ESCRIBÍA bajo el sol de la tarde, en una pequeña habitación de cara al norte, en ese antiguo departamento que arrendó por más de 20 años a pocos pasos de la calle Carmen. A dos semanas de su muerte, allí permanecen intactos los manuscritos, hojas sueltas y el computador con textos que aún nadie ha leído de Juan Radrigán. Los mismos, ahora, vuelven a tensar las frágiles relaciones entre sus primeros hijos, Flavia y Juan, y la segunda familia, encabezada por su última pareja, la actriz Silvia Marín.
Se sabía ya que el dramaturgo y Premio Nacional 2011 había vuelto a leer y trabajar sobre Edipo rey. Fallecido de cáncer el domingo 16 de octubre a los 79 años, meses antes había escrito las primeras escenas de un texto titulado Edipo en la pobla, donde el desventurado protagonista de Sófocles saltaba de la antiquísima Tebas, en Grecia, al presente de la pobreza chilena, para volver a ser condenado a deambular sin sus ojos tras haberse enamorado de su madre.
"También dejó tres cuentos, todos de este año", revela Flavia (1964), "Fue lo único suyo con lo que me quedé, y solo porque él mismo me los entregó. Como yo nunca conocí ese departamento no pude visitarlo ni pedirle su carné o alguna otra pertenencia suya. Tampoco sé qué otro material inédito hay allí", agrega. La última vez que padre e hija se vieron fue durante los primeros días de mayo pasado, para el cumpleaños de Juan, el hijo mayor. "Ese día intuimos que no volveríamos a verlo. Ya andaba medio adolorido de la espalda, aunque no teníamos idea de qué era lo que tenía. Ni siquiera él lo supo, porque su otra familia se lo ocultó hasta el final", cuenta.
Tuición compartida
Juan y Flavia se enteraron de que su padre había muerto solo cuando Andrea Gutiérrez, presidenta del Sindicato de Actores (Sidarte), la llamó por teléfono ese domingo, pasado el mediodía. "No pudimos despedirnos de él y eso aún me tiene descolocada y triste", dice. Por eso, agrega, el mismo día en que el dramaturgo fue despedido en el teatro Antonio Varas, subió al escenario a leer un sentido discurso en el que increpó a Silvia Marín.
"El siempre nos enseñó a echar la verdad afuera aunque doliera, y eso hice. Dije que su única y verdadera mujer en vida, además de mi madre, había sido la escritura, y repetí algo que él ya había dicho en entrevistas, que 'había tenido una casa, pero no un hogar' -dice Flavia-. Silvia no nos dejó verlo. La buscamos y llamamos para saber cómo estaba, pero nunca contestó". Minutos después, Marín, a quien Juan Radrigán conoció en los 80, y con quien tuvo a su tercera hija, Rocío, de 19 años, tomó el micrófono: "Juan siempre quiso tener una familia unida y nunca lo consiguió. Su hija e hijo lo impidieron", dijo.
¿Quién se hará cargo entonces de administrar los derechos de autor y esparcir las obras de Juan Radrigán tras su muerte? Lo cierto es que aunque Silvia Marín convivió estos últimos años junto a él, no es ella la viuda ante los ojos de la ley, sino su primera esposa y de quien Radrigán nunca se divorció. Le llaman, simplemente, Josefina Yolanda, tiene 82 años y es la madre de Juan y Flavia. Ella, sus dos hijos, además de Rocío, la última Radrigán en nacer, serán quienes reciban parte del monto recaudado por derechos de autor. "Nosotros los viejos podemos estar distanciados, enojados, y aunque yo no conozco a mi hermana menor, pues tampoco nos dejaron acercarnos a ella, recibirá su parte. Mi madre incluso, quien desde ahora cobrará la pensión del Premio Nacional, está dispuesta a darle la mitad para que ella continúe sus estudios", asegura Flavia.
Silvia Aguilera, de Lom Ediciones, cuenta además que el autor de El loco y la triste mantenía un contrato de publicación, aún vigente, para dos libros más, luego de que ambas partes estrecharan vínculos en 1998, con la reedición de Hechos consumados y 11 obras, publicado por primera vez por Ceneca en 1984. "Estábamos cumpliendo un anhelo suyo de ver reunidas todas sus obras. La primera parte la hicimos en 2013, con Juan Radrigán Teatro I, con Amores de cantina, Informe para nadie y Ceremonial del macho cabrío. Ahora íbamos a escoger las obras para el segundo tomo, pero fue ahí cuando Juan enfermó y decidimos, desde luego, darle su espacio", agrega.
Algo, sin embargo, ocurrió en el camino hacia el desenlace de esta historia. Rienzi Laurie, hijo de Silvia Marín y a quien Radrigán crió como si fuese suyo, inauguró su editorial Punto de Giro, especializada en teatro, con El príncipe desolado de 1998, aunque recién estrenada en 2015, bajo su producción. "El libro no consigna que los derechos estén reservados, pues Lom tiene ese contrato de publicación vigente", dice Flavia. La editorial, al tanto de la situación, descarta por ahora acciones legales. "Aún no es tiempo. Por respeto a él, a Juan. Debemos dejar que su cuerpo se entierre bien en la tierra antes de saber qué ocurrirá con todo lo que quedó pendiente, pero sí hubo un incidente ahí tendremos que conversar", advierte Aguilera.
Laurie se defiende: "La obra se publicó con el consentimiento de Juan, él quiso ver ese texto publicado y no creí que podía entorpecer otro contrato suyo. Sus obras, decía él, son de todos, pero entiendo que no debemos pisarles la cola a quienes tienen los derechos, y estamos dispuestos a conversar con quien tengamos que hacerlo en su debido momento".
Desde la Sociedad de Autores Nacionales de Teatro, Cine y Audiovisuales (ATN), en tanto, donde poseen los derechos de puesta en escena de las obras de Radrigán por los próximos 30 años, su presidente, Gustavo Meza, aclara: "Al igual que con otros autores nuestros, ATN se hará cargo de hacer valer y cobrar los derechos de autor y entregar el 10% de la taquilla a quien corresponda, en este caso su viuda e hijos".
La muerte de Juan Radrigán develó además algunos de sus proyectos inconclusos. El GAM anunció para marzo el estreno del texto inédito Clausurado por ausencia, que será dirigido por Francisco Krebs. "Me parece bien que la obra de mi padre siga circulando, pues le pertenece a la gente", dice Flavia. La próxima batalla legal, adelanta, será por los inéditos que dejó su padre en ese departamento donde pasó sus últimos días. "Derribar esa puerta no será fácil, y es algo que aún tenemos que conversar como familia y con un abogado. Desde el funeral no hemos vuelto a saber de Silvia ni de Rienzi, ni siquiera sabemos si es que siguen allí, tampoco sus inéditos y trozos que haya escrito en estos años", dice. "Todos los que lo conocimos sabemos que era trabajólico, fiel a la escritura como a nadie, y estamos seguros de que habrá aún más por descubrir de él".