Sobreviviente de innumerables escaramuzas, la esposa del ex Presidente francés Jacques Chirac, Bernadette, se disputa con Carla Bruni el título de musa oficial del "sarkozismo" mientras su marido vive retirado de la escena pública. Es un hecho que los franceses adoran a Bernadette. Afianzada en el podio de las personalidades más populares, su respaldo a Nicolas Sarkozy en la interna de la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP) sólo se resiente en casa, donde su marido y la menor de sus hijas, Claude, alientan a su gran rival en la carrera por el Elíseo, el ex primer ministro y alcalde de Burdeos, Alain Juppé.

"Su relación es tan cómplice como tumultuosa, pero Bernadette, al contrario que su marido, continúa en primera línea y se está tomando su revancha", comenta el historiador Jean-Luc Barré, amigo personal y biógrafo de Chirac. La trama no es nueva. En la tormenta electoral de 2011, Chirac aseguró que votaría por el socialista François Hollande si Juppé no se presentaba. Ahora, mientras Juppé lidera los sondeos y Chirac le da su apoyo, Bernadette prosigue con la misma apuesta: Sarkozy.

"Siempre ha detestado a los favoritos de su marido, es un modo pasional de reivindicarse", sentencia el biógrafo.

En Sarkozy, adivina, Bernadette ve a "un general que, como Bonaparte, necesita soldados". "Y yo formo parte de los suyos", aseguró a hace unos meses. Bernadette forjó su carrera en el discreto segundo plano que la época le atribuía a una primera dama. Pero ya no es ni discreta ni primera dama, apunta Barré.

Nacida hace 81 años en el aburguesado distrito 16 de París, Bernadette Chodron de Courcel recibió una educación estricta, muy católica, en el seno de una familia de la aristocracia.

Su padre, militar de carrera y héroe de la Resistencia francesa, le garantizó una formación privilegiada que desembocó en la prestigiosa y elitista Sciences Po, en Saint-Germain-des-Prés. Fue allí donde se conocieron Bernadette y Jacques Chirac. La unión se formalizó en 1953 pese a las reticencias de la familia de ella, que veían a Chirac como un tipo sin fortuna, con fama de arrogante y poco religioso.

Entonces despegaba la carrera de alto funcionario de Chirac que, bajo el paraguas de Pompidou, Giscard d'Estaing o Mitterrand, le llevaría a la alcaldía de París, primero, y finalmente al Elíseo. Bernadette, entretanto, no se resignaba al rol secundario que le reservó su marido. "Él consideraba que las mujeres casadas deben servir a sus esposos", reveló Bernadette en octubre, al explicar que completó una licenciatura de Arqueología en la Sorbona en los 70, pese al enfado de su marido.

En aquellos años, las sonadas infidelidades de Chirac -"un consumado seductor", agrega Barré- le llevaron a sopesar un divorcio que sus consejeros, pendientes de un eventual asalto a la Presidencia de la República, descartaron rápidamente.

Hoy el ex presidente de 82 años está retirado y Bernadette, concejala electa del municipio de Chanonat, se vuelca en el regreso de un Sarkozy que, según los sondeos, no logra convencer a los franceses. Pero a ella no le importa, quién sabe si en memoria del consejo que le dio una vez su padre: "Nunca cedas las riendas, sea cual sea tu vida". Y a Barré no le cabe ninguna duda: "Es su manera de ser".