Partió septiembre, el mes de las Fiestas Patrias, de los asados y empanadas y el que marca el comienzo de la primavera. También es el momento en que comienzan las dietas, se empiezan a llenar los gimnasios y se multiplican los pedidos de ensaladas y tratamientos que prometan resultados rápidos. Todo para evitar ser "gordo".
Ese miedo es investigado por los llamados fat studies (estudios sobre la gordura), floreciente ámbito académico que a diferencia de las toneladas de papers médicos que pregonan los peligros de la obesidad, analiza los prejuicios que se generan en torno a los kilos demás y el entramado sicológico que hay detrás de las personas que sufren este problema.
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Alejandra Energici.
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Se trata de un campo nuevo en Estados Unidos y Europa, y que en Chile prácticamente no ha sido abarcado. Una excepción es el trabajo de Alejandra Energici, una sicóloga de la Universidad Alberto Hurtado que investiga la construcción social detrás de la "gordura", concepto que ocupa para diferenciarse de la perspectiva médica de la "obesidad" o el "sobrepeso" como cuadros clínicos.
La investigadora cree que en Chile vivimos un gran fracaso: cada vez más gente quiere ser flaca y al mismo tiempo las tasas de sobrepeso y obesidad aumentan. "Me impresiona mucho que crece y crece la obesidad, pero la intervención que se hace es siempre la misma: decirle a la gente lo que tiene que comer y que hagan ejercicio. Pero eso no resulta", dice y sostiene que la situación en buena medida es consecuencia de que hay ciertos elementos que la medicina y salud pública no han sabido entender ni atacar. Ahí es donde, opina, falta la perspectiva de las ciencias sociales: "Porque a mi juicio acá hay un problema mucho más complejo".
Su primer trabajo al respecto es de 2015 y 2016. Reunió a seis grupos de discusión (tres de jóvenes de tercero a cuarto medio y tres de adultos) para hablar sobre la gordura, conversaciones en las que aparecieron dos estereotipos: que las personas con sobrepeso son vistas como poco disciplinadas y flojas. "En general pensamos así: 'alguien que se quiere, se cuida'. Por eso si uno es gordo, la conclusión es que no se quiere. Es interesante porque la falla está en el amor propio", comenta Energici.
Estudios de peso
Los fat studies son considerados un "campo académico emergente" que comenzó a proliferar en las universidades estadounidenses en los departamentos de estudios de género, minorías étnicas o de la mujer, desde donde han empezado a asociarse al activismo para "la liberación gorda". La primera revista especializada es de 2012 y el curso más famoso –y polémico– es el que dicta Patti Lou Watkins en la Universidad Estatal de Oregon, quien culpa del "prejuicio y la discriminación sobre el peso" a la guerra contra la obesidad y logró instalar el tema en el último verano estadounidense y británico.
Sin embargo estas ideas no son nuevas. El manifiesto para la liberación de los gordos fue escrito en 1973 por Judy Freespirit y Sara Aldebaran, fundadoras de Fat Underground, un grupo feminista que proponía que muchos de los problemas sicológicos de los que no cumplían los estándares de delgadez aceptados eran producto a la opresión del cuerpo. Esta agrupación se escindió de la Asociación Nacional para Avanzar en la Aceptación de la Gordura (Naafa, según sus siglas en inglés), fundada en 1969 y que funciona hasta hoy. El nuevo impulso académico es una respuesta a la "guerra contra la obesidad" de este siglo.
"Para ver qué tan serio es esto, basta imaginar cómo sería tu vida si pesaras 25 o 50 kilos más que lo que pesas actualmente", la opinión llega por email desde San Francisco y la da la editora de la revista Fat! y autora del libro Fat! So?, Marilyn Wann, una de las principales caras de un activismo que en Estados Unidos se define como "Fat pride" (Orgullo gordo), una adaptación del "Gay pride" del movimiento LGBT.
"No se puede odiar o excluir a todo un grupo demográfico y decir que es para su propio bien", se queja Wann y cuenta que lleva años haciendo un lobby que permitió que en California desde el año 2000 se instauraran medidas contra la discriminación de los gordos y que ya en otras nueve jurisdicciones de Estados Unidos se ofrezca protección legal para este tipo de segregación. Explica que además hace protestas callejeras, ayuda a personas con sobrepeso a encontrar servicios médicos que no los discriminen, da conferencias en universidades y empresas difundiendo la diversidad de peso y los muestra de forma positiva, haciendo danza, nado sincronizado o como porristas.
