Ni las expectativas más optimistas podían augurar lo sucedido en la tercera noche de festival. En una era en que las combinaciones para componer música popular se reducen al ritmo, figuras como Isabel Pantoja resultan una excepción extraordinaria y una luz sobre un pasado que se desvanece en medio de un romanticismo ramplón. Esto no tiene que ver con la majadería que idealiza otros días, simplemente es un hecho. La jornada del martes, la noche romántica de este Viña 2017, redujo el amor a ejercicios vocales, apenas una parte de cuanto concita un verdadero espectáculo. En cambio en esta tercera noche la estrella española ofreció las mejores características de la balada hispanoamericana de todos los tiempos.
A ratos la gigantesca quinta Vergara era una sala pequeña donde la diva de España podía aleccionar a la primera fila por estar más pendientes de sus móviles, o felicitar maternalmente a la artista argentina Lali Espósito. Fueron detalles de una trama mayor, conmovedora, impresionante en largos pasajes, capaz de convertir a quienes creímos que su formato pertenece a un pasado en sepia. Error. Todo el número fue pura clase.
Hubo varios pasajes representativos, como cuando manejó pausas y silencios en Te lo pido por favor, uno de los tantos títulos inmortales de Juan Gabriel, uno de sus colaboradores predilectos a quien homenajeó con maestría. La interpretación de cada pieza fue tan arrolladora que la portentosa orquesta pasó a segundo plano. Su despliegue vocal cargado de verdadero sentimiento, poder y destreza en exactas dosis erizaba la piel. En Buenos días tristeza, Hazme tuya una vez más, Marinero de luces, Qué voy a hacer contigo, Pasó tu tiempo y Era mi vida él -quizás el momento más emotivo de la noche por los ecos de su viudez-, Isabel Pantoja se instaló como soberana absoluta en lo que va del certamen.
"La única diva que queda" fue comentario repetido entre el público. Y es cierto. Artistas así escasean. Pertenecen a otro tiempo menos formulado donde el intérprete de música popular labraba arte para las masas. "¡Estoy flotando!", exclamó La Tonadillera a la hora de los premios. El efecto era masivo. El festival de Viña tomó vuelo como merece por primera vez anoche. Volamos por las alturas de la canción interpretada con estampa magnífica.