Es extraño lo que pasa con Mo Farah. El atleta, dominador absoluto los 5.000 y 10.000 metros, era llamado a ser uno de los emblemas británicos en los Mundiales de Atletismo que comienzan mañana, pero su imagen se ha visto tan manchada por la sospecha de dopaje, que prácticamente no se le ha visto.

Rarísimo. Porque en su casa, el campeón olímpico, mundial y europeo esperaba retirarse de las carreras de pista como un campeón, admirado y alabado por toda su nación y el mundo, pero en realidad, la sensación que gira en torno a él es de desconfianza. ¿La razón?

La denuncia que presentó la Agencia Estadounidense Antidopaje (USADA), donde declaraba, en un informe, los controvertidos métodos

whatsapp-image-2017-08-03-at-12-56-50 de su entrenador,

el cubano Alberto Salazar, del Nike Oregon Project.

Incluso un grupo de hackers rusos, los Fancy Bears, revelaron un documento secreto de la IAAF, de diciembre de 2015, en el que se muestra a Farah junto a otros cuatro atletas, mencionado como "probable dopaje" y con "pasaporte biológico sospechoso".

El astro del fondo no lo pasa bien. Hoy, por ejemplo, no acudió a la rueda de prensa que debía dar previo a los 10.000 metros que correrá mañana, probablemente, evitando cualquier pregunta relacionada con el dopaje.

Las dudas son tantas, que en su cuenta de Instagram ha compartido imágenes, durante los cuatro últimos días, de los controles sorpresa de orina y sangre a los que se ha sometido.

Mañana, a las 16.20 de Chile, Farah puede brillar en su reino, pero difícilmente acabará con los cuestionamientos.