Las luces del Teatro Municipal iluminan el escenario donde sólo se ve un cuerpo con las piernas y el pecho extendidos sobre el piso. La obertura de la ópera de Wolfgang Amadeus Mozart, La flauta mágica, suena y un bailarín entra caminando lentamente por el costado izquierdo, luego otro por el derecho y así, sucesivamente, más de 20 personas repletan el espacio y se sientan alrededor. Como si el cambio de ritmo en la música fuera un anuncio, todos los bailarines se ponen de pie, apuntan al centro y se pierden poco a poco tras una cortina. Una voz interrumpe el acto y la obra se detiene. Entran al escenario el repositor Juichi Kobayashi y la directora artística del teatro, Marcia Haydée (80), para dar nuevas instrucciones al elenco del Ballet de Santiago y afinar detalles para el estreno de la coreografía de Maurice Béjart, hoy a las 15.30 horas.
Cuatro años demoró el bailarín y coreógrafo francés Maurice Béjart (1927-2007) en realizar la coreografía para La flauta mágica. "El tenía un respeto muy grande hacia la ópera, hacia Mozart y en especial por esta composición", dice la brasileña Marcia Haydée, quien dirige el ballet desde hace 14 años y que trabajó durante ocho junto a Béjart. "Decía que le faltaba algo y eran los bailarines. Ellos con sus cuerpos expresan lo que los cantantes dicen, y es que Béjart era, de entre todos los coreógrafos en el mundo, un creador que utilizaba todo lo que el teatro le daba. El no era sólo ballet", agrega.
Fue en marzo de 1981, en el Circo Real de Bruselas, cuando el espectáculo se montó por primera vez con la grabación íntegra de la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Karl Böhm.
Luego se repuso en 2003 y, desde ese año hasta ahora, no se había vuelto a remontar ya que sólo el Ballet de Stuttgart y el cuerpo de bailarines del coreógrafo tienen los derechos. "Esta coreografía es bastante difícil porque son 20 personajes principales", afirma la directora artística.
La ópera La flauta mágica, llena de magia y simbolismos, cuenta la historia del príncipe Tamino que, escapando de una serpiente, entra en los dominios de la Reina de la Noche. Ella lo encomienda a rescatar a Pamina, su hija supuestamente secuestrada por el demonio Sarastro y de la cual se enamora tras ver su retrato. Así Tamino, acompañado por Papageno, emprende camino al territorio de Sarastro donde, tras superar una serie de pruebas, entiende que el verdadero mal es encarnado por la Reina. Maurice Béjart, fundador del Béjart Ballet Lausanne, concluyó que esta composición sería mejor representada por bailarines que sólo por cantantes y así, siguiendo el canto de los intérpretes líricos, creó los movimientos .
Para reponer la pieza acompañan a Marcia Haydée los repositores que participaron del montaje en 2003: Christine Blanc y Juichi Kobayashi. El decorado es simple: lo compone una estructura que divide el espacio en dos niveles, mientras que la vestimenta colorida de los bailarines se encarga de llenar los espacios. El encuentro entre Mozart y Béjart tendrá seis funciones, desde hoy hasta el 7 de septiembre.