Tras más de 20 años de maratones, marcas nacionales y Juegos Olímpicos, Érika Olivera (40) entra a la pista del Estadio Municipal de Recoleta como una figura similar y a la vez muy distinta de las demás. Los niños y jóvenes la saludan y levantan la mano en masa cuando se les pregunta: "¿Quién quiere ser como ella?". Pero como pocas figuras nacionales, es entrenadora, madre de cinco hijos, universitaria y planifica su retiro. Todo mientras se alista para su quinta cita olímpica (corrió en Atlanta 1996, Sydney 2000, Atenas 2004 y Londres 2012).
Olivera entrena seis días a la semana para el maratón y a veces toda la semana. Su rutina varía de dos a tres sesiones diarias, generalmente con entrenamientos en piscina, corriendo entre 20 y 40 kilómetros: a medida que un maratón se acerca, el ritmo se intensifica. Entre dos y tres horas entrenando cada día. "Este año he gastado cuatro pares de zapatillas", cuenta, y agrega: "Debo tomar mucho cuidado porque, por todos los años de competencia y entrenamiento, tengo cuatro discopatías. Y tratadas solamente con kinesioterapia, traumatólogos y fortalecimiento de la zona". Aun así, realiza algunos ejercicios en gimnasio.
Además de esos kilómetros corridos están los que debe viajar hacia el sur y las horas que pasa frente al computador, para concluir su curso de Ingeniería de Ejecución en Administración de Empresas, en la Universidad de Los Lagos.
"Estoy en mi cuarto y último año. Voy a Puerto Montt a cada 15 días, y viajo los viernes cuando voy a clases, que son generalmente en los sábados. Vuelvo a Santiago en ese mismo día o en el domingo. Cuando voy a pruebas, suelo ir el jueves para juntarme con mi grupo de estudio. Y durante la semana tengo videoconferencias obligatorias. Durante los Juegos estaré en período de exámenes", cuenta.
Si uno se cansa sólo de pensar en todo eso, también se debe considerar su trabajo como entrenadora en el Club Deportivo Érika Olivera, desde 2004. "Entrenamos aquí en Recoleta, pero el club tiene escuelas a lo largo de la Región Metropolitana y a veces las visito. Aquí las clases son los martes y jueves. Parto a las seis de la tarde y me voy a las nueve", detalla.
En medio a su ajetreo, la maratonista tiene a sus alumnos y familiares como baluartes. La mantienen muy atareada, y son fundamentales para ella. "De repente me pasa que ando muy estresada. Pero mi familia siempre me ha apoyado, es mi motor. Y a veces, mis alumnos me ayudan a marcar mi ritmo y en otros entrenamientos. Me motivan, son el recambio", expresa.
Y no puede faltar la mención a su marido Leslie Encina. Compañero de disciplina y padre de dos de sus cinco hijos, el esposo de la atleta es clave. "Me ayuda mucho como hombre, porque es un papá preocupado y tiene mucha paciencia. Tengo tres hijas de una relación anterior, y sienten a Leslie como una figura paterna", plantea Érika.
Después de los 42 kilómetros olímpicos, a los cuales asistirá por su marca de 2.42'54'' en Rotterdam, la pesada rutina de 24 años de vida competitiva ya no estará en su agenda. Érika piensa en dejar el alto rendimiento después de Río, realizar una corrida para despedirse a nivel nacional en 2017, y proyecta su vida tras el retiro.
"Si Dios quiere, defenderé tesis en enero, y trabajo hace más de tres años en el plan de incorporarme a la política. De hecho, estoy trabajando en un proyecto de ley que busca mejoras en el deporte. Siento un compromiso con los atletas que vienen", describe, con el plan de candidatearse a diputada.
En el ocaso de su carrera, su última cita de los anillos está especialmente cercana porque no le queda ningún certamen previo. "Estoy tratando de no competir en fines de semana para no tener la presión de competencia y concentrarme también en los estudios", explica.
La maratón de Olivera trasciende un recorrido, pues su vida es una carrera de más de 42 kilómetros. Pero hoy, todavía piensa en el alto nivel de una cita olímpica.