En su primer viaje a Uganda, el chileno Luis Castillo (33) llevó una mercancía valiosa. Uno de sus bolsos iba repleto de camisetas rojas, shorts azules, calcetas, banderas y pelotas de fútbol destinados a los niños de la escuela primaria Sserina Community, ubicada en el distrito de Masaka, en Uganda, a la que asisten 160 estudiantes fanáticos de La Roja.

Una calurosa tarde de noviembre de 2016 Luis llegó a este establecimiento de paredes de ladrillo, piso de cemento, y sin ventanas, que en sus tres salas de clases acoge a niñas y niños de 5 a 13 años.

Apenas alcanzó a abrir la bolsa en la que llevaba los regalos, los pequeños se abalanzaron preguntando por las camisetas de sus estrellas favoritas: Arturo Vidal y Alexis Sánchez.

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La mayoría de los niños nunca ha visto los rostros de ninguno de los seleccionados de La Roja en televisión porque ni en su aldea, ni menos en el colegio, cuentan con electricidad ni agua potable.

Sin embargo, los pocos adultos que pueden viajar a las zonas urbanas durante los fines de semana han conocido a los chilenos que juegan en las ligas europeas a través de las pantallas, convirtiéndolos así en una leyenda entre los niños. A tal punto llega el fanatismo que incluso un alumno de la escuela lleva por nombre Alexis.

Chilenos unidos por los niños ugandeses

Desde 2006 la Sserina Community School está apadrinada por la fundación Begin Anew (Comenzar de nuevo), creada por el chileno Einer Rubilar, un ex carabinero residente en EE.UU., quien en su última visita a Uganda, justamente en noviembre del año pasado, se enfermó de malaria, lo que lo tuvo al borde de la muerte.

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Luis, quien integra otra organización social chilena, conoció el trabajo de Einer a través de redes sociales y lo contactó para contribuir a su causa: la construcción de pozos de agua en el país (espera tener terminados cinco a mil en 2022) y la escolarización de los pequeños a través de becas, tareas que la fundación desarrolla exitosamente desde 2005.

"Cuando le pregunté a Einer con qué podría aportar, él me contó que los niños eran fanáticos de Alexis Sánchez y Arturo Vidal y que vibraban con el fútbol. Entonces comencé a recolectar fondos para llevarles las camisetas y pelotas de cuero sintético, porque como juegan a pie pelado y en canchas de tierra, las suyas apenas les duraban", relata Luis a La Tercera.

El joven compró 12 equipos de fútbol y cuenta que apenas las sacó de la bolsa los pequeños se las arrebataron. "Se peleaban las camisetas con los apellidos de Sánchez y Vidal. Una incluso se descosió y don Francis Kiweewa, el director de la escuela, tuvo que poner orden ante el alboroto porque a mí no me hacían caso", recuerda entre risas.

Los alumnos de la escuela aprovechan cada momento libre de su jornada escolar para ponerse sus uniformes y jugar un partido. Allá son entrenados por el profesor Mayengo Ibrahim quien ante la falta de pelotas de cuero sintético incluso confecciona junto a los pequeños balones a partir de hojas de plátano.

Cuando los niños juegan pueden comportarse como tal y dejar de lado las actividades de su rutina diaria, como por ejemplo, ir a buscar agua al río cercano al colegio, la que cargan en un balde sobre sus pequeñas cabezas, cuenta desde Nueva Jersey Einer Rubilar, quien hace un alto en su proceso de recuperación para conversar con La Tercera.

"Otro de los sueños que tenemos es poder construir una cancha de pasto sintético al medio del patio. ¡Sería un lindo regalo para ellos! Imagínate que los niños arman sus pelotas de fútbol utilizando hojas de plátano", relata el chileno.

Einer, quien interviene en esa escuela hace casi 10 años, espera viajar nuevamente en noviembre al pueblo de Sserina para continuar, entre otras tareas, con la ampliación del colegio a través de la construcción de otras tres nuevas salas de clases y baños, tanto para profesores como para estudiantes.

El chileno también se encuentra recaudando fondos para construir el primer pozo en el establecimiento (lo que ha realizado exitosamente en varias villas ugandesas), e instalar paneles solares para que los pequeños cuenten con electricidad, y puedan, por primera vez, disfrutar en sus aulas de un partido de la Selección Chilena.