Un empate con sabor a triunfo. En días oscuros, de mucha nubosidad, un resultado como el que se obtuvo en Brasil puede marcar un antes y un después. Universidad Católica perdía por dos y en los últimos cinco minutos se levantó como un grande para amarrar una igualdad heroica frente al Atlético Paranaense (2-2), por la Copa Libertadores.

No hay planificación que resista un gol en contra antes de los cinco minutos. La UC lo sufrió el sábado, ante Colo Colo, y anoche, en Brasil. Es un tema de concentración, de confianza o de funcionamiento, pero en ningún caso de mala fortuna. No es cosa del azar que Jonathan, el lateral izquierdo de los curitibanos, tenga libertad absoluta para pararla, mirar y centrar; no es casualidad que Lucho González, el autor del primer tanto del partido, le pegue sin marca dentro del área, mientras los volantes de contención retrocedían totalmente fuera de la jugada.

Así comenzó el partido para los estudiantiles. Mario Salas volvió a su formación habitual. El 4-2-3-1 con el que ganó dos títulos nacionales consecutivos. Su idea, posiblemente, era ganar más orden y estructura de la mitad de cancha hacia atrás. Claro, ese plan no funcionó.  Un punto a considerar: en equipos como la Católica es fundamental el rendimiento de los volantes de contención. Ahí está el equilibrio. Y hace rato que ese puesto le pena a los cruzados. César Fuentes y Enzo Kalinski otra vez fallaron.

Después del gol, el dominio de los locales continuó. El asunto pintaba para una masacre, porque Paranaense contaba con un trío ofensivo muy punzante, con Carlos Alberto, Nikao y el uruguayo Gedoz. Lo único bueno para los chilenos era la diferencia mínima y sobre esa base, el equipo al menos empezó a tener un poco más la pelota. Con cero profundidad, eso sí, y con el peligro latente de una segunda diana brasileña.

Juan Carlos Espinoza se destacaba por la banda izquierda. El lateral mostraba el camino, mientras Santiago Silva, nuevamente aislado en ataque, las peleaba todas en busca de un milagro para quedar de frente al arco de Weverton. Muy poco para amagar a los rivales. ¿Y Buonanotte? Mezclando buenas y malas.

En el segundo tiempo, hay que ser justos, las ideas de Católica se aclararon un poco más. A los 48', de hecho, Kalinski tuvo el empate, pero definió mal. El partido se estrechó, Paranaense debía trabajar para ganar la zona media. Silva ganó un cabezazo a los 64 y exigió a Weverton, nominado a su selección.

Crecía la ilusión. Hasta que Nikao, a los 76', sepultaba la esperanza con un zurdazo tremendo, al ángulo, que dejó estático a Toselli. El Furacão sentía los puntos en el bolsillo, con toda lógica.

Entre Maripán y Lanaro tuvieron el descuento. Weverton otra vez se lució, pero lo importante es que la UC siguió luchando. Y encontró su premio, obra de Llanos, a quien Salas mandó a la cancha, increíblemente, por Espinoza. El Pájaro Gutiérrez, que ingresó después del 2-0, casi marcó la igualdad. La ilusión volvía a crecer y la explosión de alegría llegó a los 89', en los pies de Ricardo Noir, de poca participación en el duelo, consagrado como héroe de la noche. El talento de Buonanotte apareció, por fin, porque el argentino le puso un centro perfecto a su compatriota.

La celebración fue total. Con Maripán expulsado en la liturgia del gol, nadie sabe por qué. Poco importó la roja ni los tiros al palo de los dueños del casa antes del pitazo final. Porque el punto de oro se quedó en poder de los cruzados. En el torneo chileno, la UC anda a los tumbos, pero en la Copa Libertadores escribe su primer capítulo con tintes de hazaña.