A estas alturas, un triunfo en la U es motivo de festejo hasta la madrugada. Los azules no están para exquisiteces y por eso el triunfo sobre Palestino en el Nacional, por 1-3, se celebró con miradas al cielo, sonrisas de oreja a oreja y abrazos más extensos de lo normal. No fue brillante, pero sí valioso.

Fue el choque de dos conjuntos apremiados. El presente de Universidad de Chile es ampliamente conocido, desplegado en páginas y páginas de secciones deportivas. Lo de Palestino, mucho más anónimo, es igual de complicado. Porque todo lo bueno que mostró el cuadro de Nicolás Córdova en el semestre anterior, hoy parece olvidado por los árabes.

En ese contexto, la escuadra del Chuncho se vio mejor. Más clara y también más convencida del camino que debía seguir. Con dos laterales (Rodríguez y Beausejour) en constante tránsito ofensivo y con Lorenzetti y Espinoza moviendo los hilos del mediocampo. No es que la U haya sido un vendaval. No están los días para esos lujos en el equipo de Hoyos. Sin embargo, el avance respecto a otros partidos fue notorio. Nota aparte, en ese sentido, la frescura del juvenil Iván Rozas, colaborador, de buen pie y con buenas intenciones en la mayoría de los balones que tocó.

¿Y la Gata Fernández? Nadie se acordó del argentino ni de su fuga a Brasil en pleno desarrollo del torneo. Felipe Mora se puso el equipo al hombro en ataque. De entrada mostró la ambición que tanto se le exigió a Fernández. A los 6', de hecho, aprovechó la feble marca de Luna y marcó con la cabeza el 0-1. La jornada se veía bien, porque antes y después del gol, en la cancha sólo se veía un equipo, el de Hoyos.

El punto es que en el actual momento de la U, cualquier error se paga claro. Y asusta. A los 18', Palestino se encontró con un empate inmerecido, producto de un mamarracho entre Vilches y Johnny Herrera. No supieron despejar, la pelota rebotó en la espalda del arquero y Mauro Caballero quedó en posición perfecta para anotar el 1-1.

Dolor de cabeza, miedo, los pupilos de Córdova sembraban incertidumbre en sus rivales. Ese, justamente, fue el gran mérito de los estudiantiles. Reponerse rápido y poner las cosas en su lugar. Otra vez gracias a la cabeza encantada de Mora, quien a los 33 le devolvió la ventaja a su equipo. Era lo más justo.

En el complemento, Palestino hizo el intento, pero nunca dio con el juego para obtener el empate. Leo Valencia, el único claro de este elenco, juega demasiado solo. Ni Caballero (que se comió el empate a los 66') ni Paredes acompañaron al volante, que debe estar sufriendo mucho con lo que muestran sus compañeros.

¿La U jugaba mejor que antes? Sí. ¿Mejor que Palestino? También. Sin embargo, la ventaja era escuálida. Hasta que Matías Rodríguez, a los 75', definió todo. Se elevó en el centro del área y su cabezazo dejó parado a Melo: 1-3, triunfo asegurado, la fiel hinchada universitaria por fin tenía algo para celebrar.

No para estar tranquilos, menos para decir que la crisis queda atrás. Pero un golpe de moral en tiempos de duda siempre se agradece. Depende de la U que lo del Nacional no haya sido un simple manotazo de ahogado.