Esta corriente también ha llegado a Sudamérica. Cecilia, activista argentina que hace cinco años administra el sitio de Facebook Orgullo Gordo y prefiere no dar su apellido, es un ejemplo. "No me peso desde que empecé en 2010. Lo descarté y vivo con otra calidad de vida. No hago dieta y como cuando siento que necesito comer", dice ante la pregunta sobre cuánto pesa. Partió un día que veía por televisión el debate por la promulgación del matrimonio igualitario en Argentina y sintió que ellos, los gordos, eran igual de oprimidos que los homosexuales. Por eso creó la página que hoy tiene más de 18 mil seguidores.
"Fui la primera 'fatactivista' en español. Somos una minoría, pero en realidad somos un montón de personas: más de la mitad de la población supuestamente entra en la obesidad", explica esta rosarina, que se preocupa de promover el tema en los medios y universidades y que describe dentro de los logros políticos de su movimiento que este año se cancelara el reality Cuestión de peso, en el que los participantes competían por adelgazar bajo el argumento de mejorar su salud. Así lo cuenta ella.
El rechazo a la lógica médica de que el sobrepeso divide el mundo entre sanos e insanos es una de sus demandas. "Creemos que de haber una asociación entre el peso y la salud, el peso es un síntoma", dice Cecilia sobre algo que consideran va de la mano con los intereses de la industria para reducir los kilos. Wann agrega que a mediados de los 90, este sector movía en Estados Unidos 30 mil millones de dólares al año, cifra que en la actualidad se ha duplicado. "Si sus productos produjeran lo que prometen ya habrían salido del negocio", dice.
El australiano Michael Gard es un académico de la Universidad de Queensland que ha estudiado por años este fenómeno centrándose en los profesionales de la salud. "Fisioterapeutas, médicos y sicólogos deben pensar en el papel que desempeñan. Podrían pensar que están dando buenos consejos a sus pacientes, pero resulta que las curas son peores que la enfermedad", dice.
También hay médicos que buscan no caer en la discriminación. Un ejemplo es agrupación Health At Every Size (HAES, según sus siglas), un grupo de ellos que rechaza el sesgo de peso centrando sus tratamientos en los comportamientos de las pacientes y no en su IMC (Índice de Masa Corporal).
"No buscaría demonizar a los profesionales de la salud. Muchos son estupendas personas con buenas intenciones. Hay dietistas críticos que son conscientes y, de hecho, contribuyen a los estudios de gordura y la investigación de la obesidad", cuenta Deborah Lupton, autora de Fat e investigadora de la Universidad de Camberra. Mientras que Lee F. Monaghan, sociólogo de la Universidad de Limerick, quien escribió el libro Men and the War on Obesity; a sociological study, dice que hay doctores "muy conscientes de estos problemas y que se niegan a actuar como 'soldados de infantería' en la guerra contra el sobrepeso y la obesidad". Y aclara tajantemente que la crítica que él hace a la forma en que se trata la gordura en ningún caso significa dejar de promover que la gente se alimente nutritivamente y haga ejercicio.
El sociólogo irlandés cree que en ese sentido los cirujanos estadounidenses han sido particularmente activos en reproducir ideas como que la obesidad es "más amenazante que las armas de destrucción masiva". Un léxico armamentista por el que no es raro que esto se enmarque en la guerra contra la obesidad. "Las creencias anti-gordos y el fanatismo también afectan las vidas de personas de peso medio o delgadas, que viven con miedo a ganar peso", opina Marilyn Wann.
¿Les acarrea problemas sicológicos?
Las personas de distintas tallas que intentan perder peso tienden a desarrollar una relación infeliz con la comida y con sus propios cuerpos. Algunas personas pueden desarrollar trastornos de la alimentación, que pueden ser devastadores e incluso mortales.
Los entrevistados para este artículo enumeran motivos casi como un mantra. Dicen que les cuesta encontrar ropa a la moda, que los humillan cobrándoles dos asientos en los aviones o que crecen escuchando burlas por su aspecto. Que hace que se saquen peores notas en los colegios y universidades, que se aíslen de su familia y les cueste encontrar amigos, que se sean mal vistos en las entrevistas de trabajo, que les sea esquivo el amor y que no cumplan sus metas creativas.
