En enero de 1936 todo pudo haber terminado para Dimitri Shostakovich. Hijo predilecto de las autoridades de la Unión Soviética, el músico de 30 años tuvo la mala idea de componer una ópera donde había un flagrante adulterio, tema abyecto para el pueblo ruso, según el líder Josef Stalin. Eran tiempos de purgas, intolerancias y fusilamientos. Tiempos en que la editorial del diario oficial Pravda llamó "caos en lugar de música" a la ópera Lady Macbeth de Mtsensk, de Shostakovich, y lo que venía era  una casi segura deportación a Siberia. Dimitri Shostakovich, como precaución, no estrenó su próxima Cuarta sinfonía,  se desligó  de los conflictos  y, si alguna gesta lo acreditaba, creó pensando en la patria. Tal gesta llegó con la resistencia del pueblo ruso ante el asedio de los alemanes a la ciudad de Leningrado en 1941. En homenaje a los que defendían la urbe del sitio germano creó su Séptima sinfonía, hoy conocida también como Leningrado.

Con una extensión de  una hora y 15 minutos, la composición ha sido tocada en Chile en no más de dos ocasiones. Se requieren sobre 100 músicos para interpretarla y, de acuerdo a quien la dirija, el primer movimiento puede durar más de media hora. Son, en cualquier caso, 30 minutos  pictóricos y alusivos a fuego de artillería, inviernos larguísimos, marchas nazis y resistencia a prueba de balas. Considerada en un principio como una  obra meramente patriótica, la Sinfonía Leningrado se transformó con el tiempo en una creación que contenía tanto una crítica al asedio nazi como, en palabras del musicólogo ruso Solomon Volkov, una velada diatriba antiestalinista. La primera prueba de ello es que Shostakovich la comenzó antes del sitio a Leningrado. La segunda prueba es que varios pasajes musicales citan trozos de la ópera censurada Lady Macbeth.

"Es una obra mucho más compleja de lo que se cree. Para mí representa la lucha contra el mal. O mejor dicho, contra la introducción del mal  en las vidas de los hombres. Muchos creen que su final apoteósico es una conclusión feliz y celebratoria. Pero eso es sólo camuflaje de otra cosa. Quizás es el triunfo de fuerzas oscuras", explica Leonid Grin, quien la dirigirá la próxima semana, frente a la Orquesta Sinfónica de Chile, en el Sexto Concierto de la Temporada Internacional  que se ofrece en la sala del Centro de las Artes CA660, de la Fundación CorpArtes. El conductor ruso, que es el titular de la Sinfónica, también dirigirá los conciertos de este viernes 26 y sábado 27, que incluyen la Cuarta Sinfonía de Mahler y el Concierto para fagot de Mozart.

Mahler y Shostakovich son compositores que requieren grandes orquestas y en ese sentido significan un particular esfuerzo para los instrumentistas de la Sinfónica. "Tengo entendido que esta orquesta tocará ahora por primera vez la sinfonía de Shostakovich", dice Grin, quien conoció al compositor en 1969: "Tuve la suerte de asistir a los ensayos para su Sinfonía 14, en Leningrado. El estaba sentado en la sala y miraba al director Rudolf Barshai que conducía la orquesta. Shostakovich era un hombre extremadamente tímido, que casi no hablaba y  que, al parecer, tenía fobia a los grupos. Sin embargo, tenía una gran fuerza interior, un espíritu que jamás se doblegó a las imposiciones de Stalin y que permaneció honesto hasta el final. Uno de sus sucesores en Rusia fue Alfred Schnittke, con quien tocaremos en el concierto de la segunda semana de octubre. Terminó expulsado del Conservatorio de Moscú y se tuvo que ir de la Unión Soviética ".

El director titular de la Sinfónica adelanta que durante la próxima temporada seguirá con obras de Shostakovich y Schnittke, "enfati- zando la presencia de creaciones del siglo XX".

EL HIT MAHLER

La sala de conciertos del  CA 660, que ya tuvo un primer apronte con la Sinfónica en junio pasado, inaugura oficialmente con estos eventos la presencia de la Sinfónica en tal recinto. La agrupación clásica nacional más antigua alterna así sus conciertos entre el Teatro de la U. de Chile y el centro ubicado en Rosario Norte 660. Este viernes y sábado le tocará el turno a la Cuarta sinfonía de Mahler, que será precedida del Concierto para fagot, obra de juventud de Mozart, creada en 1774, a los 18 años. En la composición del austríaco Gustav Mahler (1860-1911) intervendrá, además, la soprano chilena Claudia Pereira, que canta en el último movimiento de la Sinfonía.

"Mahler creó esta sinfonía en 1901 y su inspiración viene de un cuento de Dos-    toievsky que él leyó en esa época, cuando dirigió varias veces en San Petersburgo. El cuento se llama El árbol de Navidad y es sobre un niño pobre que una noche pasa frente a una casa aristocrática y ve un gran árbol de Navidad. Lo único que desea es tenerlo. A la noche siguiente, el chico aparece  congelado frente a las puertas de la gran casa", dice Leonid Grin acerca de la obra.

Se trata de una de las composiciones más conocidas de Mahler, particularmente porque su extensión no es tan amplia como otras de sus sinfonías, que superan la hora de duración. Su orquestación requiere a un grupo importante de músicos, pero es relativamente menor que su conocida  Segunda sinfonía Resurrección, por ejemplo. "Es como una obra de cámara, pero en tiempos modernos. Aquí todo es suave, muy preciso, en claroscuro. Eso es muy difícil de lograr en las orquestas y en los cantantes: es muy fácil gritar y tocar fuerte, pero hacerlo en la medida justa, a media voz, es complicado", argumenta.

Compositor grabado continuamente en nuestros tiempos y tocado casi con la misma frecuencia que Beethoven, Mahler se ha convertido en un clásico moderno: "Actualmente, todas las orquestas en el mundo hacen a Mahler. Después de su muerte permaneció largamente ignorado, hasta los años 60. Hoy vive un segundo renacimiento y creo que es porque su música está en sintonía con los tiempos difíciles, las guerras y los conflictos humanos. Sus obras son muy expresivas y la gente se identifica con ellas".