No pudo suceder de peor manera. Para el entrenador, los jugadores, los directivos y, principalmente, para los hinchas de Universidad Católica. Sin en 2011, en el Clausura ante Universidad de Chile, perdieron una corona que parecía asunto sellado, ayer los cruzados vivieron un episodio tan o más amargo que aquél: vencían por 3-0 a Deportes Iquique y se abrían sus esperanzas de alcanzar su undécima corona de Primera División. Como si un hado manejera los destinos del club de Las Condes, en el segundo tiempo todo cambió y los Dragones igualaron el encuentro, mientras que paralelamente, Cobresal vencía a Barnechea y alcanzaba el primer título nacional de su historia.

Ayer, el equipo de Mario Salas no hizo nada extraordinario respecto de lo que suele ofrecer: una actitud ofensiva permanente, mucha velocidad en el paso desde la defensa al ataque y una impresionante debilidad en la zaga.

El asunto comenzó con emoción desde el inicio, cuando Brayan Cortés cometió un error grosero, indigno de un encuentro de tal trascendencia: se demoró en rechazar con el pie y su disparo fue bloqueado, casi como en una acción de rugby, por David Llanos. Apertura de la cuenta, vergüenza paar el joven arquero (que disputaba su segundo duelo del año, tras debutar la fecha pasada) y emoción al máximo para todos en el club de Las Condes.

Los equipos ni se acomodaban aún cuando llegó el segundo tanto cruzado, anotado por Llanos luego de otra mala maniobra de Cortés, que dio rebote ante un tiro de distancia de Erick Pulgar.

Mientras, Franco Costanzo tenía poca o nula actividad, salvo un par de lanzamientos de Cristian Bogado o alguna arremetida de Boris Rieloff, reemplazado extrañamente -y con enojo evidente de su parte- a los 27'.

Siete minutos después, vino un 3-0 que parecía agotar toda posibilidad de suspenso para el destino del partido, cuando José Luis Muñoz entró por la izquierda y remató con violencia, al palo que malamente cubrió Cortés.

Hubo que esperar hasta el segundo tiempo para presenciar una historia que parece sacada de un cuento de Soriano o Fontanarrosa, pues los iquiqueños protagonizaron una de las remotadas más memorables de fútbol chileno, facilitadas en gran medida por el majadero desequilibrio de los estudiantiles, quienes parecen no haber aprendido cómo manejar resultados favorables y tan vitales, como el de ayer.

La reanudación comenzó poniendo suspenso inmediato, gracias al acierto de Misael Dávila, a los 47', con un zurdazo pleno luego de una asistencia de Bogado.  

Desde ese instante, una brisa de inquietud comenzó a sentirse en San Carlos, pese a que los anfitriones insistían, ya algo tensos, en ir sobre el área y el arco nortinos.

En cinco minutos, de modo increíble, el estadio precordillerano comenzó a caer en un contradictorio ambiente de gritos de ira de algún fanático, pero también mucho silencio de quienes presentían un desenlance como el que finalmente acaeció. Fue a los 62' y a los 67' cuando llegaron los tantos de Michael Contreras y César Pinares, respectivamente, ambos asistidos por Manuel Villalobos.

El golpe más devastador, no obstante, se produciría a los 81'´, gracias a una falta penal (por reclamos terminó expulsado Mauricio Zenteno). El ejecutor fue Darío Bottinelli y el héroe de la visita, Cortés, quien manoteó con la derecha y desvió el tiro hacia el travesaño. En la insistencia, el propio Bottinelli elevaría. Así, el arquero pagó sus culpas y, de paso, acentuó las deuda históricas de una UC que, hasta la espera de la última fecha, deberá resignarse a ser segunda y ya sin opción de ser primera