Víctor Hugo Castañeda lo había anticipado. Recién después del duelo ante O'Higgins podrían sacarse conclusiones de su trabajo. Según explicó, las dos semanas de entrenamiento continuado surtirían efecto. "Le pude meter mano al equipo", dijo en la previa. En la práctica, hoy en el Nacional, se notó. La U fue un equipo ordenado. Sobre todo en defensa, donde hasta ahora estaban la mayoría de sus falencias. El libreto quedó claro desde el inicio: presión sobre la mitad de la cancha cuando le tocó defender, sin apretar la salida rival, y mucho volumen ofensivo a la hora de atacar. Los azules controlaron el encuentro ante un adversario que lo respetó quizás demasiado. Pobló el mediocampo y encontró buenos rendimientos individuales. Franz Schultz y Gustavo Lorenzetti aprobaron su examen, al menos en el primer lapso. Manajaron los tiempos y administraron la posesión, pero el equipo siguió teniendo un problema. Y es que la falta de claridad en el último cuarto de la cancha es todavía una falencia. La posesión no se traducía en ocasiones y la gente volvía a manifestar su impaciencia. La misma que había explicitado antes del encuentro, con un lienzo que instaba a los jugadores a recuperar la mística. "Mojen y respeten la camiseta como Musrri y los hermanos Castañeda. Esto es la U", se leía a los pies de la galería sur.
La ausencia de goles hacía que en el entretiempo el partido clamara por un cambio. Castañeda no lo hizo, sin embargo, y mantuvo en la cancha a los mismos once. A poco andar se dio cuenta de su error. Mario Briceño y Juan Leiva ya no tenían el protagonismo de los primeros minutos. Y eran incapaces de desequilibrar por las bandas. Y para eso entraron Gastón Fernández y Jonathan Zacaría. Con los argentinos en la cancha, los azules recuperaron el control. O al menos ganaron en intensidad, voluntad y presencia en campo rival.
Durante la última media hora de juego el equipo laico exhibió una pizca de amor propio. La necesidad de ganar levantó a la mayoría. Pero las ideas finalmente no aparecieron. Fernández tuvo tres opciones de anotar. Una inmejorable y, por desperdiciada, imperdonable. Otra en la que Miguel Pinto dio una demostración de vigencia. Y otra, sobre el final, que elevó inexplicablemente.
El marcador no se movería. Un empate que no le sirve a la U, que sigue estando lejos de la parte alta. Y que no le sirve a Castañeda, que seguro esperaba más tras sus dos semanas de trabajo.
Un 0-0 pálido. Una nueva muestra de la ausencia de variantes ofensivas de la U. O de la dificultad que tiene este equipo para marcar diferencias.
Jugada más de la mitad del torneo, y a seis puntos del líder, los azules siguen viendo como se escapan los de arriba. Suman una nueva decepción, pese a que algunos osados dijeron tras el encuentro que el equipo funcionó.
Con un clásico universitario por Copa Chile a la vuelta de la esquina, las conclusiones que quería el DT, seguro, no son las que esperaba. La U sigue sin levantar.