Cerca de las 18 horas, ya había movimiento en el sector de Protocolo del aeropuerto internacional de Santiago. En pocos minutos, llegaría la selección de Uruguay, el rival de Chile, mañana en el Estadio Nacional y una decena de curiosos esperaba al plantel que dirige Óscar Washington Tabárez. Algunos, porque habían nacido en ese país y otros, simplemente porque en la escuadra charrúa venía alguno de sus ídolos. El más esperado, sin dudas, era el atacante del Barcelona Luis Suárez.
A las 18.40 horas, aproximadamente, el avión que trajo a la Celeste pisó suelo nacional. Durante la espera, los fanáticos uruguayos aprovecharon de fotografiarse con un hincha chileno que llegó con una bandera gigante a hostigar al rival de la Roja. No hubo encontrones.
Al poco rato, en fila, con mates en la mano y sin ofrecer declaraciones, comenzaron a salir los jugadores para abordar el bus amarillo que los llevó hasta el hotel Sheraton, donde quedaron concentrados a la espera del partido. Suárez, abrazado con un colaborador, apenas saludó a sus fanáticos, algunos de los cuáles llevaron camisetas y gigantografías para recibirlo. Sus compañeros también se limitaron a algún gesto con las manos. Nada más.
A la llegada al hotel, el bus ingresó por un lugar preferencial. En el recinto, había una gran cantidad de hinchas charrúas que viajaron especialmente para el duelo. No tuvieron contacto con los jugadores. En el frontis, una mezcla entre uruguayos y chilenos seguidores del goleador desplegaron algunas banderas. El equipo de Tabárez descansaba en los dos pisos que ocupó del establecimiento del que sólo saldrá para desplazarse hacia el recinto de Ñuñoa para enfrentar a la escuadra de Juan Antonio Pizzi.