Cerca de las 1 de la mañana del 25 de septiembre pasado, dos sujetos se acercan a la sede de la Asociación Nacional de Funcionarios de Gendarmería, Anfup, en actitud sospechosa.
Eran las personas que colocaron la bomba que terminó con la vida de Sergio Landskron, dijo a La Tercera el padre de la víctima, del mismo nombre.
Sergio narró que las cámaras de seguridad dispuestas en distintos puntos del Barrio Yungay permitieron dilucidar la inocencia de su hijo en los hechos.
La primera de esas cámaras, con un desfase de una hora de atraso, muestra cómo dos hombres, llegan a pie por calle Santa Mónica, a la sede de la Anfup.
"En las imágenes veo dos personas, más o menos corpulentos, más o menos macizos, de unos 25 a 27 años. Se ven claros, aunque es una cámara nocturna. Se nota bien la silueta", dijo Landskron.
El padre del joven fallecido describió a los autores del atentado, y aseguró que "andaban con jockey y un cuello tapados hasta la nariz, pero se les ven los ojos".
Sergio manifestó que uno de los hombres llegó con el bolso que portaba la bomba, y cuando se disponían a instalarla, la presencia de una tercera persona hizo que ambos realizaran una maniobra distractiva.
"En la cámara se ve que justo pasa una persona por la calle, se ve un pie, entonces el del bolso hace como que se da una vuelta y uno se pone en un árbol a orinar y el otro se pone hablar por teléfono. Cuando pasa ese pie, el tipo que llevaba el bolso lo pone en la puerta de Gendarmería. Al rato se ve que el otro que hace algo, que activa algo. Ahí la cámara capta la pura sombra", describe.
Las cámaras tienen un reloj, cuenta Landskron, "ahí se nota que pasan 4 a 5 minutos y aparece mi hijo que va pasando por ahí, mira hacia la puerta, recoge el bolso y se lo cruza en su cuerpo. En el otro brazo llevaba una bolsa que era de él. Llevaba sopas, caldos Maggi, otros comestibles, unos fideos, y tres tarros de gas butano iguales a los de la bomba".
Por Santa Mónica hay cuatro cámaras, explica Sergio. "Mi hijo camina media cuadra por Santa Mónica hacia la costa, y ahí una cámara lo detecta con el bolso en su cuerpo".
Entonces Landskron caminó unos seis metros. "En ese sector hay un hotel que tiene una sombrilla tipo tela. Se para y conversa con alguien, pero no había nadie. De ahí él camina unos 12 metros a la esquina, dobla a la Alameda y llega a Erasmo Escala. Por ahí camina siempre hacia la costa. Cruza la calle García Reyes y a menos de media cuadra, busca un lugar oscuro donde empieza a registrar el bolso para ver su contenido".
Ahí la imagen no está clara, cuenta Sergio, quien asume que en ese momento su hijo sustrajo del bolso los tres gases butano que se encontraron en la bolsa plástica que portaba, pues, "tiene que haber pensado en venderlos".
"Ahí pegó el estallido", dijo el papá de Landskron, quien lamentó la falta de ayuda a su hijo, que permaneció en llamas por varios minutos ante la mirada atónita de una decena de vecinos y varios carabineros.