Los últimos años han sido testigos de una tremenda transformación en la relación entre las empresas y la sociedad. Hoy se habla de responsabilidad social de las empresas. Para algunos este concepto es un simple maquillaje al frío rostro del capitalismo, sólo otra variable dentro de la función de maximización de la utilidad. Para otros, un deber.

En Chile, poco a poco las grandes empresas han ido aprendiendo acerca de la importancia y la conveniencia de la responsabilidad social, pero aún queda por aprender. Muchas empresas contribuyen directa e indirectamente al desarrollo de las comunidades donde operan. Sin embargo, esto no siempre es conocido por el público general.

COMUNIDAD EMPODERADA

Edward Freeman dio inicio a lo que se conoce como la teoría de los stakeholders: si los accionistas tienen la propiedad de la empresa, también existen empleados, proveedores, consumidores, clientes y una comunidad que tiene derechos sobre la empresa. Desde una perspectiva histórica, Freeman observa una tendencia social a favorecer a los stakeholders.

Es un hecho que las leyes han ido privilegiando cada vez más a los trabajadores y a los consumidores. El intercambio, como proceso en que ambas partes acuerdan lo que a ambos les conviene, se ha regulado de manera de favorecer a los consumidores. Las leyes laborales también han tendido a proteger a los trabajadores. Es la comunidad la que ha ido adquiriendo cada vez más poder frente a las corporaciones y, por ello, según la teoría de los stakeholders, la empresa no sólo debe velar por sus accionistas, sino también por su comunidad. La responsabilidad social sería una consecuencia de este fenómeno. Esto exige que la administración juegue un rol más político en su relación con la comunidad.

En tanto, para Milton Friedman, exponente de la teoría de los shareholders, el tema de la Responsabilidad Social sería sólo una máscara para camuflar la fría cara de la maximización de la utilidad. Si la responsabilidad social es simplemente una estrategia de marketing para disfrazar la realidad del mercado y sus condiciones, para Friedman no existiría conflicto alguno. En definitiva, si aumenta el valor de una empresa por cooperar con la comunidad, entonces eso es lo que debe hacer la administración. Ese sería el correcto análisis costo-beneficio. En cambio, para los seguidores de Freeman, las empresas, independiente de sus utilidades, tienen obligaciones con sus stakeholders.

ENTENDER EL ENTORNO

Independiente de la postura que asumamos, entender el entorno donde nos movemos, el contexto político, social y económico, es fundamental. La opinión pública juega un rol cada vez más gravitante, y los stakeholders son agentes claves para definir ese rol.

Lo que sí podemos concluir es que la ética juega un papel cada vez más relevante en el mundo de los negocios. Ignorarla puede traer costos significativos. Estar conscientes de su importancia resulta hoy una necesidad que va incluso más allá de la posición ética que uno defienda. Por ello no es de extrañar que hoy, así como existen índices de clasificación de riesgo, existan índices que valoran la responsabilidad social.

PARA TENER EN CUENTA

A fines del año 2004, la imagen de un cisne cuello negro agonizante en el Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter, un humedal cerca de Valdivia, conmovió a los chilenos. Aunque organizaciones ambientalistas habían alertado sobre el drama ecológico que se estaba produciendo en el lugar, las imágenes lograron gatillar una crisis industrial de proporciones.

Celulosa Arauco (Celco)
invirtió más de US$ 1.200 millones en la planta en Valdivia. Aunque el plan original contemplaba descargar los efluentes al mar, grupos de presión impidieron la construcción del ducto. Las autoridades ambientales cedieron ante las presiones, aceptando que el proyecto evacuara por el río Cruces, hábitat de diversas especies, entre ellas el cisne de cuello negro.

La planta se puso en marcha en febrero de 2004. Ante las muertes y la emigración de los cisnes, muy pronto las sospechas apuntaron a sus efluentes, descargados en el río Cruces.

A comienzos del 2005, la empresa encargó estudios, pero ninguno era concluyente. Sólo se sabía que los cisnes morían por falta de su alimento, el luchecillo, pero no por qué desapareció este.

El entonces Presidente Lagos citó a una reunión al empresario Anacleto Angelini, accionista mayoritario de Copec para pedirle explicaciones. Dos días antes se había ordenado parar la construcción de una nueva planta en Itata, porque no cumplía las normas y cinco días después de esta reunión se paralizaba Valdivia.

Los recursos legales iban y venían por parte de diversas organizaciones. Celco tuvo que admitir uso de una información errónea en su defensa. Finalmente el gerente general del holding tuvo que renunciar.

El caso Celco marcó un hito en la compleja relación entre una empresa privada y lo público. La empresa no comprendió que la forma de hacer negocios en nuestro país había cambiado, que el discurso económico ya no es suficiente, especialmente cuando la comunidad y el medioambiente se ven afectados.

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