Es la "picá" del huaso chileno y por eso en septiembre "Catrón" se repleta. Los días sábados sus clientes hacen cola y, en ocasiones, deben esperar su turno en la calle. Es ahí cuando se puede ver juntos al patrón de fundo y al huaso más simple, ya que en esta tienda de nicho "usted encuentra desde un hombre que viene a comprar aperos para sus caballos, hasta el trabajador que quiere vestirse de huaso para celebrar el 18 junto a su señora", asegura su dueño, Manuel Catrón.

La historia de este longevo negocio se remonta a 1941, un año emblemático para los Catrón de calle San Diego. Manuel Catrón Cortina, el pater familias, llegó a Valparaíso en 1926, proveniente de Asturias, España, pero sólo 15 años más tarde pudo cimentar los pilares de su pequeño imperio. Compró la Sastrería Olímpico, en el 1020 de San Diego, a la que luego sumó la Sastrería Gutiérrez, frente a la primera, a pasos de Avenida Matta.

Pero lo que seguro no imaginó Manuel fue el giro que su descendencia les daría a esas dos elegantes tiendas: juegos, deportes y pasatiempos, por un lado; confección "del auténtico traje de huaso", por el otro. Hoy el negocio funciona tan bien que en 2008 abrieron una sucursal "huasa" en Los Cobres de Vitacura, así como desde 2009 hay también una filial en el Mall Sport, especializada en juegos de salón. Lo más importante: siempre con esa factura fina y elegante que el primer Catrón concibió.

Manuel Catrón Esteva, hijo del fundador y actual dueño, tiene la misma cantidad de años que la sastrería fundacional, conoce su historia y es responsable de la continuidad del éxito. Amante del folclor, era cantante y bailarín en el Estadio Español cuando, en los años 70, confeccionó él mismo su traje huaso, logrando la sorpresa de sus amigos que no dudaron en pedirle que replicara el diseño, ahora para ellos. Rápido, Manuel olfateó el negocio: "existía ese nicho y nos pusimos a hacer ropa de confección de huaso, abaratando el costo y masificando el uso. Ese fue nuestro descubrimiento y me siento bien orgulloso".

Pero antes, la sastrería de los Catrón ya había brindado soluciones al vestir del mundo campesino: "A fines de los 40 las telas eran muy caras y se les sacaba mucho partido. La gente venía a virar la ropa, es decir, de tanto uso se raía y el exterior se desteñía, no así el revés. Entonces, era usual desarmar el vestón. Para evitar los bordes gastados, el huaso lo acortaba", explica Manuel.

Catrón define a su clientela como "familiar", pero asegura que también hay mucha juventud: "esa que se agrupa en parroquias, centros de padres y juntas de vecinos", aclara.

"Esto es un sentimiento. Hace mucho tiempo que dejó de ser una actividad de campo", argumenta Manuel. "Y no es excluyente en ningún caso, sino de una transversalidad absoluta. Yo me siento muy orgulloso, porque hemos contribuido en eso. El concepto de huaso como sinónimo de una persona al lote o no muy educada ha ido mutando en algo positivo y enaltecedor".

A Manuel Catrón le gusta hacer hincapié en que su público no es el huaso que suele asociarse a la sociedad más conservadora, porque "el sector agrícola se apera en regiones, mientras que en Catrón abastecemos al gran público de Santiago y aquí viene de todo. De repente una persona que trabaja en una fábrica sale más pinteada que un dueño de fundo".

Ahora no es barato vestirse de huaso. Una chaqueta blanca corralera cuesta $ 24.900, pero su símil en lana gris llega a $ 36.400. La chupalla de paja más simple vale $ 11.900, mientras que una de trigo cuesta $ 37 mil. Una manta de hilo $ 14.200, y si es de hilo natural 215 mil ¿La quiere reversible?: $ 620 mil, la mitad de lo que cuesta un chamanto.

Pero clientes hay. Incluso desde el extranjero le encargan mantas, espuelas y chupallas. Las distintas colonias de chilenos en el mundo "sienten la chilenidad en forma especial y, si bien no exportamos, ellos viajan y nos vienen a comprar acá. De Melbourne, por ejemplo, han creado sus propios clubes de huasos, así como nos llaman también de Suiza y Estados Unidos. Sobre el 10% de nuestras ventas son para el extranjero", cuenta Catrón.

Por eso nunca es buena ocurrencia insinuarle a don Manuel que en septiembre las personas se "disfrazan" de huaso. "Lo que nosotros vendemos no es el disfraz. De mi tienda, las personas salen vestidas de huaso", dice serio. "Otra cosa es que no tengan caballo", remata con humor.

Claro, porque los principales clientes de Catrón son huasos de tomo y lomo, generalmente de las comunas de Las Condes, Lo Barnechea, Pirque, San José de Maipo, La Florida y Puente Alto. Ellos deben cumplir el reglamento de las asociaciones de rodeo e, incluso, asistir a ceremonias de absoluto protocolo: como los miembros del Club Gil Letelier, los mismos que cada Parada Militar ofrecen un trago de chicha en cacho al Presidente de la República, otro ritual dieciochero.