Jorge Valdivia toma la pelota y todos corren atentos. Saben que, aunque el Mago no esté mirándolos, les puede poner una pelota en los pies. Alexis Sánchez ya no se engancha ni trata de jugar a ser el 10. Tiene la libertad para hacerlo, pero ahora descansa en el volante de Palmeiras y sólo se preocupa de desmarcarse. Chile celebra, se solaza. Venezuela lo sufre en la cancha y también en el marcador, que indica su derrota por 5-0.
Las cosas vuelven a su lugar en la selección chilena. Los buenos juegan en los puestos en que son buenos y de inmediato la Roja se ve mejor en la cancha. El 1-0, obra de Alexis (18'), es el fiel retrato de la impronta. Toques de primera, pasadas por la espalda, centro y cabezazo en área chica. Todo a 100 por hora. Los llaneros sólo atinan a mirar el concierto. No les queda otra.
El combinado nacional no les dio la opción de reaccionar. De hecho, lo sentenció todo a segundos del entretiempo, con un extraño remate sin ángulo de Valdivia, que se metió entre el palo y el portero Daniel Hernández. La naturaleza de la jugada indica que intentó un centro que se le fue al arco. Su talento, sin embargo, da pie para pensar cualquier cosa.
Lo cierto es que el equipo de Sampaoli volvió a gustar, luego de la sensación amarga que dejó en su última presentación, ese pálido 2-2 con Bolivia, en Coquimbo. La polémica y los reclamos de ex seleccionados, que agitaron los días previos al partido, quedaron fuera del estadio. No se escucharon en medio de los aplausos para una escuadra que presentó un esquema mucho más lógico en relación a la mejor imagen de Chile.
Una línea de cuatro defensas, con dos laterales que parecen punteros, una línea de media que corre, quita, crea y llegar al área rival. Una delantera movediza, indescifrable, que se acomoda a los pases del Mago. Así ganaron los pupilos de Sampaoli. Con dinámica, posesión y pelotas asesinas a la espalda de los zagueros rivales. Como el que le metió Valdivia a Isla y que terminó con la anotación de Vargas, el goleador récord de la era Sampaoli.
Talcahuano se convirtió en una fiesta, en un baile. No obstante, todavía hay cosas para corregir y probar. La banca del casildense está buscando nuevas alternativas en la defensa. Específicamente, un compañero para Gary Medel en centro de la retaguardia. Ayer le tocó su oportunidad a Igor Lichnovsky, quien juega en el Porto B, de la segunda categoría de Portugal.
El ex Universidad de Chile, quien disputó su primer compromiso con la camiseta de la adulta, sumó buenas y malas, pero en general, aprobó. Mostró que tiene armas para seguir siendo considerado en próximas convocatorias. Y también tiene porte, para darle peso aéreo al equipo.
Aún así, hubo descoordinaciones en la zaga. Ripios que cuando se juega mano a mano, se acentúan. Es el riesgo que corre la escuadra nacional. Ayer no le pesó, pero cuidado si el rival es de mayor jerarquía. Ahí la historia puede complicarse.
Un paréntesis, en todo caso, dentro del buen nivel que mostró el anfitrión de la próxima Copa América. Porque Venezuela llegó con lo mejor y se vio infinitamente superada. Y para peor, sufrió otros dos goles de Chile, autoría de Rodrigo Millar y Pablo Hernández.
El Mago ya no estaba en la cancha a esa altura, se fue entre aplausos y no podía ser de otra manera. Su regreso a la Selección fue a lo grande. Si algo tiene el fútbol, es mala memoria. Podrá renunciar, podrá provocar problemas, podrá ser un "niño problema", pero cuando toca la pelota e inventa un lujo, todo se olvida. Y Chile se alegra por eso.