Histórico

La saga del polerón

La ropa de trabajo nunca parece más atractiva que cuando la lleva gente que no la necesita. Con o sin capucha, cierre o estampado, esta prenda es parte de la cultura popular, y en los últimos meses se ha subido a las pasarelas más cotizadas.

En su libro Costume, Rachel Kemper dice que el tipo de prendas de vestir que se ponen de moda con mayor rapidez son las que originalmente fueron diseñadas para trabajos peligrosos, la guerra o los deportes fatigosos, como los anteojos de aviador y los relojes para buzos —que pueden sumergirse, aunque muy pocos de los que los usan bajen al fondo marino alguna vez—. Es el caso de los polerones, o sweatshirts, como se les dice en inglés, palabra que, según el diccionario Merrian-Webster, fue fijada en el año 1925. Su primera función era la de mantener el calor y absorber el sudor durante el ejercicio (de ahí su nombre en inglés, sweat significa sudor). Era ropa de entrenamiento, utilitaria y sin adornos: un suéter de manga larga, sin cuello, cuya principal innovación era el material con el que se confeccionaba.

La idea de hacer suéters de algodón se le ocurrió a Benjamin Russell, estadounidense y propietario de una empresa de ropa interior para mujeres y niños, cuando escuchó a su hijo Bennie reclamar por el uniforme de su equipo de fútbol, el de la Universidad de Alabama. ¿La queja? Que le producía comezón y que se encogía con el lavado, porque estaban hechos de lana. Russell no tuvo que ir muy lejos para encontrar material con el que reemplazarlo, pues en su empresa se confeccionaba ropa interior de algodón. El éxito de los nuevos uniformes fue inmediato y pronto los equipos de fútbol y béisbol de todo Estados Unidos adoptaron su uso.

Su diseño evolucionó con los años. Lo primero fue la añadidura de un cierre en frente. Más tarde, en la década del treinta, aparecieron los hoodies, o canguros, es decir, los con capucha, que fueron creados por la marca Champion para las personas que trabajaban en depósitos de almacenamiento en frío. Los responsables de que dieran el salto de ropa laboral a prenda de moda y objeto de deseo fueron los atletas de las escuelas secundarias, que comenzaron a regalarles los suyos a sus novias. Sobra decir que los colegios llevan años siendo caldo de cultivo para las modas, por lo que los polerones se convirtieron en una.

El siguiente impulso se lo dio el hip-hop, subcultura que adoptó el canguro, que ayudaba a mantener un perfil bajo, ya fuese por apatía o para esconderse de la policía. De pronto, lo importante era la actitud: estar en los márgenes era un orgullo, el ensimismamiento dentro de la capucha era una forma de rebelión. Y si bien en un principio la clave del éxito fue su comodidad y abrigo, los polerones continuaron en la palestra gracias a sus connotaciones: por un lado, representan el trabajo, la comodidad y el deporte. Por el otro, el bajo perfil y los márgenes.

La polera de DHL: ¿Cazabobos?

No hay que olvidar que un polerón estampado es una manera muy barata y muy efectiva de diseminar información. Las primeras en descubrir que podían usarse como herramienta publicitaria fueron las universidades estadounidenses en la década del sesenta, quienes estamparon sus nombres y emblemas en ellos para que los alumnos y sus padres exhibieran casualmente el orgullo que les producía estudiar ahí. Luego, en los años ochenta, la logomanía unió más fuertemente a esta prenda y la publicidad: los diseñadores que deseaban promover su marca podían estamparla en simples polerones y poleras de algodón y venderlas a precios más asequibles para el público común (y aun así cobrar mucho más de lo que valdría la prenda sin el logo). ¿Un ejemplo? El afamado cK de Calvin Klein. ¿Otro? Los polerones GAP.

En las últimas temporadas, la logomanía ha vuelto, pero con ironía: jóvenes diseñadores de grandes casas han lanzado prendas con logos corporativos de marcas que nada tienen que ver con la moda y cuyo uso no es un símbolo de estatus. Uno de los casos más visibles ha sido el de Moschino y sus logos de McDonald’s y Barbie, pero existen más: Anya Hindmarch hizo lo suyo con la imagen de Carrefour, y Kellogg’s, Opening Ceremony con uno que trae un diseño de Kodak inspirado en las cajas en que venían los rollos. Las marcas masivas no se han quedado atrás: Zara lanzó una línea de poleras de Pepsi. La prenda que ha llevado la ironía más lejos ha sido la polera de DHL Vetements, la marca del Demna Gvasalia, que confeccionó exactamente la misma camiseta que utilizan los trabajadores de la empresa de envíos internacionales. La única diferencia entre la polera de Vetements y la original es el precio: la original cuesta menos de 20 euros, la versión de Vetements está a 245.

Puede parecer ridículo, pero la camiseta está agotada y se ha visto a famosos como Justin Bieber, Lily Rose Depp, Rihanna y Selena Gómez usándola. Al respecto, Demna Gvasalia ha dicho que nunca se imaginó que iba a tener tanta repercusión. “Cada día oía a alguien decir en el estudio: ‘El paquete no ha llegado, tenemos que dejar de trabajar con DHL’. Es como si la empresa formase parte de mi vida, así que pensé: “¿Por qué no forma parte de uno de nuestros desfiles?”, explicó en una entrevista.

Vetements llegó además a la semana de la moda de París con una línea de canguros con leyendas que también sacaron aplausos y con uno de los cuales este lunes apareció en la televisión Whoopi Goldberg. Ya se sabe, este 2016 los polerones, con leyenda, capucha o logo comercial, están en todos lados.

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