Alejandra Jaimovich tenía un hijo de dos años y planificaba tener una guagua durante el 2009, al igual que dos amigas. "En los dos primeros años de vida, mi hijo y los de mis amigas se habían enfermado, por lo que se nos ocurrió que recibieran estimulación en casa. Así se protegían contra las enfermedades", recuerda. En diciembre de 2008 comenzaron a buscar una educadora de párvulos para hacer un jardín infantil en la casa de una de ellas.
Una idea que se ha ido contagiando entre familias jóvenes. Vecinos y amigos que se organizan para dar la adecuada estimulación preescolar, pero en casa. Una especie de homeschooling, la educación en casa nacida en EE.UU., pero sin las trabas de la primera, ya que no necesitan autorización del Mineduc. Según un estudio del economista Dante Contreras, los niños que asisten a educación preescolar de calidad obtienen hasta ocho puntos más en el Simce.
Una mesita con sillas, una parvularia e implementos de estimulación son las únicas condiciones de estos espacios de educación alternativos.
Durante el año pasado, Alejandra y sus amigas mantuvieron el jardín. Entre marzo y agosto funcionó en la misma casa, debido al horario de trabajo de una de las mamás. Pero durante el segundo semestre comenzaron a turnar la sede. "Queríamos que la vinculación con otros fuera un proceso gradual y que todos los aprendizajes estuvieran más cuidados", cuenta Alejandra.
SALAS CUNAS
El profesor de Sociología de la Universidad Pompeu Fabra en España, Gosta Esping-Andersen, uno de los mayores expertos del mundo en temas de familia, recomienda que los niños no vayan a guarderías antes del año de vida, porque necesitan el apego a un adulto.
Sin saberlo, la periodista Claudia Carranza siguió sus directrices. Su primer hijo se crió en una salacuna con sus hermanas. "Las tres tuvimos guagua el mismo año. Teníamos que trabajar y nos daba angustia mandarlos a una salacuna. Queríamos un cuidado personalizado", explica.
En la casa de sus papás, prepararon una pieza especialmente para que fuera la salacuna, donde asistieran cuatro niños, el mayor de un año.
Los menores aprendieron a saludar, a trabajar y a pintar en la casa de sus abuelos. También aprendieron a bailar cueca e hicieron una presentación para Fiestas Patrias.
Ahora que ya todos tienen dos años, sus padres decidieron que los niños deben entrar a un jardín infantil. "Es importante que sociabilicen con más niños y exponerlos a algo menos familiar, porque después entran al colegio", dice Claudia.
LAS RUTINAS
La sociabilidad, la higiene, los estímulos y el desarrollo del lenguaje fueron las prioridades que determinaron Alejandra y sus amigas para educar a sus hijos. Todas sicólogas, entrevistaron a algunas parvularias, recomendadas por amigos y parientes, hasta encontrar a la indicada.
La rutina es la misma que un jardín: los niños llevan colación según un calendario, salen al patio para investigar la naturaleza y cocinan galletas y pintan.
Todo, guiado por la educadora de párvulos. "Yo veo que comparado con otros niños que asistieron al jardín hay mayores aprendizajes en algunos aspectos. Por ejemplo, el control de la agresividad es más fácil, porque cuando hay muchos niños a cargo de una persona es difícil estar enseñando todo el tiempo", dice Alejandra.
Sin embargo, para expertos en primera infancia el tema no es sencillo. Verónica Romo, directora de Educación Parvularia de la U. Central, no ve beneficios extras en esta práctica, sino más bien riesgos.
"Es difícil que en una casa se puedan generar espacios exclusivos para educar a los niños. Además, el niño al salir de su hogar recibe beneficios para su educación integral, porque va a un espacio distinto, donde se encuentra a diversas personas", explica Romo.
La psicopedagoga de la Unab, Constanza Garcés agrega que aunque vayan rotándose de casa, los niños se relacionan con conocidos, lo que juega en contra de la socialización.