Unos supuestos "ataques" contra los diplomáticos de Washington fueron la causa.
El Departamento de Estado confirmó que más de 20 de sus empleados en La Habana sintieron desde el año pasado pérdida de audición, mareos y náuseas. Algunos reportaron, incluso, "daño cerebral".
Pero de las causas, en realidad, poco o nada se conoce.
Equipos especializados de ambos gobiernos investigan desde hace meses lo ocurrido, mientras expertos aseguran o niegan la posibilidad de dichos "ataques".
El mismo FBI, según medios de Estados Unidos, no logró imitar en laboratorio los efectos que han sufrido los diplomáticos.
La incógnita y la incertidumbre están servidas.
Pero no es la primera vez que ocurre algo así en una embajada de Estados Unidos.
De hecho, un suceso muy similar tuvo lugar en la antigua Unión Soviética y fue uno de los grandes misterios de la Guerra Fría.
Duró más de dos décadas y, hasta hoy, los sucesos en torno a la "Señal de Moscú", como se le conoció, generan, todavía, más preguntas que respuestas.
Unión Soviética, 1953.
Era el año oscuro de la muerte de Stalin.
En el mes de mayo, unos equipos recién instalados en la embajada de Estados Unidos detectaron la primera señal: era una frecuencia de microondas que oscilaba sobre los pisos superiores en horarios determinados, a veces hasta ocho horas por día.
Para finales del otoño, algunos trabajadores de la sede diplomática se sintieron inexplicablemente enfermos.
Uno a uno, comenzaron a manifestar síntomas similares, como si se tratara de una plaga silenciosa.
Al principio fueron mareos, palpitaciones, dolores de cabeza, la presión de la sangre demasiado alta o demasiado baja, descontrolada…
Nadie entendía qué pasaba.
El único factor en común era la embajada, la sintomatología de una enfermedad desconocida, sin causas ni razones.
Y la señal. Las ondas misteriosas que seguían llegando a la embajada día tras días.
En 1962, los que aún permanecían allí o, incluso, los que ya se habían ido, manifestaron síntomas más graves: repentinas cataratas, alteraciones en los análisis sanguíneos o en los cromosomas…
Estudio viral
Para 1965, la embajada se comenzó a llenar de médicos: especialistas de todo tipo, pruebas de sangre van, chequeos vienen, exámenes de última tecnología que interrumpieron por semanas los correteos cotidianos del edificio.
Era el inicio del "Estudio Viral de Moscú", una operación multimillonaria en la que los científicos, en apariencia, buscaban la posible exposición de los trabajadores a una cepa desconocida de un virus misterioso y potente.
"En realidad, era una mentira, una cortina de humo para algo mayor", explica a BBC Mundo Sharon Weinberger, editora jefe de Foreign Policy y autora de "Los imaginarios de la guerra: la historia no contada de DARPA, la agencia del Pentágono que cambió el mundo".
"Fue de hecho el inicio de una de las más insólitas investigaciones secretas del gobierno de Estados Unidos durante la Guerra Fría. Estudiaban un fenómeno del que hasta ese momento no tenían idea: los efectos de las radiaciones de microondas en los seres humanos", agrega.
Radiaciones de microondas
Luego de 13 años de síntomas inexplicables y de investigaciones fracasadas, la CIA tomó cartas en el asunto. En el inicio barajó numerosas hipótesis.
Tras la detección de varias señales durante ese tiempo, llegaron a una conclusión potencial: los soviéticos estaban "bombardeando" la embajada de Estados Unidos con microondas de muy bajo nivel.
Lo llamaron la "Señal de Moscú".
"Nunca se supo a ciencia cierta de dónde provenían, pero la CIA detectó que las radiaciones convertían los pisos superiores del edificio en una especie de horno de microondas", indica Weinberger.
"Las cargas estaban muy por debajo del umbral necesario para calentar las cosas, como lo hace un horno actual, sin embargo, también era 100 veces más potente que los estándares de exposición máxima permitidos", añade.
Las radiaciones, según un informe de la CIA filtrado por Wikileaks, estaban en el gama de frecuencias de 0.5-9.0 Gigahertz.
https://twitter.com/wikileaks/status/896068289507373057
Para ese entonces, no existía un conocimiento científico sólido sobre este tipo de radiaciones.
"La comunidad de inteligencia de Estados Unidos estaba muy preocupada porque los soviéticos, al parecer, sabían algo acerca de la radiación no ionizante que Estados Unidos desconocía", explica Paul Brodeur, autor de The Zapping of America, la primera investigación sobre el tema publicada en 1977.
La Señal de Moscú se convirtió en uno de los símbolos secretos de la Guerra Fría, un ataque inusitado que rondaba las aureolas de la conspiración y el misterio.
