Ni el más pesimista hincha de la Selección imaginó estar en el séptimo lugar de las Eliminatorias cumplidas ocho fechas. La misma escuadra que levantó dos copas América en 12 meses hoy está fuera del Mundial. Impensado. Sobre todo después de ese arranque demoledor ante Brasil y Perú, con victorias que asentaban el dominio de la Roja a nivel continental donde fuera que jugara.
No obstante, de pronto todo aquello comenzó a esfumarse. Por razones dentro y también fuera de la cancha, la Roja no sólo comenzó a descarrilar en la tabla. Sino que también perdió la memoria futbolística, aquella que le permitió levantar dos trofeos continentales en un año, y que hoy necesita recuperar con urgencia. En los últimos seis partidos rumbo a Rusia, Chile apenas cosechó cinco puntos. Ahí está en parte la explicación para la preocupante ubicación en la tabla.
Sin embargo, la mayor explicación para este evidente bajón tiene que ver con lo futbolístico, que en cierto modo se maquilló en la Copa Centenario. Y que duró poco. Aquel juego vistoso, que maravilló a todos en Estados Unidos hace apenas tres meses y medio, hoy luce como una fotografía antigua. Aquel 7-0 que se le propinó a México, la síntesis perfecta del fútbol total, asoma de tiempos muy pretéritos, casi de otra época. Porque incluso después, en ese mismo torneo, la Roja, más allá de levantar el trofeo, debió cambiar la mecánica de juego. Por eso Pizzi necesita encontrarle una vuelta de tuerca más confiable al equipo antes de que sea tarde.
En ese proceso está Chile. Golpeado por los dos últimos resultados en las Eliminatorias, con una cosecha pobre ante dos rivales que en el papel asomaban más que abordables, y aferrado a que las individualidades, aquellas que siempre aparecieron en el momento preciso, sostengan un colectivo que dé más garantías. Y es que resulta impensado que un equipo que incluya a Vidal, Sánchez, Aránguiz, Díaz y Vargas, repita actuaciones tan irregulares como ante Paraguay y Bolivia.
Pizzi sabe el desafío que tiene por delante. Con toda la historia en contra en Quito, donde la Roja no ganó nunca por Eliminatorias, con cuatro derrotas y dos empates, el último hace casi 19 años con gol de Marcelo Salas camino a Francia 98. Y ante un rival que presenta tantos o más problemas que Chile, desde lo futbolístico como desde lo sicológico.
Pero más allá de las dificultades que tiene el rival, al que incluso en la actualidad le cuesta adaptarse a la altura por los pocos días de preparación que tienen sus futbolistas, puesto que la mayoría hoy viene del llano, sigue siendo un rival respetable. Al que no se le puede regalar nada. Y que tiene fórmulas de ataque que pueden incomodar a Chile, sobre todo por el centro, con la presencia de Enner Valencia y Caicedo, delanteros potentes que aprovechan muy bien los desbordes de Antonio Valencia y Martínez.
Por eso Macanudo renuncia a su dibujo táctico preferido, aquel que incluye tres delanteros, para meter un mediocampista que ayude a controlar más el juego. La idea es que al triángulo que componen Díaz, Aránguiz y Vidal, se le sume Pablo Hernández como segundo pivote. El buen presente del mediocampista del Celta seduce a Pizzi. En Guayaquil lo ubicó a un costado de Díaz, por detrás de los otros dos mediocampistas. Su buen juego aéreo, fundamental en Quito especialmente por los balonazos largos desde el fondo de Ecuador, también es una característica que lo hace importante.
Los otros nombres que maneja Pizzi para incluir ante Ecuador, en este caso Beausejour y el lesionado Valdivia, surgen como alternativas para determinados momentos del partido. Eso sí, en el caso del primero, su inclusión como lateral izquierdo en lugar de Mena, podría ser una carta que se guarda Pizzi de última hora.
Lo concreto es que sea cual sea el dibujo o los nombres que incluya Pizzi, lo principal es que Chile recupere la memoria. Individual y colectivamente. Para que el sueño de clasificar a Rusia no sea una pesadilla. Por ello, de una vez por todas, la Roja tiene que estar a la altura de un bicampeón de América.