Encabezadas por el Rey Felipe VI, el presidente del gobierno español Mariano Rajoy y el jefe del gobierno catalán Carles Puigdemont y dejando de lado por un momento sus diferencias políticas sobre los anhelos independentistas de Cataluña, unas 100 mil personas colmaron ayer la Plaza de Cataluña en Barcelona para guardar un multitudinario minuto de silencio en recuerdo a las víctimas del atentado de La Rambla. Un tributo que luego dio paso a un largo aplauso seguido de un grito al unísono: "No tinc por, no tinc por" (No tengo miedo, no tengo miedo).
Se trató de un momento elocuente, de unidad colectiva a pesar de la controversia, que contrastó con el inicio de la ceremonia, cuando unas cuantas personas alzaron banderas españolas y catalanas. "¡Fuera la bandera!", les criticaron y gritaron, según The Associated Press.
Pese a que Puigdemont y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, son férreos partidarios de la secesión a la que Rajoy se opone, el jefe del gobierno español no tuvo problemas en viajar desde Madrid para consultar sobre las medidas de seguridad en Cataluña. Así, la tragedia de La Rambla parecía, al menos por un momento, evaporar las animosidades políticas.
"No creo que tenga absolutamente nada que ver", dijo Puigdemont en la radio Onda Cero, preguntado sobre si los atentados modificaban la hoja de ruta independentista de su gobierno. "Creo que mezclar lo que debe ser una prioridad de respuesta ante la amenaza terrorista y atención a las víctimas con otras cosas me parece literalmente miserable", declaró.
Con todo, la prensa española tomó partido ayer frente a la coyuntura catalana. Así, el diario El País publicó un editorial en el que recordó que el atentado coincidió con "un momento de máxima confusión política en Cataluña"y en el que llamó a la "unidad política". "Apelamos al Govern para que se ponga al servicio de los problemas reales de Cataluña", apuntó.
Aún más crítico, el diario El Mundo señaló en su editorial: "Hoy no podemos olvidar cómo el nacionalismo ha ido cebando una verdadera bomba al favorecer la llegada de inmigrantes de países musulmanes frente a los de países hispanohablantes, como parte de la estrategia de ruptura de España. Así, se ha contribuido a convertir Cataluña en uno de los centros neurálgicos para grupos salafistas".