"Nadie tenía idea de lo que estaba sucediendo, de por qué los soviéticos estaban haciendo esto, porque todo indicaba a que no era para recopilar información de inteligencia. Y aunque nunca se logró determinar la influencia en la salud, muchos trabajadores de la embajada aseguraban experimentar síntomas inusuales", agrega Brodeur.
En ese ambiente de incertidumbre científica, la CIA barajó nuevas teorías sobre el propósito de sus enemigos soviéticos.
Control mental
Una de las primeras hipótesis fue que los soviéticos intentaban influir en el comportamiento o en el estado mental de los diplomáticos estadounidenses, y que buscaban modificar sus conductas y producir errores humanos.
"La gente se preguntaba qué estaba pasando y ante la falta de explicaciones para la época, básicamente, creyeron que se trataba de un arma de control mental. Por más disparatado que hoy nos parezca, fue la teoría más fuerte", comenta Weinberger.
Una división del Pentágono, la de los Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa, fue la encargada entonces de analizar los posibles efectos de las microondas en el comportamiento humano.
Fue el origen del Plan 562 del programa DARPA, que pasó a la historia por su nombre en clave, Proyecto Pandora.
"En esencia fue un equipo de investigación sobre los efectos de las radiaciones en el cerebro humano, pero su trabajo fue, también, uno de los episodios más extraños en la historia de la ciencia durante la Guerra Fría", asegura Weinberger.
Proyecto Pandora
Richard Cesaro, un experto en propulsión, pero con escaso conocimiento de biología humana, fue designado al frente del proyecto, que funcionó por cuatro años, entre 1965 y 1969.
Durante ese tiempo, la investigación se mantuvo en el más estricto secreto.
De hecho, hasta hoy, muchos de sus archivos permanecen clasificados.
La Fuerza Aérea fue la encargada de suministrar los equipos para simular en condiciones de laboratorio los "bombardeos electromagnéticos" de la señal de Moscú.
Unos monos fueron elegidos por un instituto de investigaciones del Ejército para recibir las primeras dosis de radiaciones, con una potencia similar a la que llegaba a la embajada.
"Radiaban los animales entrenados y luego, le daban ordenes como mover palancas para determinar si estas señales influían en el comportamiento. Muchos procedimientos sin control metodológico y sin una base científica", explica Weinberger.
Pero para Cesaro, las pruebas con primates fueron un "éxito" y pronto pidió pasar a los humanos.
Presentó ante el Departamento de Defensa un proyecto ultrasecreto en el que solicitaba autorización para que ocho personas, sin su consentimiento, fueran sometidas a las radiaciones.
Para "reducir los efectos negativos" propuso que los hombres usaran algún tipo de protección en sus testículos, para evitar daños en su sistema reproductivo…
"Cuando llegan al punto de que prueban 'armas de control mental' en las personas, creo que da una idea de la paranoia que se vivía. Pero sobre todo hizo evidente que el principal interés era impulsar armas reales de microondas, en lugar de entender lo que había detrás del misterio de la embajada", afirma la editora de Foreing Policy.
Finalmente, las pruebas con humanos no tuvieron lugar, Cesaro fue despedido y el Proyecto Pandora, después de gastar millones de dólares, cerró sin ningún resultado.
Pero día tras día, la señal seguía bombardeando la embajada de Estados Unidos en Moscú.
Soluciones
Según los archivos desclasificados por WikiLeaks, los contactos con las autoridades soviéticas para discutir el motivo de las radiaciones fueron infructuosos.
Aunque el Proyecto Pandora fracasó, para inicios de la década de 1970, la comunidad de inteligencia de Estados Unidos descartó el supuesto control mental.
"Llegaron a una conclusión más seria y que es la aceptada hasta hoy: que los soviéticos estaban utilizando la radiación para activar sistemas de escucha escondidos en las paredes de la embajada. Definitivamente, no era para controlar la mente de los diplomáticos", concluye Weinberger.
Pero incluso así, todo quedó en el misterio hasta 1976, más de 20 años después de manifestarse la señal por primera vez.
En su libro, Brodeur asegura que no fue hasta esa fecha cuando el embajador Walter J. Stoessel Jr. explicó a algunos de los 125 miembros de su personal que los soviéticos estaban, al parecer, usando cañones de microondas para escuchar conversaciones dentro de la embajada y que la radiación podría ser perjudicial para su salud.
Las demandas del personal (del activo y de los que habían pasado por allí) llovieron.
Pero los impactos reales sobre la salud de los trabajadores aún permanecen en el misterio. Los estudios científicos desclasificados hasta la fecha no brindan informaciones concluyentes.
Para detener las radiaciones, Estados Unidos encontró una solución peculiar: colocó láminas de aluminio en las ventanas.
La embajada fue, desde entonces, un auténtico búnker.
Pero casualmente, en abril de ese año, la señal de Moscú desapareció de la misma forma misteriosa en que había surgido 23 años antes.