"¿Cómo puedo hacer una foto de mi cara en el celular?", pregunta Ana Díaz (91) aludiendo a las populares "selfies", mientras unas 30 personas que la rodean, y que tienen entre 45 y 91 años, esperan atentas la respuesta. Reunido en una sala, el grupo sigue las imágenes amplificadas de la pantalla de un teléfono que, paso a paso, opera el profesor de la clase "¿cómo usar un smartphone?" que imparte Fundación Telefónica.
Al lugar, ubicado en Plaza Italia, han llegado personas de diferentes comunas con sus celulares -de sistema operativo Android-, cuadernos y lápices para tomar apuntes, y una batería de preguntas que van resolviendo los tutores, que monitorean el avance de cada alumno. La mayoría de los asistentes tiene su número de teléfono pegado en la parte trasera del celular.
Díaz, la mayor de los asistentes, no llegó sola. Junto a ella se encuentra Guillermo Carrazana (89), su esposo, quien sigue atento las instrucciones. "Escuchamos del taller en la televisión y vinimos, porque no tenemos la experiencia de usar internet en el celular", dice el hombre.
La falta de curiosidad e interés por los aparatos tecnológicos, cuenta la pareja, se acentuó cuando empezaron a fallecer sus amigos. Ambos sentían que no había suficientes motivos para estar conectados, de manera instantánea, con otras personas. "Eso, hasta que llegaron los nietos", confiesa Díaz. Desde entonces, pidieron teléfonos más modernos a sus hijos, aunque pasaron años antes de que aprendieran a ver un mensaje de texto, agregar o eliminar un contacto y conectarse a internet, como están practicando actualmente.
Miedo al teclado "touch"
Desde que el boom de los celulares tecnológicos comenzó en Chile, las operadoras telefónicas de diferentes empresas se han enfrentado a insistentes preguntas de sus clientes para resolver dudas técnicas. Muchas de ellas, cuenta Angélica Alarcón, gerente de Inversión Social de Fundación Telefónica, tienen que ver con "adultos que no saben cómo activar los datos o reiniciar el celular". Por lo mismo, "apuntamos al 20 por ciento que hoy no está accediendo a internet, ya sea porque desconocen el tema u otros motivos", agrega.
Los casi 120 asistentes de las cuatro versiones anteriores del taller, que hasta el momento se ha realizado solo en Santiago, llegaron igual de desprendidos con la tecnología que la pareja Díaz y Carrazana. Paulina Gutiérrez, voluntaria para realizar estas clases, cuenta que el desafío principal es que todos ellos "aprendan a sacarle provecho al aparato y no se olviden de lo aprendido". Añade que ha sorprendido que a la convocatoria, que inicialmente era solo para adultos mayores, hayan llegado interesados de, incluso, 40 años. ¿Lo que más les interesa? Aprender a enviar mensajes de texto, fotos y usar WhatsApp.
Al lado de Gutiérrez, un hombre está concentrado en la clase. Es domingo Dunats (73), quien viajó 45 minutos en micro y metro desde Pedro Aguirre Cerda. "Vine porque cambié un Nokia antiguo por un celular touch y no lo entiendo. Me quedo dormido porque la alarma no me funciona y no me sé comunicar con él", cuenta el electricista, quien fue inscrito por su hijo para poder asistir al taller.
Dunats pregunta cuál es el botón para retroceder, al mismo tiempo que les confiesa a sus cinco compañeros de mesón, con los que lleva más de dos horas compartiendo, que le asusta apretar algo por error. Todos le hacen ver que comparten su sentir. "El principal problema de la tercera edad es el miedo a usar estos aparatos, y una cosa peor: que pocos tienen paciencia para querer enseñarles", dice Alarcón.