El desgaste físico y de la imagen del Rey Juan Carlos podía adelantar el fin de su tiempo al frente del trono de España, después de 39 años. La voces discordantes y las críticas abiertas a su gestión y a la monarquía aumentaron en los últimos años, como nunca antes en las últimas tres décadas. Pero el entorno y el mismo rey siempre negaron la posibilidad de una abdicación. Por eso, la noticia anunciada ayer por el jefe de gobierno, Mariano Rajoy, cayó como una bomba, aunque no necesitó demasiadas explicaciones. Presentes estaban la cacería en Botswana, los recurrentes ingresos al quirófano y el escándalo de corrupción que jaquea a su yerno Iñaki Urdangarin y salpica a su hija Cristina.

Horas después del anuncio de Rajoy, el monarca anunció su decisión en un mensaje donde explicó que, con su renuncia, quiere "abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación". "Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando", declaró. "Mi hijo Felipe, heredero de la Corona, encarna la estabilidad, que es señal de identidad de la institución monárquica", declaró el rey en su mensaje, en el que subrayó que su sucesor "tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir, con plenas garantías, la Jefatura del Estado".

El rey explicó que desde que cumplió 76 años, en enero, empezó a preparar su sucesión. Conocían su decisión el príncipe Felipe, Rajoy, el líder de la oposición, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, así como el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno.

Comenzó así ayer mismo a ponerse la atención en quién será en los próximos días el Rey Felipe VI, quien tendrá que lidiar con las herencias de su padre y con los desafíos del futuro, en un mundo donde aumentan los cuestionamientos sobre la existencia y los gastos de la monarquía, algo que tiende a acrecentarse frente a una profunda crisis económica.

"Felipe tiene que hacerse su propio legado. El recibe la herencia de un país democratizado, avanzado, moderno, en el que la monarquía todavía sigue siendo un elemento de estabilidad, pero no le va a bastar con eso; él va a tener que hacer su propia historia, su propia trayectoria. Y lo van a juzgar no por lo que su padre le traslada, sino por lo que él haga, pero que duda cabe que al príncipe le interesa recibir una herencia lo más amplia posible", destacó José Apezarena, biógrafo del príncipe Felipe, en entrevista con el portal Eitb.com.

Así, mientras hechos como la democratización de España tras la dictadura franquista y la intentona golpista del 23 de febrero de 1981 levantaron el prestigio del Rey Juan Carlos, el escándalo por la cacería de elefantes mientras el desempleo en España no paraba de crecer y el caso que implica a su yerno y a su hija Cristina, tiraron para abajo no sólo su popularidad, sino a toda la monarquía. De esa forma, el futuro rey deberá buscar la forma para asentar su reinado y el futuro de la monarquía, ya no de una manera fundacional como lo hizo su padre, sino aplacando los ánimos republicanos y los esfuerzos independentistas, y dándole un nuevo aire a una institucionalidad que cada vez sea vista como una normalidad en el entorno del país y no como un grupo de privilegiados sin méritos propios.

De hecho, luego del anuncio del rey, en varias ciudades se registraron masivas manifestaciones antimonárquicas para exigir un referendo sobre el futuro de la monarquía. A las marchas acudieron miles de personas y se registraron en lugares como Madrid -donde hubo unos 20.000 manifestantes-, Barcelona, Sevilla y Bilbao.

En ese sentido, Felipe de Borbón y Grecia (Madrid, 1968) deberá sacar a relucir su preparación, modernidad, una mayor cercanía con la calle y su simpatía, distinta del estilo campechano de su padre, quien cuenta con instinto político y olfato de sobreviviente. En suma, un rey 2.0. El propio Juan Carlos I destacaba hace un año y medio que "de los Príncipes de Asturias que ha habido en la historia de España, él es el mejor preparado, aunque esté mal decirlo y presumir, pero presumo de mi hijo". Felipe, con 13 años, fue obligado por su padre a estar junto a él todas las horas que duró el fallido golpe del 23-F, estuvo en un internado en Canadá, donde sintió la soledad, pasó tres años por las academias militares, y estudió Leyes y Economía, convirtiéndose en el primer heredero de la corona española en matricularse en una universidad pública. Completó sus estudios en la Universidad de Georgetown de EE.UU., donde por primera vez escogió una carrera: Relaciones Internacionales. Aseguran que fueron sus años más libres y felices.

Nuevamente tomó las riendas cuando amenazó con renunciar a todo si no lo dejaban casarse con la periodista y divorciada Letizia Ortiz. Eso después que fuese obligado a romper con otras de sus novias. Se casaron en mayo de 2004 y en octubre de 2005 nació quien será la próxima heredera: Leonor. Un año y medio después nació su segunda hija: Sofía.

Los últimos años han sido una preparación para el futuro reinado de Felipe, ya que de una u otra manera ha debido suplir la ausencia de su padre, a raíz de las operaciones de cadera y de otras dolencias. Y entre sus funciones ha destacado su presencia en Latinoamérica, donde se ha hecho muy conocido, ya que desde 1996 ha acudido a 69 tomas de posesión de presidentes del continente, la última de las cuales fue este fin de semana, en El Salvador.