Solitario, retraído, taciturno, escondido, achicado. Con más vida interior que exterior, entendiendo lo primero no como un recogimiento espiritual, sino como una permanencia austera en un refugio de 60 metros cuadrados. Así vive actualmente Hartmut Hopp en Alemania. Nada comparado con las vastas extensiones de terreno que estaba acostumbrado a divisar en Colonia Dignidad, en la Región del Maule; nada comparado con los privilegios de que gozaba como número dos de la secta alemana que dominaba tiránicamente el pederasta Paul Schäfer. Pero lo que hoy tiene es mucho  comparado con la perspectiva de cárcel que se cernía sobre él si no se hubiera fugado en mayo de Chile.

Hopp reside en una de las zonas más bulliciosas de Krefeld, pero apenas se deja ver. Vive en pleno centro comercial de esta ciudad obrera del oeste de Alemania, donde habita la mayoría de ex colonos que buscan una nueva vida lejos de Colonia Dignidad. Y que han elegido Krefeld, pues allí, al alero del pastor de la iglesia Misión Popular Libre, se sienten acogidos en comunidad. Ewald Frank, el pastor, visitó Chile en dos ocasiones, para bautizar colonos, y en 2005 el gobierno de Ricardo Lagos le prohibió el ingreso. Hasta hoy, Frank reclama por esa prohibición.

En Wiedenhofstrasse, la calle donde vive Hopp con su mujer, Dorothea, nada delata movimientos extraños. Padres y abuelos apuran los últimos helados que permite el otoño, mientras ven jugar a sus hijos y nietos en la plaza que hay frente a la casa de quien fuera mano derecha de Schäfer; jóvenes se reúnen para tomar cerveza en los bancos de un jardín mal regado y cubierto de hojas caducas. Hay un constante deambular de gente, vecinos turcos y alemanes, junto a un estacionamiento público de pago. Nadie parece correr más riesgo que quien entra a apostar dinero a los dos casinos ubicados a escasos metros del nuevo hogar de los Hopp. Es una zona salpicada por los comercios más variopintos: una pequeña tienda donde venden tintas de impresora, un restaurante italiano y otro griego, una mercería, un antiguo horno de pan, una vieja taberna cerrada, una florería, una tienda de deportes, una casa de créditos. Todo, en la zona conocida como Krefeld City.

Al preguntar a dependientes y empleados de esas tiendas, no todos reconocen el nombre de Hartmut Hopp; pero hay quienes responden que es un tipo relacionado "con esa secta de Chile".

El ex jerarca de Colonia Dignidad hace todo lo posible para pasar inadvertido. Como ciudadano alemán se siente seguro de que, a pesar de recaer sobre él una orden de captura de Interpol, su país no lo va a extraditar para que responda ante la justicia chilena. Pero no está tan tranquilo como suponía, desde que en agosto la prensa local ubicó su primera residencia en Alemania. Luego de huir de Chile, escondido en un bus, y de demorar más de una semana para salir de Sudamérica, Hopp llegó a establecerse en Willich, a pocos kilómetros de Krefeld, apoyado por varios ex colonos. Su primera intención era establecerse en un punto más céntrico de la ciudad, pero cuando el administrador de la vivienda descubrió en Google el historial de su inquilino, prefirió abortar el arriendo.

Para septiembre, el matrimonio Hopp había dado con otra vivienda y tenía acordada la mudanza al distrito de Linn, ya perteneciente a la ciudad de Krefeld. Las asociaciones vecinales reclamaron y la inmobiliaria prefirió rescindir el contrato.

En el edificio de tres pisos de Wiedenhofstrasse 34, donde él y su esposa ocupan un departamento interior del último piso, sin ventanas que den hacia la calle, los vecinos parecen molestarse menos con su presencia. Una señora, de hecho, nos dice que la pareja vive "aquí con la conciencia tranquila" y que, al fin y al cabo, sólo tienen interés en vivir en Krefeld para estar cerca de su hijo adoptivo, Michael. En febrero de 2010, el joven se mudó a Krefeld con su esposa, Bärbel -hija del también ex jerarca Albert Schreiber-, y sus dos hijos pequeños. La familia llegó a Alemania con ganas de empezar una nueva vida. Michael tiene trabajo como profesor en una escuela de música de Krefeld. Tiene talento con el violín. Bärbel insistió mucho en viajar a Europa para poner tierra de por medio con el pasado. En la última etapa en Colonia Dignidad, ella tuvo una relación tormentosa con su suegro, aseguran ex colonos que prefieren mantenerse en el anonimato. No obstante, en Krefeld se ha visto regularmente a Michael visitar la casa de sus padres, acompañado de su mujer e hijos.

