El viento y el silbido de algunos pájaros son los únicos sonidos que se escuchan en la plaza Los Héroes, el centro de lo que alguna vez fue la ciudad de Chuquicamata y que hoy, a seis años del traslado masivo de los habitantes a Calama, parece un pueblo fantasma. Los carteles descolorados por el sol de algunas tiendas comerciales dan cuenta de que, hasta hace poco tiempo, por esas calles transitaban cerca de 25 mil personas. Salvo los 18 de mayo -día de la fundación de Chuquicamata- y las navidades, las calles del casco antiguo están permanentemente vacías.

Proteger patrimonialmente parte del campamento es el objetivo que se trazó la Agrupación de Hijos y Amigos de Chuquicamata, un colectivo con cerca de 600 inscritos, todos ex habitantes de Chuqui, que se formó en enero de este año y que ya dio un paso transcendental: presentar al Consejo de Monumentos la carpeta para declarar Zona Típica al casco antiguo de la ciudad. ¿La razón? El crecimiento de los botaderos de material interno de la mina, que amenaza con sepultar parte de la ciudad.

Aunque la idea cuenta con el beneplácito y apoyo de Codelco, la agrupación crítica la tardanza con que la estatal ha llevado adelante el tema, pese a que figura en el convenio colectivo que firmó con los sindicatos en 2007, año en que se cerró definitivamente el campamento luego de que en 1992 el lugar fuese declarado zona saturada de material particulado y anhídrido sulfúrico. Además critican que no se han respetado los límites de los botaderos, dañando sectores que no estaban incluidos en el acuerdo.

"En seis años no se había avanzado nada, tanto por la dejadez de Codelco como de los dirigentes sindicales. El gran paso que dimos fue reunirnos con los dos ministros de Cultura este año (Luciano Cruz Coke y Roberto Ampuero), juntarnos con los ejecutivos de Codelco en Santiago y presentar en el Consejo de Monumentos Nacionales el expediente. Con eso, todo se ha ido acelerando", comenta Miriam Bolados, presidenta de la agrupación.

Según Sergio Molina, Gerente de Sustentabilidad y Asuntos Externos de Chuquicamata, el proyecto de Codelco para preservar el espacio está en marcha hace años e incluye un plan para potenciar el lugar como sitio turístico e incluirlo en la ruta que los visitantes hacen al mirador de la mina. "Hemos estados trabajando desde 2007 en el proceso y ahora que existe una agrupación nos hemos reunido con ellos. Aún los costos son preliminares, pero hemos conseguido apoyo del gobierno. En el primer trimestre del próximo año se realizará el trabajo de ingeniería y en el segundo semestre se comenzará a implementar", dice el ejecutivo. Sin ir más lejos, el ministro de Minería, Hernán de Solminihac, asegura que la Subsecretaría de Desarrollo Regional apoyará con recursos la puesta en valor del centro. "Apoyamos esta iniciativa que busca preservar el lugar y generar así un circuito turístico", comenta.

El plan de Codelco fue incluido en la carpeta que se presentó en Monumentos Nacionales. La idea de la minera es preservar un área de seis hectáreas con siete hitos emblemáticos: El auditorio sindical, la iglesia, el Club Chuqui, el Liceo América, la plaza Los Héroes, el edificio de la Liga Social y Deportiva de Chuquicamata y la calle comercial. Además, se trabaja en el cuidado de edificios que no están en esta área, como el teatro Variedades, el teatro Chile y la oficina de pagos.

"Queremos que sea un museo vivo, entregado a una institución y que sea sustentable. Por ejemplo, la gente que se casó en la iglesia puede venir a celebrar las bodas de oro y con eso generar recursos para mantener el espacio. En el auditorio, en tanto, habrá un cine con proyecciones sobre la vida sindical de Chuqui", detalla Molina.

Chuquicamata comenzó a funcionar en 1915, cuando el yacimiento pertenecía a capitales norteamericanos. Hasta 1971, año en que se decretó la nacionalización del cobre, en el lugar existían tres campamentos: el Americano -para los empleados de Estados Unidos-, el de supervisores y el de obreros. "Muchas de las casas del campamento obrero no tenían baños propios. Cada seis u ocho se instalaba uno público", cuenta Marco Carrasco, dirigente sindical de la mina. "No se podía entrar al campamento gringo, pero cuando éramos niñas nosotras hacíamos un túnel y nos metíamos igual. Las señoras nos daban galletas con chocolate", recuerda Elba Bolados, ex vecina de Chuquicamata.

Si bien el cierre se produjo por la contaminación, también influyó el crecimiento de la mina que necesitaba habilitar zonas del campamento como botaderos. Por eso, hitos como el hospital Roy H. Glover, la pulpería dos, las poblaciones Bellavista y Prat y la Escuela 24 ya desapreciaron. Están bajo toneladas de material, rocas y piedras que produce el yacimiento.

Sin embargo, el crecimiento de estos botaderos, por límites que no habían sido acordados, tiene inquietos a los miembros de la agrupación. "Existía un compromiso, en el convenio de 2007, para que las rocas no pasaran de Avenida Tocopilla, pero se pasaron 15 metros y taparon dos cuadras de la población Villa Florencia. Ahora el botadero está a 150 metros del casco histórico que todos queremos preservar", explica Miriam Bolados.

En la estatal reconocen esta situación, pero recalcan que fue algo menor que no afectó al centro. "Esto es una empresa minera, las empresas necesitan para sus procesos generar botaderos, por eso se hizo el traslado y la dirigencia sindical lo sabía", recalca Molina. "La gente del área mina, que son los que hacen las descargas, nos reconoció que hubo una pequeña desviación, que obedece a las escalas con las que trabajan", agrega.

A raíz de esto, mañana lunes la empresa y la agrupación firmarán un documento para fijar los límites con coordenadas y así evitar que el botadero vuelva a pasarse. "Con ese documento podemos recurrir a la justicia si ocurre algo similar", dice Bolados.

Y es que la agrupación tiene objetivos más ambiciosos: salvaguardar las casas que aún están en pie. "El convenio del 2007 es por algunos edificios, pero nosotros queremos salvar la mayor cantidad. Estamos trabajando de forma inteligente: si ellos quieren cuidar el casco histórico, bienvenido, pero cuando logremos eso intentaremos que sea declarado el resto de la ciudad", asegura Julio Gaete, tesorero de la agrupación. De todos modos, Molina ve pocas posibilidades a esta idea. "En el corto plazo no es realizable. El casco histórico fue negociado y planificado por los sindicatos. Lo otro dependerá de los planes de operación minera si desarrollamos una alternativa, pero nuestra obligación es producir cobre", subraya.

Ahora la agrupación tiene otra tarea ambiciosa. "El Consejo nos solicitó que incluyéramos en el expediente de cinco mil personas que certifiquen que vivieron en Chuqui. Será una tarea compleja, pero lo vamos al lograr. Además eso se transformará en un gran archivo para que no se pierda la historia de los que pasamos por ahí", concluye Bolados.