creo que Moscú es mucho más pragmática de lo que pensamos".
"No creo que Moscú esté siquiera considerando ese camino y espero que Occidente también se dé cuenta", opina.
Pero el problema es que, en el turbio mundo de la guerra híbrida donde todo es negable y nada es seguro, ¿quién sabe como se desarrollará esta crisis?