Los Hopp también son visitados por otros ex colonos: cuando tocó pintar, reformar la nueva vivienda y hacer la mudanza, Hartmut y Dorothea contaron con la ayuda de unos siete ex colonos.

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A poco de llegar a Alemania, el doctor Hopp recibió una pensión mensual de ayuda social estatal de unos 500 euros (US$ 667). Esa prestación está ahora bajo estudio, ante la sospecha de que tiene acceso a otros fondos. Curioso es que con esos simples ingresos estatales se haya podido permitir contratar a uno de los abogados más mediáticos de Alemania, Helfried Roubicek, quien actualmente defiende al secuestrador del intelectual y millonario alemán Jan Philipp Reemtsma. Roubicek fue en los años 80 dirigente de la Cámara de Comercio e Industria germano-colombiana, donde pudo estrechar amistad con Falk W. Spahn. Este último es hoy un asesor externo de las empresas de Villa Baviera.

Roubicek ve, además, las tres denuncias judiciales que se presentaron en contra de Hopp en la fiscalía de Krefeld. Una por parte del Centro Europeo para Derechos Constitucionales y Humanos, instando al fiscal a abrir un proceso de investigación formal sobre la responsabilidad de Hopp en varios delitos atribuibles como jerarca y director del Hospital de Villa Baviera. Y otras dos que han sido formuladas por la abogada Petra Schlagenhauf, en representación de dos ex colonos afincados en Alemania, quienes reclaman haber sido obligados a tomar sicofármacos por 30 años. La tercera, es por la desaparición en el interior de Colonia Dignidad de opositores al régimen de Augusto Pinochet.

Hasta el departamento del matrimonio Hopp la asistente del fiscal de Krefeld ha llegado en alguna ocasión.

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El mundo es pequeño. Aún más para Hopp, concentrado en los 60 metros cuadrados de su vivienda, por la que paga un alquiler mensual de 290 euros (US$ 387), calefacción aparte. El hace mucha vida en casa y es muy activo por internet. Twitter, Facebook y otras redes sociales forman parte de su rutina. En Facebook también experimenta el rechazo de algunos en la comunidad. En esta red social se formó un grupo con el título en alemán: Señor Hopp, usted es un indeseado en Krefeld.

El doctor y ex director del Hospital de Villa Baviera -que en la Colonia era apodado "Struppi", como el perro de Tintín- se registró en la cámara de médicos de Renania del Norte. Su intención de retomar su trabajo, en todo caso, no se puede concretar en el sistema público alemán, por estar ya en edad de jubilación. 

Desde que trascendió en la prensa local la ubicación actual del ex jerarca de la secta alemana, numerosos curiosos merodeaban la calle por si lo podían observar. No sólo lo buscaban ciudadanos comunes y corrientes, sino también simpatizantes del neonazi Partido Nacionaldemócrata alemán (NPD). En la página web de la delegación de Krefeld de este grupo, también había información sobre la vida de Hopp. Los vecinos del ex jerarca confirman que un día se alarmaron al ver a cabezas rapadas delante de la puerta del edificio.

En un momento, la curiosidad de los simples ciudadanos y el acoso de la prensa alrededor del edificio cubierto de pequeños azulejos grises y con toques de azul fue tal, que una residente de Wiedenhofstrasse 34 borró el nombre de Hopp del timbre de la entrada.

El sale poco del departamento. Cuando hay que hacer diligencias, es Dorothea quien  agarra la bicicleta. Al salir, mira a un lado y a otro de la calle, como si desconfiara de que la están observando. A la esposa se la ha visto también en la Misión Popular Libre de Ewald Frank. Su hijo y nuera también frecuentan el culto del llamado nuevo mesías de Villa Baviera. El doctor Hopp se cuida más de dejarse ver con sus amigos frankianos.

Acostumbrado al acoso de la prensa, el doctor sabe cómo reaccionar cuando los periodistas lo sorprenden en la calle: simplemente, no abre la boca.

Un día al caer la noche, un equipo de prensa televisiva le cae encima: "Señor Hopp, tiene orden de arresto de Interpol...". Sorprendido por la cámara, ni él ni su mujer pronuncian palabra ante la batería de preguntas. Sólo aciertan a seguir caminando hasta volver al tercer piso en Wiedenhofstrasse 34.