"Marina asusta a los vecinos". Bajo ese categórico título, el influyente columnista del diario Folha de Sao Paulo, Clóvis Rossi, abordó la semana pasada  uno de los temas que ha dado origen a un fuerte debate en Brasil entre la Mandataria Dilma Rousseff y su principal rival, de cara a las elecciones del próximo 5 de octubre, Marina Silva: la orientación que seguirá la integración regional.

Las elecciones en Brasil despiertan tradicionalmente un alto interés en América Latina, por el peso de ese país en la región. Pero esta vez, la atención parece haberse redoblado por el momento económico que vive el país y por las señales dadas por la candidata opositora del Partido Socialista Brasileño (PSB), Marina Silva, quien está virtualmente empatada con Rousseff en los sondeos.

Silva sorprendió a muchos al presentar un programa de gobierno, en el que enfatiza la apuesta por la apertura comercial, marcando así un cambio de marcha en la política exterior de la mayor potencia de la región. "Hay que relanzar el dinamismo en el comercio con Estados Unidos y la Unión Europea y fundar nuevos estándares comerciales con Chile", plantea la líder ambientalista, quien en su crítica más significativa aborda la "parálisis" del Mercosur, que, a su juicio, "no cumplió con el designio original de constituir una modalidad de regionalismo abierto". Hecho  que generó inmediatas reacciones.

"Terminar con el Mercosur sería darnos un tiro en el pie. Somos la mayor economía de América Latina, tenemos que percibir el tamaño de ese mercado", respondió Rousseff en relación con la política exterior de Brasil, en alusión implícita a sus diferencias con Silva sobre el tema.

Aunque Rossi explica a La Tercera que "es bueno tener en cuenta que la política externa no es prioridad en Brasil" durante las campañas presidenciales, lo cierto es que el eventual cambio que ésta pudiera sufrir si Silva llega a Planalto ya comienza a generar efectos no sólo en Brasil, donde el ex secretario general de la Cancillería durante el gobierno de Lula, Samuel Pinheiro Guimaraes, acusó a la rival de Rousseff de buscar "debilitar el Mercosur", sino también en los países de la región, en especial los integrantes del Alba. "Venezuela emite claras señales de que está preocupada con la posibilidad de perder el apoyo incondicional que Luiz Inácio Lula da Silva le proporcionó y que Dilma mantuvo, con menos énfasis y mucho menos visibilidad", plantea Rossi en su columna de Folha de Sao Paulo.

Para graficarlo, el analista cita un artículo escrito por el cientista político argentino Agustín Lewit, para el canal bolivariano Telesur. En esa columna, el "simpatizante confeso del régimen venezolano", según define Rossi a Lewit, señala lo siguiente: "Además de las condiciones de vida de los casi 200 millones de brasileños, también la región se juega en estas elecciones un margen importante de sus posibilidades de seguir avanzando en la integración. La reelección de Dilma será sin dudas un espaldarazo al nuevo ciclo inaugurado con el triunfo de Chávez allá por 1998. Un posible triunfo de Marina Silva despierta temores de retorno a un pasado profundamente costoso para las mayorías populares".

"Efectivamente, el chavismo ve con enorme preocupación la victoria de Silva y no sólo por un posible acercamiento a la Alianza del Pacífico, sino también por todo lo que significan las relaciones diplomáticas, políticas y comerciales entre Brasil y Venezuela. Silva es de una izquierda distinta a la que ha representado Lula y Rousseff y está dando claves que hacen pensar en un alejamiento con el gobierno de Nicolás Maduro. Con ella en el poder, Brasil dejaría de ser el gran soporte sudamericano al proyecto chavista", comenta a La Tercera la internacionalista venezolana María Teresa Romero.

Y la preocupación de Caracas tendría incluso antecedentes previos a la actual disputa electoral. "Durante la campaña presidencial de 2010, Silva aseguró que el gobierno de Hugo Chávez ponía en 'riesgo la alternancia del poder'", recordó a La Tercera Edgar C. Otálvora, consultor y analista venezolano de política latinoamericana. "En relación a Cuba, Silva no dudó en calificar al régimen castrista como una dictadura que 'avergüenza a los propios amigos de la revolución'", comentó el autor de la columna "Informe Otálvora", del Diario Las Américas de Miami. Quizá por ello, destaca, "el canal internacional estatal cubano-venezolano Telesur suele presentar reportajes negativos sobre la candidata (Silva), abriendo espacios a sectores de la izquierda brasileña que la atacan".

Esta supuesta distancia de Silva con el chavismo ya había sido deslizada por los diario O Globo y Fo-lha de Sao Paulo en octubre pasado, con ocasión de una reunión que sirvió para afinar los detalles de la sociedad política entre la líder ambientalista y Eduardo Campos, el candidato presidencial del PSB al que Silva reemplazó tras su muerte en un accidente aéreo el 13 de agosto. En esa cita, la rival de Rousseff le habría dicho a Campos que su "pelea en este momento no es para ser presidente de la República, es contra el Partido de los Trabajadores (PT) y el chavismo que se instaló en Brasil".

En Argentina también ven con recelo la eventual llegada de Silva al poder. "¿Y que se podría esperar en Argentina de un hipotético gobierno de Marina?", se preguntó el analista internacional Manuel Karg en el diario oficialista Tiempo Argentino. Y su respuesta fue lapidaria: "Un enfriamiento de la relación, sin dudas, visto y considerando las quejas del programa de Silva a la política de Argentina en el Mercosur". Un análisis que comparte la experta brasileña Mónica Hirst, quien sostiene que la candidata del PSB tendrá prioridades distintas a las de Rousseff. "Marina no estaría vinculada o comprometida a reactivar, fortalecer o darle un nuevo tipo de vuelo al Mercosur. Eso impactaría en la calidad de la relación con Argentina", confió al periódico Perfil la profesora de la Universidad Nacional de Quilmes.

Y en Bolivia, otro de los países de la órbita chavista, el panorama parece aún más complejo. "El Presidente Evo Morales, si tuviera que elegir entre Dilma o Marina, se encuentra en el dilema de escoger entre lo malo y lo peor", comentó a La Tercera el analista  político Carlos Cordero. "Con Dilma las relaciones no están bien, con Marina podrían empeorar, pues da la impresión que Silva no tendría la actitud indiferente y tolerante que tuvo Dilma, sino que inclinaría la balanza diplomática hacia mejores relaciones con EE.UU. y -en sus vínculos con Bolivia- hacia relaciones económicas más justas con los intereses de Brasil, menos ideologizadas, menos tolerantes y más exigentes", concluyó Cordero.