"Gracias a la vida, que me ha dado tanto", tarareó Jorge Videla, aludiendo a Violeta Parra, en una cena en su honor organizada por militares argentinos en 1993. La referencia a Chile no era casual. Ello, porque la particular relación que mantuvo con su par chileno, Augusto Pinochet, y en especial el conflicto del Beagle de 1978, le permitió afianzar su poder.

"Me pareció un gran mentiroso", dijo Videla respecto de Pinochet, según el libro Disposición Final, publicado en 2012 y que recoge una serie de entrevistas del ex dictador transandino. Videla calificó al chileno después de las dos reuniones que ambos sostuvieron en 1978, durante la disputa por las islas Picton, Nueva y Lennox.

Videla estaba muy molesto con Pinochet, porque éste desconoció un croquis donde le propuso un pacto secreto en Mendoza. Pero en la segunda reunión, en Puerto Montt, el general chileno echó pie atrás y puso en una incómoda situación al gobernante transandino, a quien no le quedó otra que aceptar.

La estrategia de Videla era evitar a toda costa una guerra con Chile, pero el impasse aceleró la escalada bélica. Parte de la junta argentina quería el conflicto, e incluso Videla reconoció en su momento que "estuvimos en guerra". Sólo la mediación papal evitó el enfrentamiento y Videla reafirmó su posición en Argentina como una suerte de "abanderado de la paz". Aquello también le permitió seguir al mando del Ejército. Luego del acuerdo, Videla le dio un forzado abrazo a Pinochet.

"Estuvimos con Pinochet reunidos a solas durante tres horas. Nos preguntamos por nuestras familias y hablamos de nuestros países", dijo en 1998, según el libro El Dictador, respecto de la reunión en Puerto Montt. Videla y Pinochet también fueron socios en el Plan Cóndor, contra los opositores a los regímenes militares de la región.