La píldora que cambió al mundo y su impacto en Chile
Mañana se cumplen 50 años desde que en Estados Unidos se aprobara la venta del primer medicamento que permitía controlar la natalidad. Dos años después llegó a Chile, sin revuelos ni cuestionamientos debido al crítico escenario que generaba la atención de más de 30 mil mujeres cada año por complicaciones de abortos.

En 1962, una de cada cuatro mujeres se había practicado entre un y 35 abortos en su vida y el número de muertes por la misma causa se perdía entre las más de 30 mil mujeres que llegaban cada año a los hospitales por complicaciones derivadas de los abortos. Esas cifras aterradoras, que daban cuenta de una situación ya inmanejable para el sistema público, son las que encontró la píldora cuando llegó por primera vez a las estanterías de las farmacias locales.
Precedida de una fuerte controversia en Estados Unidos, luego de ver la luz el 9 de mayo de 1960 (ver recuadro), su arribo fue acompañado sólo de la promesa de revertir esos dramáticos números. Pero en la práctica, llegó mucho más allá: transformó -tal como ocurrió en el mundo entero- la estructura familiar, cambió la percepción sobre la sexualidad y dio el impulso final para que las mujeres comenzaran a reclamar territorios mayoritariamente masculinos.
"SIN LAS PASTILLAS NO ME HABRÍA CASADO"
"En 1962 era una de las pocas mujeres que estudiaba ingeniería eléctrica. Los hombres eran mayoría y para ellos nosotras íbamos sólo a buscar marido. Incluso, en algunas escuelas de ingeniería ni siquiera había baño para mujeres. Siempre, desde el colegio, proyecté que primero me titularía y sólo después me casaba, porque no estaba en mis planes embarazarme antes de terminar la universidad… Finalmente, me casé antes, pero sin las pastillas jamás hubiera tomado esa decisión, no me habría casado". Teresa.
Los registros de la época señalaban que hasta antes de 1967, sólo 200 mil del millón 700 mil mujeres en edad fértil que había en el país, tomaban la píldora. En su mayoría, mujeres casadas de estratos altos, que con recetas en mano podían comprar Anovlar, de laboratorios Schering (hoy Bayer), en las farmacias. Claro que en ese momento las prescripciones utilizaban eufemismos terapéuticos como "irregularidades menstruales", porque el tema de la sexualidad seguía sin conversarse entre las amigas ni entre padres e hijos.
Hasta ese minuto, las mujeres en Chile tenían un promedio de cinco hijos y se embarazaban entre 10 y 12 veces durante su vida fértil. Los métodos anticonceptivos de entonces eran muy rudimentarios y con alto nivel de fracasos (diafragma y preservativos). El más infalible era la abstinencia, razón por la que muchos matrimonios optaban por dormir separados.
En ese escenario, el nuevo fármaco modificó para siempre la mirada de la mujer acerca de su futuro: comenzó a decidir cuándo y cuántos hijos tener. De hecho, una década después, el número de hijos por mujer había bajado a cuatro. Eso tuvo consecuencias: en 1960, sólo dos de cada 10 mujeres tenían un trabajo remunerado (hoy, el 60% de las mujeres entre 18 y 60 años trabaja fuera del hogar) y nueve mil, un título universitario (actualmente, seis de cada 10 titulados son mujeres).
En carreras como Derecho, el nuevo estatus femenino se hizo notar rápidamente: el número de las matriculadas en la Universidad de Chile creció 50% entre 1960 y 1969. Y según registros del Colegio de Abogados, sólo 100 mujeres juraron ante la Corte Suprema entre 1945 y 1960, cifra que se elevó a 351 en los siguientes 15 años.
Una realidad que no sólo se dio en Chile. Cifras similares se registraron en todos los países donde se vendió la píldora. En Inglaterra, por ejemplo, el ingreso al mundo laboral de la mujer, propiciado por la píldora, significó el surgimiento masivo de guarderías infantiles. En Chile, la Junta Nacional de Jardines Infantiles se crea en 1970 y cuatro años después se abre la carrera de Educadora de Párvulos. Paralelamente, en el mundo la soltería comienza a ser mirada de otra manera.
Dos años después de que apareciera la píldora en Estados Unidos, el resort Grossinger, de Nueva York, se convirtió en el primero en ofrecer fines de semana sólo para solteros. Y en 1974 se abrió el primer bar, también en Nueva York, para ellos.
"ERA UNA CARNICERÍA"
"Cuando estaba en quinto año, en la Maternidad del hospital J. J. Aguirre existía una sección de "aislamiento". Los casos de mujeres jóvenes en situación de extrema gravedad eran impresionantes, muchas veces dos mujeres compartiendo una cama y que se estaban muriendo por aborto complicado.
