SIRINGET significa "lugar donde la tierra se extiende para siempre" en maa, la lengua de los masai. El vocablo derivó en Serengueti, el término para designar uno de los lugares más indómitos de Africa, una gran llanura donde desde hace más de 700 años habitan los masai. La tribu convive con los llamados Cinco Grandes del continente (el león, el elefante, el leopardo, el rinoceronte negro y el búfalo africano, favoritos de los cazadores), y donde se produce uno de los fenómenos más relevante de Africa: la Gran Migración del Serengueti, en que cada año más de dos millones de búfalos, cebras, antílopes y ñus se desplazan desde el sur de la zona hacia el noroeste.

En el lugar, los masai viven y crían su ganado, su principal medio de vida. Sus defensores aseguran que siempre han respetado el pulso de la naturaleza y jamás han interferido con la migración.

La zona forma parte del Parque del Serengueti, en Tanzania, y el Parque Nacional Masai Mara, en Kenia, y es el lugar que el gobierno de Tanzania pretende "limpiar", sacando a los masai de la zona, a quienes acusa de interrumpir el flujo natural de migración de estos grandes animales.

El gobierno asegura que la tierra necesita estar libre como corredor para que los animales salvajes puedan moverse entre ambos parques, algo que los masai no permitirían.

Sin embargo, los masai alegan que se trata de una política encubierta para sacarlos del lugar y así facilitar la organización de safaris y tours de caza, dos negocios muy lucrativos en la zona. Se estima que un safari para cazar leones, elefantes, leopardos o búfalos cuesta alrededor de 18.000 dólares, precio que incluye el viaje, el trofeo (el animal muerto) y un guía.

La posibilidad de expulsión de los masai ha originado varias campañas de organizaciones de defensa de los derechos de pueblos originarios, como las que encabezan Survival International y Avaaz.

Survival señala que aunque el gobierno alega una medida de conservación, detrás de la iniciativa se esconde un contrato de arriendo. Desde 1992, las tierras que unen el Parque Nacional del Serengueti, en Tanzania, con el Parque Nacional Masai Mara, en Kenia -la zona donde viven los masai- pertenecen por concesión administrativa a la empresa Otterlo Business Corporation, propiedad de la Familia Real de Arabia Saudita. La empresa organiza allí safaris y expediciones de caza.

"Mientras el gobierno pide a los masai que abandonen sus tierras en interés de la conservación, a los turistas ricos se les permitirá la caza de los animales de la región", dice a La Tercera Laura de Luis, portavoz de Survival.

Sin embargo, la empresa se defiende. Asegura que anualmente paga al gobierno de Tanzania los 7.500 dólares por partida de caza estipulados por ley y que cumple con todos los requisitos de licencias y respeto hacia las especies protegidas.

Incluso, la compañía dice que subvenciona iniciativas contra la caza furtiva y a favor de los proyectos de desarrollo de las comunidades locales.

Otra de las críticas al programa de erradicación es que el gobierno de Tanzania no ha sido claro en señalar dónde los relocalizará. "El problema es la reubicación. De momento, el gobierno no se ha pronunciado acerca de la reubicación de los masai, ni sobre posibles compensaciones, de haberlas", agrega De Luis.

Avaaz también encabeza su propia campaña. A través de su página web, están recolectando firmas para impedir que el gobierno de Tanzania logre su propósito. Ya han reunido 1.800.000 firmas de internautas contrarios al plan del gobierno, campaña que espera reunir dos millones de adhesiones.

Según Survival, Tanzania debe respetar y proteger los derechos territoriales de los masai como exige la normativa internacional. "Por desgracia, este pueblo ya ha sido expulsado de gran parte de sus tierras en nombre de la conservación y su situación es tan crítica que peligra tanto su supervivencia como la del propio Serengueti", acusa De Luis.

Según la experta, los pueblos indígenas suelen ser los mejores guardianes de sus territorios. "Todo proyecto conservacionista debería contar con ellos y aprender del profundo conocimiento que tienen de su entornos para implementar los modos más eficaces de conservación. Y, por supuesto, no expulsarlos de las tierras que les pertenecen por derecho".