La patada que Gastón Cellerino le propinó al arquero Mauricio Viana debe ser una de las situaciones más bochornosas en la historia del fútbol chileno.

El 14 de noviembre de 2012, en el estadio de Playa Ancha, el mismo que puede servir como escenario para la consagración de Santiago Wanderers, el entonces atacante de Unión La Calera agredió al guardameta de Santiago Wanderers con una patada brutal. De karateca. El ariete recibió siete fechas de suspensión. Antes, fue detenido en el recinto, formalizado por la Ley de Violencia en los Estadios y obligado a ofrecer disculpas a su compañero. Luego, se marchó a Italia para defender a Livorno. Cuando le ofrecieron la opción de militar en el equipo de Valparaíso, no lo dudó. "Era una buena chance de limpiar mi imagen, que había quedado muy dañada por ese incidente", recuerda.

Han pasado dos años desde la agresión y la relación entre ambos es óptima. Lo cuenta el transandino, pues el guardameta no habla con los medios de comunicación hace un año y medio.

Esa fue la explicación que le dio a La Tercera. "Ese asunto lo aclaramos antes de que firmara por Santiago Wanderers. Son cosas que pasan en el fútbol, momentos de calentura en los que uno no mide las consecuencias. Fue un diálogo sincero, con nuestras familias como testigos. Ambos nos disculpamos y el incidente quedó ahí. Hoy, no es más que un triste recuerdo", dice el delantero, pieza clave en el sistema de juego caturro y quien acompañará a Roberto Gutiérrez en la ofensiva que recibirá a Colo Colo, mañana en Valparaíso.

La dirigencia también intervino. El entonces gerente del club, Ignacio Eguiguren, propició el encuentro. "Cuando Gastón volvió a Chile, les dije a ambos que quería juntarlos en un almuerzo para conversar, para que se conocieran. Comimos en Concón. Estaban Mauricio, Gastón y su señora y yo. Fue muy agradable. Los conocía a ambos y son buenas personas. Se hicieron amigos. Hubo afinidad entre ellos. Son gente buena. Se escucharon y después se dio por superado el incidente. Ambos sabían lo que había pasado, lo comentaron y ninguno trató de culpar al otro. Cada uno asumió su responsabilidad. Quedó todo claro y coincidieron en que fue una tontera", explica el personero.

Después, la relación se consolidó. Dice Cellerino que se llevan bien. La convivencia también se ha traducido en gestos que trascienden el plano estrictamente laboral. Por ejemplo, el portero lo invitó a su matrimonio. La cordialidad se nota en cada jornada de trabajo del plantel que dirige Emiliano Astorga. El artillero, incluso, lo incluye entre sus afectos. "Cualquier jugador que defienda mi camiseta pasa a ser mi hermano. Si tengo que defender a Mauricio, lo haré con el alma. Es una gran persona. El tiempo nos dio la oportunidad de revertir esa situación bochornosa", concluye.