En el Barros Luco, el doctor Jaime Zipper nos enseñó a fabricar dispositivos intrauterinos con nylon de pescar, que lo enrollábamos varias veces alrededor de nuestros dedos, después lo pasábamos por alcohol y con un crochet lo introducíamos en el útero de la mujer. Eran medidas desesperadas.
En la Maternidad del Félix Bulnes se operaba toda la noche, una mujer tras otra, por abortos complicados. Entonces había que cambiarles toda la sangre para tratar de limpiar el organismo y que no se murieran. Era una experiencia catastrófica que nadie quiere volver a vivir. Esto no era Medicina, era una carnicería". Ramiro Molina, presidente de la Federación Internacional de Ginecología Infantojuvenil.
La situación era tan extrema, que según datos de la época, 40 de cada 100 litros de sangre destinados a transfusiones en los hospitales públicos, eran para mujeres internadas a consecuencia de abortos provocados. El Servicio Nacional de Salud llegó a gastar más de un millón de dólares en estas mujeres. De todas las que entraban por este tipo de problema, sólo un tercio sobrevivía.
Estas condiciones fueron determinantes para que en 1967 el gobierno de Eduardo Frei Montalva decidiera convertir la planificación familiar en una política de Estado, sin que ello levantara cuestionamientos públicos. De hecho, en 1968 y luego de que el Papa Pablo VI publicara su encíclica Humanae Vitae, en la que rechazaba todos los medios artificiales de control de natalidad, el Cardenal Raúl Silva Henríquez se dirigió a los católicos por TV, afirmando que el énfasis principal del documento estaba en la paternidad responsable. Omitió cualquier referencia a la píldora.
Esto convierte a Chile en el primer país de Sudamérica en repartir masiva y gratuitamente la píldora anticonceptiva en consultorios. Ya sin las restricciones iniciales; ahora no se necesitaba receta médica y podía ser para cualquier mujer, soltera o casada, mayor de 15 años.
Ese mismo año, 36 mil chilenos ven la película de dibujos animados de Disney sobre planificación familiar: el Pato Donald describe los peligros de la sobrepoblación y el subdesarrollo y llama a planificar la familia en beneficio de la mujer, la comunidad y la humanidad, según el libro Por la salud del cuerpo, de María Soledad Zárate. Para fines de la década, un estudio realizado en Santiago revela que la tasa de aborto cayó 40%. Hoy, sólo dos mujeres mueren al año por esta razón y el promedio de hijos no alcanza a dos por mujer.
Cincuenta años después, la píldora es el método anticonceptivo más usado en el país, con dos millones de usuarias, según laboratorio Bayer.
La historia de la pastilla pionera
Faltaba sólo el dinero. Y la feminista Margaret Sanger decidió pedírselo a su amiga millonaria Katherine McCormick. Gracias a esto, el doctor Gregory Pincus, junto a John Rock, inicia el 25 de abril de 1951 una serie de pruebas para producir una píldora anticonceptiva eficaz y segura.
Faltaba sólo el dinero. Y la feminista Margaret Sanger decidió pedírselo a su amiga millonaria Katherine McCormick. Gracias a esto, el doctor Gregory Pincus, junto a John Rock, inicia el 25 de abril de 1951 una serie de pruebas para producir una píldora anticonceptiva eficaz y segura.
Esto incluyó pruebas de laboratorio y a mediados de los años 50, un ensayo clínico con 897 mujeres de Puerto Rico y Haití, ya que en Estados Unidos no se permitió pruebas en humanos. Los resultados se presentaron a la FDA, organismo estadounidense que reglamenta los fármacos de ese país y que el 9 de mayo de 1960 dijo que revisaría el informe para en junio aprobar esta pastilla: Enovir-10, del laboratorio G. D. Searle.
Su composición era de 150 microgramos de estrógeno y 9,85 mg de progestina. Hoy, esto se considera una bomba de hormonas en comparación con las píldoras actualmente disponibles, que tienen la cuarta parte del estrógeno y un décimo de la progestina del Enovir-10.
Por desconocer sus efectos de largo plazo, la FDA limitó su prescripción durante dos años. Pero su arrollador éxito hizo que esto último fuera imposible. En poco tiempo, el mercado estaba inundado de nuevas marcas y a fines de 1964, cuatro millones de norteamericanas usaban esta píldora.
Desde ese momento, las exigencias para aprobar nuevos fármacos se hicieron mucho más estrictas, al igual que la vigilancia posmarketing.
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