Chiquitito y gordito, pero con una velocidad extraña para su cuerpo y con la habilidad de pocos con el balón. Sebastián Barrientos dio sus primeros pasos de vida en Osorno y de fútbol, en Santiago, cuando entró muy pequeño a Universidad Católica. No duró mucho. No se sentía cómodo y, además, su padre, el futbolista Leonel Barrientos -también iniciado en la UC, siendo campeón en 1984-, cambiaba de clubes y ciudades (jugó en Osorno y La Serena), arrastrando a su esposa y a sus dos hijos con él.

El ex mediocampista veía que los pequeños tenían condiciones y creía que ellos podrían cumplir los sueños que a él se le negaron. El primogénito, del mismo nombre, se parecía mucho a él: tenía una técnica exquisita y podía meter largos pelotazos precisos; un proyecto de crack que despuntaba en las inferiores de Universidad de Chile. "Era muy buen jugador. Tenía una pegada impresionante. Pintaba para profesional seguro", recuerda Roberto Barrientos, primo y ex compañero en las cadetes azules.

Corría la segunda mitad de los '90 y el padre veía de cerca el retiro. Su carrera no fue todo lo exitosa que hubiera querido y los ahorros se agotaron, entrando en crisis económica.

El primer golpe
Ante la adversidad, la familia se unió más que nunca. El hijo mayor se lucía, pero un problema de salud truncó su auspicioso futuro. "Sufrí dos ataques de epilepsia jugando. No con convulsiones, pero sí con ausencias, perdía el conocimiento. Fui al doctor y me dio la mala noticia: no podía jugar fútbol profesionalmente", cuenta con amargura el afectado, quien hoy trabaja como entrenador en el colegio Pedro de Valdivia.

Desde entonces, las esperanzas quedaron depositadas en Sebastián. El también estaba con su hermano en la "U", pero a los 15 años decidió irse y volvió a la UC (donde había tenido un paso fugaz). Le vino el "estirón" y se transformó en figura de los cruzados, pero como delantero. "Jugaba en las series superiores a las suyas y la rompía. Por eso, a nadie le extrañó que lo fueran llamando a las selecciones juveniles e incluso como sparring de la Adulta", explica su primo Roberto.

En 2007 debutó en el primer equipo. Tenía las ganas de todo adolescente, pero también la inmadurez. En enero fue al Sudamericano Sub 20 de Colombia, pero tuvo diferencias profundas con el técnico Ivo Basay, que terminaron con el "Hueso" sacándolo de los titulares.

Católica lo apoyó y el nuevo DT, Marco Antonio Figueroa, lo tuvo como prioridad en ataque. Además, su padre lograba estabilidad como técnico en las inferiores de Cobreloa.

Parecía que al fin todo iba bien, pero en mayo Sebastián sufrió un trombosis en la pierna derecha. Fue un susto, que con 10 días de anticoagulantes quedó en el olvido... Hasta que se repitió la historia, pero más grave. El sábado sintió pinchazos en la espalda y le costaba respirar; ahogado, fue al doctor: tromboembolismo pulmonar fue el diagnóstico. Ahora, su futuro deportivo está en duda.

"Ha sido muy duro. Imagínate, se repite la historia y es muy fuerte. Yo no pude seguir y enfocamos todos nuestros esfuerzos para que 'Sebita' pudiera realizarse. Mi papá se veía reflejado en él... Ahora está destrozado", cuenta Leonel hijo. "Pero a 'Sebita' le gustan los desafíos y va a salir adelante. Te lo firmo", confía.