Segregación y gordura
Magdalena Greswell (35 años, profesora) dice que experimentó mucho de esto. "Mi primera dieta fue a los 16 años, después tuve una anorexia breve y siempre he vivido haciendo dietas con bajadas y subidas de peso", cuenta. Recuerda el apodo de "gorda cuatro ojos" que la persiguió cuando chica. "Se hacen chistes (de los gordos), se ríen de ellos, no son representados en los medios y tenemos asumido que es algo negativo y feo", opina la mujer que hoy trabaja como editora.
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Magdalena Greswell.
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Por eso el año pasado empezó a seguir a la británica Linda Bacon, autora de los libros Body Respect y Health at Every Size, y cambió la manera en que entendía su alimentación. "Me di cuenta que por más de que comiera ensaladas e hiciera pilates no bajaba de peso. Ese fue el punto de quiebre que me hizo dejar de obsesionarme", reconoce sobre su cambio a la alimentación intuitiva, que es básicamente comer lo que quiere. Magdalena no es obesa, pero sufre las consecuencias como si lo fuera. "El otro día fui a un bautizo y un tío me dijo: 'Estás más gorda'. Le respondí: 'Sí, me siento bien. Gracias'. Quedó descolocado", cuenta.
Los estudios sobre este tema han mostrado que "la gordura" sirve como plataforma para afianzar segregaciones de otro tipo, como la de género, edad o clase social. Las más perjudicadas parecen ser las mujeres, de ahí la estrecha relación entre la causa de liberación de los gordos y el movimiento feminista. "Una mujer que falla al ser delgada, falla en ser mujer. En cambio, un hombre no. Tiene muchos más repertorios posibles en los cuales situar su ser. Puede ser el cuerpo, u otros", explica Energeci.
"La guerra contra la obesidad encarna la misoginia", agrega Lee F. Monaghan desde Irlanda. El investigador -quien ha centrado su carrera en estudiar temas del cuerpo, la obesidad y la masculinidad- ha observado cómo el sesgo hacia los gordos repercute también en los hombres... asociándolos a características femeninas. "Cuando son desacreditados como 'demasiado gordos' son definidos como 'embarazados', 'con tetas de hombre' o son vistos como 'frágiles, débiles y enfermizos'".
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Daiane Scaraboto.
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Esta dimensión fue vista por otra de las representantes de los fat studies en Chile: la brasileña Daiane Scaraboto, de la Escuela de Administración de la UC, quien estudia la cultura de consumo. En 2007 para su doctorado en la Universidad de York, en Canadá, investigó foros y blogs de "fashionistas" o fanáticas de la moda, pero en formato talla grande y se dio cuenta de que demandaban ropa a la moda en tallas grandes. "Una de las leyes fundamentales del marketing es que si hay demanda, hay oferta. Pero en este caso no se daba. Las consumidoras de tallas grandes querían vestirse bien, pero no había oferta", explica la académica y agrega: "Imagínate, una mujer que no encuentra en el mercado un vestido para ir a una entrevista de trabajo. No puede presentarse bien y, por lo tanto, la oportunidad se le puede pasar", cuenta.
En 2013 presentó un proyecto Fondecyt para entrevistar a consumidoras chilenas con obesidad. Ahí se topó con un nuevo factor: el pudor nacional. "Muchas me decían: 'Debo esconder mis brazos', 'no me gustan los rollitos' o 'no muestro las piernas por nada del mundo'. Eran mujeres jóvenes, de veintitantos años, que sólo encontraban ropa de señora en las tiendas", dice la investigadora de la UC.
Energici ha visto algo similar en sus grupos de discusión. Para los chilenos hay dos tipos de gordos: los "buenos"-es decir, los que esconden su cuerpo y no se sacan la polera en la playa ni usan vestidos cortos o se esconden en la foto institucional del trabajo- y los "malos", que rompen la regla al mostrarse. "Ése es un 'desubicado', alguien que no respeta una norma", comenta la sicóloga.
Para la investigadora de la UAH, parte del problema de esta lógica está en su proyección en los niños con políticas como el sistema de etiquetado de alimentos. "A los cinco años ya tienen la mentalidad de que hay cosas que son malas de comer. Eso ha entrado muy fuerte y quizás hay cada vez más jóvenes pensando desde muy chicos que ser gordo es algo malo más que preocupándose de lo sano. No sé en qué medida la intervención profundiza el estigma", opina la sicóloga.
"No estoy de acuerdo con estas campañas porque refuerzan el imaginario de que el gordo no es sano cuando... ¿qué es sano?", se pregunta Magdalena Greswell.