Nadie imaginó que la última obra de Pina Bausch sería sobre Chile. Hace dos semanas, la pieza se estrenó en Wuppertal, Alemania, como siempre sin título, porque a la coreógrafa le gustaba bautizar sus creaciones meses después del debut. La mujer que rompió con la tradición para fundar la danza-teatro, murió ayer, a los 68 años, cinco días después de que se le diagnosticara cáncer. Estuvo hasta el domingo de la semana pasada junto a su compañía, pero decidió no acompañarlos (se sentía enferma) a Polonia, donde ayer realizaban presentaciones y se enteraron de la muerte de su directora.
"Era una gigante, un ángel de la danza", dice Carmen Romero, directora de Santiago a Mil, festival donde en enero se estrenará su obra dedicada a Chile. Con su muerte, Bausch cierra una especial relación con el país. En 1980 realizó una gira latinoamericana que incluía Santiago. Luego de la muerte de su pareja, el escenógrafo Rolf Borzik, conoció al poeta chileno Ronald Kay en una recepción en la embajada de la entonces República Federal Alemana y se convirtieron en pareja. Esa visita a Chile le devolvió la vida en un momento difícil y ahora, justo antes de fallecer, Bausch le regala al país una gran obra. Para ello, en febrero pasado recorrió todo Chile para preparar el espectáculo.
A los 14 años, Bausch estudió danza en la escuela de Kurt Jooss y luego en la Juilliard School de Nueva York. Comparada con Nijinsky y Martha Graham, desde los 80 el mundo la descubrió. En 1983 actuó en la película Y la nave va, de Fellini, y, en 2002, la cinta Hable con ella, de Almodóvar, incluye sus espectáculos Café Müller y Masurca fogo. Para septiembre de este año, Wim Wenders comenzaba a rodar una película en 3D titulada, simplemente, Pina. "Estoy desconsolado", señaló el cineasta. "Comenzamos tarde nuestro viejo plan. Era una artista única que enriqueció y reflejó nuestro tiempo como pocos otros".
¿En qué consistió su revolucionario concepto de danza-teatro? Sus obras fueron concebidas dentro de la más completa libertad de estilos y abordaban sucesos cotidianos, como las relaciones de pareja, sin dejar de lado la mirada global. A través de historias fragmentadas y no lineales, en cada creación incorporó el ritmo y los temas de la sociedad contemporánea, piezas que expresaban calidez, humor e intimidad, quizá tratando de eliminar los estereotipos asociados al arte alemán de posguerra. En sus creaciones podían suceder hasta seis acciones al mismo tiempo, jugando con el ojo del espectador, que no sabía hacia dónde dirigirse. "Mis obras no se desarrollan de principio a fin, sino de adentro hacia afuera", decía Bausch. Como lo hizo en su famosa escena de Café Müller, donde a ciegas bailaba a través de una hilera de sillas, Pina Bausch en la mañana del martes cerró sus ojos para siempre, justo antes de cumplir 69 años el próximo 27 de julio.