La pregunta hasta hace poco era por qué los precios del petróleo no bajaban. Había múltiples razones que justificaban un descenso: una producción estadounidense creciente, una demanda menor que la prevista y el fortalecimiento del dólar. Pero los precios seguían como si nada, por encima de los US$ 100 prácticamente desde 2011.

El ajuste fue rápido y sorpresivo en su magnitud: una caída de 25% desde junio, dejando los precios del referente europeo, el Brent, en US$ 85 y los del estadounidense, el WTI, en US$ 80.

Y las repercusiones también son grandes. Por un lado, están las económicas, más evidentes: el menor costo se traduce en un ahorro en la cuenta energética (es el caso de Chile), en corrección de los desequilibrios externos y en una menor presión inflacionaria. Además, libera dinero para consumo: según Capital Economics, suponiendo que los consumidores gastan la mitad de lo que se ahorran, una caída permanente de US$ 10 en el precio del petróleo impulsaría la demanda global entre un 0,2% y un 0,3%, equivalente a una inyección de unos US$ 320.000 millones a la economía mundial si los actuales US$ 85 se mantienen hasta fines de 2016.

Por otro lado, hay un realineamiento del escenario geopolítico que comenzó a esbozarse cuando Estados Unidos abrazó las técnicas de fractura hidráulica (fracking) para desarrollar su sector petrolero con un éxito inimaginable hace 10 años, cuando llegó a construir terminales para recibir el gas que se vería obligado a importar para satisfacer su demanda energética. Hoy, esas terminales se están reconvirtiendo para exportar gas natural licuado, extendiendo la bonanza al Asia y otras regiones hambrientas de energía.

ACUMULACIÓN DE FACTORES

El crudo Brent, la referencia para Europa y la economía internacional en general, bajó de US$115,71 el barril el 19 de junio a US$ 82,60 el 16 de octubre, el precio más bajo en casi cuatro años. En Estados Unidos, el West Texas Intermediate tocó US$ 79,44 el 27 de octubre, el precio más bajo desde junio de 2012, aunque cerró sobre los US$ 80.

Los altos precios del petróleo permitieron el desarrollo del fracking en Estados Unidos, que ha aumentado su producción de petróleo a un ritmo anual de entre 1,2 y 1,4 millones de barriles diarios desde 2011. Ahora puede influir en el rumbo del mercado, restándole poder a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) en el proceso.

A la mayor producción de Estados Unidos se sumaron otras razones. Libia, cuya producción no existía en septiembre de 2012, hoy lleva al mercado entre 800.000 y 900.000 barriles diarios. El avance del Estado Islámico en Irak no ha mermado la producción, de unos tres millones de barriles diarios. Irán quiere aumentar su oferta a cuatro millones de barriles en marzo de 2015, siempre que logre un acuerdo para eliminar las sanciones internacionales. En septiembre, la Agencia Internacional de la Energía redujo sus proyecciones de incremento del consumo en 25%, casi al mismo tiempo que el Fondo Monetario Internacional (FMI) alertó del riesgo de una tercera recesión en Europa.

La caída se aceleró a comienzos de octubre. Ray Carbone, presidente de la corredora Paramount Options, comentó que fue entonces cuando Arabia Saudita rebajó los precios para sus mayores clientes. La medida era una señal de que el exportador más grande del mundo prefería defender su cuota de mercado que hacer espacio para la producción de Libia y apuntalar los precios. "Para mí, ese fue el dato revelador", señaló Carbone en una entrevista con Bloomberg. "Una vez que empezó, fue incesante".

Su lectura: una guerra de precios en la misma Opep, que hace muy difícil que haya un recorte en la producción en su encuentro de fines de noviembre. Bank of America Merrill Lynch (BAML) advirtió ya en septiembre que los avances del Estado Islámico habían perturbado la política en Medio Oriente y cambiado los incentivos para la cooperación de jugadores clave, locales y globales. La inacción de Arabia Saudita, dice el banco, apunta en esa dirección. Además, advierte, "la caída en los precios podría beneficiar a Arabia Saudita si frena la inversión estadounidense en shale oil y mantiene a Estados Unidos involucrado en Medio Oriente por más tiempo".

El secretario general de la Opep, Abdalla el-Badri, negó la existencia de una guerra de precios. "Nuestros países siguen al mercado", dijo el miércoles en la conferencia Oil Money de Londres. "La gente vende al precio de mercado".

NUEVO RANGO

El mercado no parece esperar un repunte importante en el corto o mediano plazo. Barclays, por ejemplo, recortó sus proyecciones de precios dos veces en octubre. Aunque el banco británico espera que la Opep reduzca su proyección, no cree que la disminución sea suficiente para remover el excedente global. Ahora prevé que el precio promedio del Brent en 2015 será de US$ 93 en vez de US$ 96 y el del WTI, de US$ 85 en lugar de US$ 89, aunque advirtió que es probable que el crudo haya tocado piso para este año y haya un repunte modesto durante el resto del trimestre.

Goldman Sachs está más confiado en la escala y sostenibilidad de la producción de shale oil en Estados Unidos y estima que los precios de referencia tendrían que caer a US$ 75 para que el crecimiento en la producción se enfríe. Según sus analistas, el Brent promediará US$ 85 por barril en el primer trimestre, por debajo de su proyección anterior de US$ 100, y el WTI se venderá por US$ 75 en el período, desde una estimación previa de US$ 90.

Bank of America Merrill Lynch espera precios promedio del WTI de US$ 95 en 2014 y US$ 90 en 2015, debido a un crecimiento fuerte de la producción de shale oil, la llegada de nuevos oleductos a Cushing además de un repunte en la producción de crudo ligero en otros países. Para el Brent, espera un precio de US$ 98 en 2015 y advierte que a estos niveles hay incentivos para que la Opep apoye los precios: el presupuesto de Arabia Saudita, por ejemplo, es deficitario con el Brent por debajo de US$ 85.