Alfalfal es un camino largo que atraviesa de manera horizontal parte interior de la inmensidad del Cajón del Maipo. Sumergirse ahí es entrar a casi 30 kilómetros de curvas, desniveles y cerros transitados mayormente por camiones cargados que se dirigen a los diversos tramos que tienen las faenas de la empresa AES Gener en la ribera norte del Río Colorado.
En el recorrido, se divisan unas pocas casas a los costados, múltiples grúas y torres eléctricas que van quedando como vista complementaria a la lejana nieve del lugar.
Ese camino intervenido y quebradizo, es el que es transitado por la precandidata presidencial por el Frente Amplio, Beatriz Sánchez.
El lugar elegido la mañana del viernes por el comando para hacer campaña está ubicado en el kilómetro 22 del camino y es el epicentro de las hidroeléctricas que llevan el nombre de la misma calle y que han determinado la geografía del poblado de El Alfalfal desde iniciadas sus instalaciones.
En el recorrido, hay vestigios de los camiones: tierra caída, cerros intervenidos por choques y hoyos con mucha tierra removida. Al llegar casi al final del lugar, se puede ver un enorme murallón naranjo que circunda a las casi 300 personas que viven a la vista de camiones, grúas y trabajadores del sector. "Nos tienen acorralados", dice Rubén Arenas, presidente de la junta de vecinos del sector.
Casi al mediodía, Sánchez junto a ocho integrantes del comando, entre ellos Miguel Crispi y Andrea Salazar, llegaron a un terreno amplio, empastado y con casas de madera de propiedad de Arenas.
En unas bancas de madera se sentó la candidata junto a su comitiva, también Marcela Mella, de la Coordinadora No Alto Maipo, y Arenas, el dueño de casa, quien figuraba finalmente como único convocado de un encuentro al que, para llegar, el grupo se demoró cerca de una hora desde la salida del comando al kilómetro 22 de El Alfalfal.
Eso era: dos autos, nueve personas, una candidata y una reunión para hablar sobre problemas del sector con un solo interesado.
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La reunión duró casi 40 minutos e incluyó, de parte de Sánchez, el ofrecimiento de ayuda a través de los diputados Giorgio Jackson y Gabriel Boric para solucionar una petición que lleva años esperando: el título de dominio para habitantes de El Alfalfal quienes vieron alterado su territorio por las hidroeléctricas y pretenden paliar el efecto encontrando beneficios sobre el terreno en el que viven.
Sánchez escucha al hombre. Lidera la conversación sin conversar demasiado. Predomina, eso sí, el anuncio de campaña para llegar a la Cámara de Crispi y Salazar.
Rubén Arenas es el vocero de una causa en la que se encuentra, admite, algo solo.
Estar contra Alto Maipo en El Alfalfal –donde el ruido de máquinas de construcción se escuchan fuerte a diario- es complejo: "Es como la fiebre del norte: aquí casi todos están a favor de Alto Maipo porque tienen trabajo, algunos tienen pensiones, pero cuando se termine Alto Maipo se va a terminar todo lo bueno, todo lo que recibían. Esto es pan para hoy día y hambre para mañana".
Ese lugar de solitaria dirigencia es donde Beatriz Sánchez y la vocera de No Alto Maipo –que está reuniendo adherentes para una futura candidatura- se comprometieron a hacer algo que para Arenas valiera la pena. "Nosotros vamos a cumplir", le dijo Sánchez casi al final de la jornada dándole las manos a Arenas. El asentía. Solo en su casa, hay un lienzo pegado al murallón que dice: "Sin amor no hay desarrollo". Está justo frente a una torre eléctrica con cables que se ven invadiendo la parte interior de uno de los cerros.
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A El Alfalfal, dice Arenas, nunca había ido un candidato a la presidencia. Es decir: nunca un candidato había salido de su comando para dirigirse durante una hora a un lugar donde, de 300 familias, solo fuera atendido por una persona.
Beatriz Sánchez lo hizo. Silenciosa, sin pedir fotografías y acatando las decisiones de integrantes del Frente Amplio que la acompañaban tomaban para luego hacer publicaciones en redes sociales sobre el encuentro que a esa hora era promovida en Facebook y Twitter como una junta con "vecinos".
Al finalizar la reunión, Sánchez subió una escalera que daba al techo de uno de los cuartos que estaban construidos en el patio del lugar. Miró atenta la desviación del río, la intervención de AES Gener, y le sacaron una foto de alta resolución con un espacio que podría ser cualquier construcción de ciudad en medio de cerros que intentan ser conservados.
Fue una foto improvisada y con ella medio desprevenida.
La candidata no llenó espacios innecesarios con conversaciones que incitan a la simpatía forzosa que, se asume, deben tener los candidatos para poder conseguir adeptos. De la escalera, Sánchez bajó sola, con dos mujeres que la esperaban abajo, en medio de las conversaciones políticas que sus acompañantes tenían sobre próximas actividades del movimiento.
Al llegar a piso, habiendo sido la más discreta pese a su pretensión política, se despachó con los buenos deseos de Arenas y su esposa.
"Antes nunca había venido un candidato", repitió el dirigente. Tampoco, dice, había visto como candidata a Beatriz Sánchez, a quien solo recordaba por algún canal de televisión. Que, pese a todos sus esfuerzos, Arenas no logró recordar cuál era.